Fede de los Ríos
La doctrina social de la Iglesia
Uno puede leerse las encíclicas de los papas -ejercicio altamente recomendable para saber con quién se juega uno los cuartos-, después leer los evangelios (incluso los apócrifos) y asombrarse del cinismo que practican los que dicen ser representantes de Cristo en la tierra
El representante en la tierra de aquél que afirmó que su reino no era de este mundo se ha reunido con Obama y señora en el Estado vaticano. Para la ocasión ella lucía vestido negro con velo incluido, perdón, mantilla en la cabeza. Con mantilla también acudieron a ver a su santidad las «primeras damas» de los «líderes» que asisten a la cumbre del G-8.
Benedicto XVI, obsequió al mandatario estadounidense con un ejemplar firmado de su última encíclica «Caritas in Veritate» («Caridad en la Verdad») en donde, entre otras cosas, arremete contra el control de la natalidad, el laicismo propugnado por los gobiernos, el aborto y la práctica de la eugenesia en los nacimientos y defiende la economía de mercado como sistema económico, eso sí un capitalismo más humano. Para acabar con cierto toque ecológico pensando en el mundo que vamos a dejar a las futuras generaciones y apelando a que los animalillos, aun carentes de alma, también son fruto de la creación.
A lo largo de la encíclica ratzingeriana se hace repaso de las encíclicas anteriores que fundamentaron la llamada doctrina social de la Iglesia. El pastor alemán hace mención a «Rerum Novarum» («Sobre la situación de los obreros»), del sumo pontífice León XIII que en el año 1891 intenta «determinar los derechos y deberes dentro de los cuales hayan de mantenerse los ricos y los proletarios, los que aportan el capital y los que ponen el trabajo», ataca a «los socialistas, que atizando el odio de los indigentes contra los ricos, tratan de acabar con la propiedad privada de los bienes». El simpático León XIII, unos años antes había publicado otra encíclica monográfica, la «Quod apostolici muneris» («Contra el comunismo y el socialismo») donde tildaba a sus partidarios de herejes y encarnación del mal, defendía el derecho a la propiedad privada como derecho natural y a la economía de mercado como sistema económico cristiano.
Ratzinger, en su nueva encíclica, asimismo, destaca los aportes a la doctrina social católica de Pablo VI en «Populorum progressio» («El desarrollo de los pueblos»), en la que se afirman los beneficios y progresos que ha aportado el colonialismo a los pueblos menos desarrollados, beneficiados por la introducción de la técnica y de la economía de mercado y de lo malas que son las insurrecciones armadas de los pueblos por su independencia.
Uno puede leerse las encíclicas de los papas -ejercicio altamente recomendable para saber con quién se juega uno los cuartos-, después leer los evangelios (incluso los apócrifos) y asombrarse del cinismo que practican los que dicen ser representantes de Cristo en la tierra. Aquél Jesús que, según un tal Marcos, dijo «anda, vende todo lo que tienes, da el dinero a los pobres -así tendrás un tesoro en el cielo-, y luego sígueme», después cuentan que sentenció aquello de es más fácil entrar a un camello por el ojo de una aguja que el que un rico entre en el Reino de los cielos.
Los papas no sólo han agrandado el ojo de la aguja por donde pasar caravanas de camellos, sino que han sido grandes artífices en convertir la tierra en un infierno para los pobres.