CRíTICA dFeria
Buen rollo
Carlos GIL
Este espectáculo supura buenas intenciones por todos los costados. Los lenguajes urbanos enfrentados a los lenguajes ancestrales. El hip hop frente al claqué o el flamenco. Un recurso dramático. Se trata de plantear a los espectadores una supuesta lucha entre parejas de bailarines pertenecientes a esas tribus estéticas. Desde los pantalones caídos de unos, a los vaqueros ceñidos, la camisa negra y el pañuelo de topos al cuello de los flamencos, pasando por un estilismo más sofisticado de los del claqué. Todos en lucha por la supervivencia, es decir, colocados en la calle con su gorra para pedir dinero por sus actuaciones.
Realmente es un entretenimiento bien trabado, con momentos musicales y coreográficos espectaculares, en un espacio escénico sencillo, pero que nos recuerda una pared cualquiera de una ciudad tipo, y las tres parejas utilizan como acompañamiento la percusión de José Álvarez, “El montaña”, que demuestra sus virtudes en todos los ritmos y en todos los estilos. Los seis bailarines son buenos especialistas en sus géneros, primeras figuras y tienen su momento para el lucimiento personal y en conjunto. El baile, el arte, como única herramienta de enfrentamiento para terminar bailando todos conjuntamente, con alguna sorpresas como que Raúl Ortega, alma de esta espectáculo, además de bailar flamenco demuestre habilidades de primer orden en hip hop y se defienda con el claqué. Buen rollo, sentido del humor, momentos estelares que levantan al público de sus asientos y una colaboración rítmica espontánea de manera continuada.