Indonesia acusa menos la crisis y se proyecta como el nuevo dragón asiático
El contraste entre la crisis de hace diez años y la actual es enorme. Hace una década, Indonesia salía exhausta de la crisis financiera asiática. Ahora sufre, pero menos que sus vecinos y se proyecta como el nuevo dragón económico, entre India y China.
Jérôme RIVET
Un viento de optimismo sopla en Yakarta en el clima electoral de los comicios presidenciales que se celebraron el pasado 8 de julio, en contraste con el pesimismo de la mayoría de las economías mundiales. El principal índice de la bolsa ha ganado un 44% desde principios de año, el consumo de los hogares está asentado y los proyectos de inversión parecen retomarse. Volkswagen acaba de anunciar la construcción de una planta de montaje cerca de la capital. A pesar de la crisis mundial, «nuestra economía permanece fuerte y sana», se felicita la ministra de Economía, Sri Muluani. Su optimismo se basa en una previsión de crecimiento del PIB del 4,3% para el conjunto del año y del 6% en 2011, el mismo que en 2007 y 2008.
En este contexto, miles de negocios se felicitan de los sondeos que aseguran la reelección del actual presidente, Susilo Bambang Yduhoyno y confían como ganador en el actual presidente, tras haber puesto en pie la primera economía del sudeste asiático, desestabilizado por la violenta crisis financiera de 1997.
«En Asia, los occidentales no miran más que a China y a India. Pero detrás de estos dos países, Indonesia es también un Estado del G20 con un potencial inmenso», subraya un inversor estadounidense instalado en Yakarta.
Siendo el cuarto país más poblado del mundo, Indonesia es un mercado de 235 millones de habitantes en los que el nivel de vida progresa, aunque las desigualdades siguen siendo escandalosas. El porcentaje de población por debajo del umbral de la pobreza ronda el 15%, según las cifras oficiales.
Su otra riqueza, las materias primas minerales y agrícolas, abundan en sus casi 17.000 islas: gas natural, carbón, estaño, cobre; pero también aceite de palma, del que es el primer productor mundial, madera y pescado. Sin olvidar el turismo, todavía poco explotado, con la excepción de Bali. Con todo, en 2007 entró en el Libro Guinness de los récords como el territorio que destruye a mayor ritmo su selva de todo el planeta. Y no es la industria maderera la mayor causa de la deforestación sino la conversión de las zonas selváticas en plantaciones de aceite de palma, componente de los biocombustibles.
Entre los grandes emergentes
El banco de inversión Morgan Stanley ha estimado recientemente que Indonesia debería encontrarse incluso en el club de los grandes países emergentes, que se conoce como BRIC -Brasil, Rusia, India y China-. Porque se va a convertir, de aquí a 2050, en la octava economía del mundo, según las previsiones.
Sin embargo, el país continúa padeciendo una «percepción de riesgos» superior a sus vecinos del Sudeste asiático, como Malasia o Vietnam, reconoce Sri Mulyani.
La ministra apela a «continuar con los esfuerzos» desarrollados en los últimos años para, por una parte, reformar una burocracia opaca y a menudo considerada ineficaz y, por otra, luchar contra una corrupción endémica.
A pesar de los esfuerzos que apunta la ministra, Indonesia sigue clasificada entre los países más corruptos del mundo, según la organización Transparencia Internacional que la sitúa en el puesto 126 de un total de 163.
La prioridad es también reducir el enorme retraso en términos de infraestructuras: pocas autopistas, ausencia de metro en Yakarta, comunicaciones marítimas peligrosas o una producción eléctrica insuficiente.
Estos problemas han impedido a Yakarta acometer inversiones de envergadura, sobre todo en el sector minero o energético. Ante la falta de desarrollo de nuevos yacimientos, Indonesia se ha convertido en importador de petróleo y ha dejado la OPEP en 2008, tras 46 años en este organismo.
La confianza parece, sin embargo, recuperarse, porque los inversores extranjeros directos, al margen del petróleo, se han triplicado desde la llegada de Yudhoyono al poder en 2004, para llegar a casi 15.000 millones de dólares en 2008. Yakarta espera que la bajada prevista este año, a consecuencia de la crisis, sólo sea pasajera.