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SAN FERMÍN 2009

...y por la noche salgo yo

 

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Aitor MENTA

Siempre pasa. Las fiestas cruzan el ecuador y aparecen dos tipologías diferentes: los que se paran... y los que aceleran. Uno de ellos anda emperrado en hacer la París-Niza, o sea, desde el París de Jarauta allá por San Lorenzo hasta el Niza, pasando ya la Plaza de Castillo. Y digo yo: para hacer el animal así, ¿no están ya aquí nuestros hermanos del norte?

Lo peor es que te lo digan con ese rictus de seriedad en la cara, como si nada: «Se me ha ocurrido un reportaje que puede ser original. ¿Por qué no hacemos la París-Niza a cañas?».

Los reporteros jóvenes pero bien preparados y bregados en lejanos conflictos son así, echados para adelante, sin duda. Al principio se intentó darle largas a la propuesta, pero pasan los días y el chaval vuelve a la carga: «Si nos vamos prontico a casa, igual mañana podíamos probar...»

Analicemos el tema desde una perspectiva seria, objetiva y científica. Cierto es que la París-Niza no es más una versión actualizada al siglo XXI de un viejo rito de iniciación iruindarra: el vía crucis de San Nicolás. Cierto que muchos lo hicieron y pudieron contarlo. Cierto que el recorrido tiene su encanto, desde el ancestral París -refugio de los últimos grandes mitos del poteo diario y hoy comedor social- hasta el Niza -ultramoderno y chic-. Que sí, que la idea mola, no se puede decir que no, pero vamos a estudiar la hoja de ruta, por si acaso.

La primera cañica siempre va a entrar bien, eso está claro. Luego, el 84 y el Giroa son templos que no se pueden dejar de visitar. El Zagit y el Sai-Koba también nos los conocemos mejor que bien. En el Deportivo siempre nos han tratado de cojones y encima habrá música euskaldun. El Jarauta dicen que está muy ambientadico con sus dos pisos a plena producción.

¿Qué decir del Lar Gallego y sus impagables ribeiros? Con esto nos plantaríamos en el cruce con Eslava, primera meta volante. Bueno, ni tan mal, we can, ¿quién dijo miedo?

Bien pensado, a estas alturas nos pueden sacar unos riñonicos en el Goal, que vendrán bien para que flote algo en la tripa. O en el Roncal, si es que aún existe. Tampoco es mala la alternativa de unos txanpis en la Oreja, siempre que no nos haya entrado el flato en el Montón. Para entonces, la perspectiva de la cercana curva tiene que ser gloria bendita: El Pamplo y el Katu, ahhhh, ¡pero qué bien! Igual hasta se puede pegar un derrapaje hasta el Lanbroa y echar una primera meadica reconfortante en los baños portátiles del Museo.

¡Ondia! ¡Si nos hemos dejau las peñas! Habrá que volver sobre nuestros pasos o mandar algún aguador a cola de pelotón. Bronce, Aldapa, Alegría de Iruña, ¿qué más? Los de Oberena no sé, no sé, dicen que no se han enrrollado mucho este año, así que habrá que pensar si hacemos escala. El presupuesto empieza a dispararse. Como que van ya para unos 20 potes, y entramos en recinto juvenil-infantil. Pero qué tiempos: el Lacalle-luego- herriko-y-ahora-yo-qué sé, el Zulo escenario de tantas batallas, el Aritza de escenas dantescas como las apariciones milagrosas de Mikel en el ascensor...

Jarauta queda atrás. Empieza la travesía del desierto de San Saturnino y el Ayuntamiento. Buen momento para pensar si atajamos por Chapitela, si nos atrevemos por Estafeta o si buscamos un terreno intermedio: Calderería.

Pero en el Iruñazarra echamos otra, fijo. Redios, si el Niza ya asoma allá al fondo.

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