n pesao con ganas de tertulia bajo la ventana se encarga de despertarnos del dulce sueño. Se ha empeñado en convencer a un autóctono de que «vuestra alcaldesa será de derechas, pero nosotros tenemos a Esperanza Aguirre y ésa sí que es facha». Se han hecho fuertes en la Plaza del Castillo, para ellos «Plaza Mayor». Así lo pregona a gritos una joven por el móvil: «Cariño, ¿a qué no sabes dónde estoy? ¡En la Plaza Mayor de Pamplona, y nos lo estamos pasando bomba!». Son algo más de las 6.00, empieza a clarear y los primeros rayos del sol del domingo descubren un paisaje parecido al del «Thriller» de Michael Jackson: rostros desencajados, otros incapaces de levantarse del suelo (a los descamisados les va a costar esfuerzo despegarse de los charcos de vino).

El fin de semana ha transformado a Iruñea y parece habérsele llevado hasta la Puerta del Sol. Primero, el baile del txistu de la Plaza del Castillo se tiene que hacer entre un gigantesco botellón en el que predominan las cuadrillas con mensajes de despedidas de soltero en las camisetas, con lemas tan cutres como «12-7-2009: Manolo le va pegar la última cornada a tu novia» o «Disfruta nena, soy XXL».

Intentamos buscar otros territorios más caseros, pero está claro que han arramplado con todo. En un bar de Nabarreria el dueño amenaza con saltar de la barra porque un aspirante a gracioso se ha liado a tirar petardos a la gente que baila en el interior. En el Jito Alai, donde habitualmente hay música tecno tranquila y sitio para comer bocatas refinados, nos topamos con una masa humana indescriptible. Pero, ¿aquí cabía tanta gente? Algo más arriba, tropeles enteros se sacan fotos con el móvil allá donde cayó corneado Daniel Jimeno. «¡Qué fuerte, tía!», no paran de repetir.

Pasan cuadrillas y cuadrillas cuya procedencia conocerás por sus canciones: «Somos tan feos que el copón/y no tenemos novia», «La cabra, la cabra, la puta de la cabra, la madre que la parió» (¿serán de la Legión?) o «Valladolid entera/se va de borrachera». Vamos, que en cualquier momento aparece hasta Camacho. No todos son madrileños, aunque lo parezcan. Derrotan con especial contundencia los de Cádiz -primeros hermanos de los vascos, sin duda- y los gallegos -siempre que no intentes entender qué dicen a partir de las 4.00 en un bar en el que ¡por fin! suena heavy-.

El Ayuntamiento, siempre al quite, se ha portado como buen anfitrión y les ha preparado un fin de semana de órdago. Primero, el viernes, Manolo Escobar con el repertorio más patriótico posible: «Que viva España», «Porompompero».., y la alcaldesa, claro, encantada de ponerle el pañuelico y subir al escenario a presentar a un «gran artista». En Antoniutti, orquesta flamencona a más no poder, y los mesones de fritanga esta vez con comensales. En San Francisco, canciones de Karina (¡puto horror!) y «chevecha que se sube a la cabecha» (¿hasta cuándo?).

Está claro que no va a haber escapatoria. Nos conformaríamos a estas alturas con no volver a oír la absolutamente infumable «Alcohol, alcohol, alcohol, alcohol, hemos venido a emborracharnos, el resultado nos da igual». ¿Tan poco da de sí la imaginación humana a estas alturas de la evolución?

Encima, hoy ha hecho calor, mucho calor. Cuentan que las piscinas de Donibane una cuadrilla ha entrado a la carrera tras saltarse los tornos de entrada, se han quedado en calzoncillos y se han tirado al agua de cabeza entre los gritos y amenazas del portero. «Tranquilo jefe, que era un chapuzón y ya nos vamos», se despiden, también a la carrera.

Están crecidos, sin duda. Será el efecto Florentino. O que saben que este año les debemos una gorda, que para eso nos pusieron a huevo el último partido de Liga (¡Iker, qué grande eres!). Pero de ahí a que nos intenten convencer de que Esperanza es más facha que Yolanda, pues mira, por ahí no pasamos.