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Maite SOROA | msoroa@gara.net

Lectura de sentencia

Habla el tribunal de Estrasburgo de la «necesidad social» de ilegalizar a la izquierda abertzale y piensa servidora que, antes de juzgar en términos tan contundentes, los magistrados de ese tribunal deberían darse una vuelta por aquí para conocer con precisión las «necesidades sociales» de las vascas y los vascos. En fin...

Ayer el editorialista de «El Diario Vasco» y «El Correo Español» daba brinquitos de alegría y, ya sin careta de ningún tipo proclamaba que «desde la promulgación de la Ley de Partidos y las sucesivas sentencias de ilegalización ha pasado suficiente tiempo como para que la sociedad se haya percatado de que el papel subsidiario que venían desempeñando las organizaciones de la izquierda abertzale respecto a ETA no podía continuar aprovechándose e una mezcla de cinismo e impunidad». Quienes han hablado ahora son los jueces que representan a los estados y no la sociedad vasca. Aunque los de Vocento traten de manipular la realidad.

En «La Razón» extendían la sentencia: «la renuencia con que los dirigentes peneuvistas acogieron ayer la sentencia revela su decepción. Por tanto, más que un varapalo para unos batasunos que sólo buscaban ganar la batalla de la propaganda en Europa a costa de los tribunales, la sentencia es también un severo correctivo al PNV, que deberá cambiar su discurso y aproximarse a las tesis que comparten PP y PSOE en la lucha contra ETA». A ver qué dicen en Sabin Etxea. Y si no dicen nada, ya saben, igual los ilegalizan.

Los que lo tienen claro son los de «Abc» -también de Vocento, no lo olvidemos- al proclamar que «tampoco es cierto que todas las ideas sean legítimas». Eso mismo pensaban sus mayores y se alzaron contra la República y el Gobierno Vasco.

Por otro lado, en «El País» se quedan con el despropósito más disparatado de la sentencia, un extremo que sólo ha podido ser sugerido por algún estrambótico personaje de la judicatura española: «Habría sido admisible incluso, aunque no fue el caso, ilegalizar a Batasuna por no condenar los atentados de ETA: `En ciertas circunstancias las omisiones y silencios pueden equivaler a un apoyo expreso'». Y aquí cabe recordar la frase que solía repetir Juan Ajuriaguerra: «El que calla, calla». Aunque unos jueces, unos editorialistas y unos estados se empeñen en decir lo contrario.

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