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SAN FERMÍN 2009

Sale el sol por la mañana...

La menestra de personajes se cocía bajo un sol de justicia, ayer superó los 30 grados de temperatura

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Aritz INTXUSTA

l pantalón que se ha pegado a las piernas desde el txupinazo ya no sirve. No le cabe más sangría ni más roña en los bolsillos. No queda más remedio que poner la lavadora. Pero primero, la selección. Esto adentro, esta camiseta, mejor ni intentarlo. Directa a la basura. Si no, corre el peligro de fundirse con el tambor de la lavadora y fijo que la va a joder

Mientras los siete litros de lejía, los dos cazos de detergente y el vasico de fairy empiezan su misión imposible, hay que decidirse: marianito o manzanilla calentita. Mejor lo primero. Después, salir de casa con la camiseta más vieja, la rota con propaganda de cerveza o la del cartel de Sanfermines del 1992. El botón de la bragueta está suelto porque la barriga, más cervecera que nunca, desborda los pantalones comprados para la comunión.

Los zapatos, esos que sí llevan desde el primer día y que aguantarán hasta el final, se van pegando por las calles como ventosas. También influye el adoquinado de Alde Zaharra con su capa de ponzoña negruzca y su olor a San Fermín. Todo el mundo sabe a qué huele el santo. Por mucho que se afanen los basureros de Focsa, las calles eran un vertedero. Sólo faltaban las gaviotas.

Por la mañana, hubo que protegerse también de los huesos de oliva. El campeonato de escupirlos se celebró en el paseo Sarasate por cuarto año consecutivo. Llegar hasta allá complicado porque la Estafeta está taponada por una banda de gaiteros y una batucada. Para atajar por Pozoblanco hay que ponerse a saltar a la comba con un grupo de guiris que se han venido a Iruñea con una soga de cuatro metros. En San Nicolás no cabe un alfiler y, encima, ya nadie sirve café.

Frito va frito viene, hay que buscar un sitio donde comer. Pensar en la digestión del enésimo bocata hace recordar la lavadora, porque la tripa empieza a dar las mismas vueltas. Lo mejor será dejar de comer las olivas que nadan en el vaso con cuatro rodajas de limón dentro. Hay que volver a casa y tender.

Como era de esperar. Fracaso absoluto. El morado de sangría ahora es rosa fucsia. Los últimos días vas a parecer la vaca de chocolates Milka.

Pero poco importa. Las calles ya se han inundado de gente con pinta aún peor. Al final, este año como todos, sí que llegó la marea humana, que bailaba por la tarde al son de la elektrotxaranga de Alde Zaharra.

Nadie destaca por nada. La menestra de personajes que se cocían bajo un sol de justicia (que superó los 30 grados de temperatura) va desde el ya no se acuerda qué día salió de casa, al perroflauta que vegeta bajo la escuálida sombra de los arboles de la plaza del Castillo, pasando por el «guiri» y el peñero que sigue vistiendo impoluto (¿esa gente se lo pasa bien?).

Toca repetir bares y ensuciarse de nuevo. La fauna sanferminera se ha duplicado. Una primera marea llegó ayer con los dientes largos de ver los Sanfermines por la tele y tras días de recibir llamadas vociferantes invitándoles. Hasta bien entrada la tarde seguían dando guerra. Lo primero que hicieron es marcar el territorio meando en los portales. Después empezaron con la berrea como los ciervos machos en primavera. El macho dominante, el de los cuernos más grandes, exhibe paquete. A ése, el pantalón le queda más prieto que el de la comunión.

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