«Me gustaría ser un ratoncito para saber qué ocurre entre Armstrong y Contador»
Director del Tour
Máximo responsable desde 2006 de la carrera por etapas más prestigiosa del mundo, Christian Prudhomme ha dirigido tres ediciones marcadas por los asuntos relacionados con el dopaje. Este antiguo periodista repasa la actualidad de su carrera poco antes de que arranque en Mónaco una nueva edición, marcada por el retorno del estadounidense Lance Armstrong.
Jean MONTOIS
Como a todo buen aficionado, a Prudhomme le gustaría curiosear por una rendija la `pelea de gallos' que se augura en Astana. La vuelta del heptacampeón texano marca el arranque de esta entrevista.
Con Armstrong de vuelta, ¿han batido el récord de periodistas acreditados?
Será parecido al año pasado. En el Tour Down Under, el Tour de California o el Giro ha habido más, pero no es el caso del Tour. La estrella del Tour es el propio Tour, aunque no hay que negar la calidad de este campeón. Pero el propio Armstrong no pierde ocasión de recordarlo. A finales del año pasado nos dijo: «Es la mayor carrera del mundo, no me imagino no correrla».
¿Cómo calificaría este Tour?
Excitante. Por el recorrido, por su desarrollo, por el retorno de Armstrong... Me gustaría ser un ratoncito para saber qué pasa en Astana entre Armstrong y Contador.
¿Las primeras etapas?
La salida desde Mónaco nos permite seguir el arco del Mediterráneo y entrar muy rápido en la montaña. Quien dice mar dice viento. Es posible que haya cuatro sprints la primera semana, pero no seguidos. Una prólogo, dos etapas al nivel del mar, la crono por equipos, de nuevo dos etapas a ras del mar con la llegada a Barcelona, y después Arcalis. Va a ser formidable.
¿La segunda semana es el punto débil?
Es menos `sexy' que la primera o la tercera, pero eso no quiere decir que no vaya a pasar nada. Quienes no hayan ido a reconocer la etapa de Vittel-Colmar, magnífica por sus paisajes y extremadamente atlética, se van a morder los dedos. Será durante esta semana cuando se corran las dos etapas sin «pinganillos».
¿Qué es lo que usted espera de esta novedad?
Una carrera que reencuentre un poco de fantasía, que los audaces puedan ir en busca de su objetivo. Había una voluntad de diversos agentes para suprimir los «pinganillos».
Hablemos de dopaje. ¿Cuáles son los cambios respecto a 2008?
Para nosotros es capital el acuerdo entre la Agencia Francesa Contra el Dopaje (AFLD) y la Unión Ciclista Internacional (UCI). Algunos decían que no sería posible, pero llevan trabajando conjuntamente desde la París-Niza, sastisfactoriamente para ambas partes.
En este capítulo, ¿la organización también está en primera línea?
Cada uno está en su lugar. No hay un deporte en el que se planteen las cuestiones que se le plantean a la organización del Tour. La UCI, la AFLD, los organizadores... cada uno en su sitio.
¿Cabe decir que el Tour es el evento más controlado?
Sí, desde cualquier punto de vista. Todos los elementos disponibles están al servicio del objetivo. Si Ricco fue «cazado» el año pasado por la AFLD fue porque hubo una transmisión de información fluida. Pero quiero subrayar una frase que Pierre Bordry (presidente de la AFLD), repite regularmente pero que es raramente recordada: la gran mayoría no se dopa.
El ciclismo paga caros sus fallos...
Es demasiado fácil pensar que se trata sólo del ciclismo. Sin negar los errores, cada vez encuentro más injusta la situación. Se vio a principio de año con el tema de que los deportistas estuvieran localizables.
Para otros deportistas era un intolerable ataque a sus libertades individuales, pero los ciclistas lo aceptan porque es el único medio para reconquistar la credibilidad.