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Un escenario trucado

Es probable que cuando Iñigo Urkullu y Josu Jon Imaz respaldaron a Patxi López y Rodolfo Ares en Loiola, dejando en la mesa de negociación a los representantes de la izquierda abertzale, los dirigentes jelkides imaginasen la escena en la que el lehendakari de Nafarroa Garaia y el de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa se reunían y firmaban un acuerdo sobre temas como infraestructuras, EiTB o el euskara. Sin duda, en aquella elucubración los actores no eran los que ayer protagonizaron el primer encuentro entre mandatarios vascos en más de una década.

Aquellos eran los tiempos en los que el PSN, ausente en aquellas conversaciones por decisión del PSOE, defendía la necesidad de un cambio en la Comunidad foral, cambio que se asociaba a un acuerdo con NaBai. A su vez, la mal disimulada sintonía entre jelkides y socialistas parecía destinada a un renovado pacto en clave autonomista, eso sí, guiado por el sucesor de Ibarretxe. Al poco tiempo, tras las elecciones navarras, Ferraz abortó el gobierno de cambio prometido a los navarros. Poco después, el PSE dejó claro que no pensaba ceder de principio el liderazgo del autonomismo. En ambos casos, sobre todo tras el fracaso del proceso de negociación, las decisiones tomadas en Madrid, las consecuencias de la legislación especial y los números cerraron la puerta a un escenario distinto. Pero, en contra de lo que imaginaron los burukides, el escenario que abrió esa conjunción de elementos no era el ya conocido, con su balanza de renuncias y réditos, sino la vieja aspiración del frente unionista: la exclusión del independentismo y la subyugación del nacionalismo en su conjunto. Si, tal y como demostraba el caso navarro, ese cambio no podía darse a nivel social, por lo menos cabía crear una ficción a nivel institucional que simulase la victoria unionista.

La foto de Miguel Sanz y Patxi López de ayer representa un escenario trucado. En la sociedad vasca perdura la fuerza de quienes quieren un cambio estructural y profundo, que responda a los deseos del pueblo y no únicamente a las necesidades cortoplacistas de una clase dirigente, sea del partido que sea. Euskal Herria necesita ser vertebrada y construida en base a los intereses de todos sus ciudadanos, sin exclusiones. Es tan obvio que hasta Sanz y López lo saben. Los abertzales no deben olvidarlo.

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