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CRÓNICA Kalealdia 2009

Circo contemporáneo y olímpicas pedestres

La última jornada del Festival de Teatro y de las Artes de Calle de Bilbo, Kalealdia, nos proporcionó dos encuentros con espectáculos frontales, de los que al aire libre toman una dimensión pero que en cualquier espacio cerrado podría ofrecerse sin menoscabo de sus resultados artísticos.

Carlos GIL Crítico teatral

Hortzmuga Teatroa hace con «Olympikas 2012» un juego paródico en donde las cuatro intérpretes, a través de unos personajes muy delimitados, con su máscara de payasas incorporada en su peinado, gestualidad y vestuario, demuestran tener una misión: hacer que ciertos deportes sean olímpicos en la siguiente cita. Deportes fusionados, alegorías de deportes rurales o de trabajos domésticos que cada una de ellas defiende en situaciones siempre cómicas. Cuatro actrices, cuatro personajes, cuatro deportes, un esquema muy reiterado, relaciones entre los personajes a base de contradicciones físicas o de caracteres que dan como resultado un espectáculo de baja intensidad, muy ligero, en muchas fases divertido, muy asumible y para todos los públicos. No parece pretender nada más.

El circo, en todas sus formas, puede ser gimnasia, mecánica, equilibrio o imaginación. Y queda claro que los artistas de la compañía Akoreacro son unos virtuosos en la ejecución, pero a al vez realizan números muy trabajados desde la imaginación. Buscan, y encuentran, y así se demuestra en su espectáculo «Pfffff», que cerró el pasado jueves esta edición de Kalealdia y que maravilló a los presentes por su limpieza, su calidad, el riesgo asumido siempre con una actitud de falta de estrés, con acróbatas, clowns, músicos mezclados, dando un ritmo magnífico a todo y utilizando los recursos circenses siempre acompañados por un algo más, un punto de distinción, un hilo conductor que hace que estemos viviendo diversas aventuras a base de acrobacias, malabares o canciones. O todo a la vez. Un dechado de capacidad para encandilar a los espectadores. Un final feliz.

En lo que respecta a la jorndaa del miércoles, la Plaza Nueva se convirtió en un especie de zona franca para la imaginación y una exhibición de las posibilidades de realizar manualidades con objetos del trastero o del desguace. Con una estética romántica, la compañía francesa Dynamogène ofreció dos de sus más reconocidas acciones o microespectáculos. «Monsieur Culbuto» es un hombre anclado en una bola de cemento, una suerte de tentetieso con actor y su labor es dejarse saludar, sobrepasar su punto de equilibrio, voltearse sobre sí mismo, jugar con la fuerza de la gravedad a base de las inercias provocadas por esa media esfera sobre la que se erige mayestáticamente. Una acción que, por su propia estructura, no tiene mucho desarrollo, pero que con la colaboración de un portador se traslada al personaje a diferentes puntos donde repite su clara facilidad para la empatía con los públicos más menudos.

«La Cymabalobylette» es un artilugio en el que, a base de pedaleo y con un complejo sistema de transmisión de esas energía, se logra que se mecanicen diferentes palos y golpeen sobre timbales, cajas y otros objetos que van produciendo diversos ritmos que después se convierten en bailes con la intervención en directo de los actores-músicos con un pequeño acordeón o una gaita. Valses o tangos, manteniendo la misma estética de buhoneros.

Niños soldado

Volvimos a ver a Trapu Zaharra y su «¡Vaya ganga!» que habíamos visto estrenar hace unas semanas en Leioa. Como es habitual en esta compañía, ha variado estructuras dramáticas, casi le han dado la vuelta, mantienen algunos personajes y a otro le han dado otra visión y otra relación. El eje central se mantiene y todavía notamos que la verbalidad ocupa demasiado, pese a que Txubio se vale por sí solo para convertir los textos en algo que llega. Esta obra seguirá transformándose, hasta que lleguen a encontrar el punto exacto de cocción.

Los chilenos de la Compañía de Teatro Patriótico Interesante llegaron con «Kadogo, niño soldado», cuya estructura dramática se incardina con la historia de otras compañías emblemáticas chilenas que han aportado al teatro de calle una grandilocuencia expresada en unas características formas de interpretación, de sus movimientos, del acompañamiento de música en directo, que se convierte en un hilo conductor importante. En esta ocasión aproximándose a un tema candente: los niños soldados, la violencia canalizada desde la infancia, las connotaciones sociales y humanas que estas perversas situaciones van consolidando en la personalidad de esos niños, de sus posteriores desarrollos y del festín sanguinolento y violento que se expresa casi en forma de juegos.

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