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La marea naranja toma el relevo a la ola amarilla en las rampas de Ordino

Con la llegada de la alta montaña, el Tour recuperó su imagen más atractiva en Ordino Arcalis. Desde hace días la parte alta del puerto estaba ocupada por cantidad de personas que esperaban la carrera.

Joseba ITURRIA | ORDINO ARCALIS

El Tour abandonó el mar de Barcelona, donde se convocó a la ola amarilla al repartir cartulinas de ese color para mostrarlas al paso de los corredores, y en la montaña de los Pirineos se comenzó a ver la marea naranja que tendrá su altamar mañana en el Tourmalet, al aprovechar la festividad de la jornada y la mayor cercanía con Euskal Herria.

Andorra queda más lejos y ayer era viernes, pero en toda la subida a Ordino Arcalis se pudo ver a cantidad de vascos, que junto con los catalanes fueron los dos pueblos más representados. Muchos habían dormido en la zona alta, en la que las zonas reservadas para aparcamiento de los aficionados se cubrieron pronto.

Los dos grupos que aparecen a la derecha, llegados desde Sunbilla y Hernani, eligieron esa opción y se quedaron a cuatro kilómetros del alto. También los periodistas tuvimos que quedarnos a esa distancia de meta, aunque nos daban la opción de subir al alto en microbús o en telesilla.

Pero para palpar el mejor ambiente hay que coger la bicicleta a pie de puerto y ser uno más en la marea ciclista que formaron los que llegaron en el día, que no tenían más remedio que subir muchos muchos kilómetros a pie con sus neveras hasta que el sol les hacía buscar el mejor hueco a la sombra. La parte final sólo era abordable en bicicleta y millares y millares de personas tuvieron la suerte de que la climatología acompañó.

Subir... y bajar

El problema era para los que teníamos que bajar después para subir en coche con los ordenadores porque a las dos de la tarde no había acreditación que valiera. Las acreditaciones son como los zapatos de cristal de Cenicienta. Hasta una hora son el mejor salvoconducto y todos te abren el camino con una sonrisa. Cuando llega la hora de caducidad es un simple papel que no vale para nada. Porque pretender convencer a un policía en el Tour es un ejercicio inútil.

Por eso se trataba de subir con los demás, muchos de ellos con bicicletas de montaña. Los catalanes llevaban las camisetas de sus clubes y los vascos las naranjas, que predominaban... hasta que los del Bouygues se pusieron a regalar las suyas azules. Si pedías tres te daban tres, pero con la condición de vestirlas al instante. Los cicloturistas vascos preferían meterlas al bolsillo y lucir sus maillots naranjas, que daban colorido a una subida en la que lo más duro estaba... en la bajada. Porque un carril estaba ocupado por los cicloturistas que subían y en el otro había que sortear a los coches que les adelantaban, a los que hacían sus pintadas en el momento más inoportuno y a los que andaban por la mitad de la carretera como si estuvieran por el prado gozando de las maravillosas vistas. Es un milagro que no haya accidentes ante ese cocktail, pero es lo que hace grande el Tour.

Un espectáculo que desde hoy se concentra en el Tourmalet, donde la plataforma ESAIT ha convocado a su habitual Euskal Jaia a partir de las siete. Mañana la cita es a las nueve en Saint Marie de Campan para la IX Marcha Ciclista con la que se reivindica un año más la oficialidad de las selecciones vascas.

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