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SAN FERMÍN 2009

Padilla se tuvo que marchar de vacío de su tradicional visita a la Feria del Toro

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Pepe FARIAS

Juan José Padilla, el héroe de la afición iruindarra, se tuvo que volver, lamentablemente, a su Jerez natal sin triunfar en la Monumental iruindarra. Palmas y silencio fue su escueta cosecha en el albero, pese a las ganas que puso, como siempre, por agradar al respetable, de sol y sombra.

Padilla sabe meterse al público en el bolsillo. Es un maestro. El hecho de brindar el primero de la tarde al público y el segundo al entrenador de Osasuna, José Antonio Camacho, son de esos gestos que no cuestan nada y que sirven para mucho.

La pena fue que para el jerezano pudiera triunfar los toros también tienen que poner algo de su parte. Y ayer, una vez más, los miura no sirvieron para una corrida. Hasta el momento, su label para llegar a la Feria del Toro iruindarra era que eran idóneos para el encierro. Visto lo sucedido en la mañana de ayer, habrá que poner esto también en cuestión.

Son toros grandes, majestuosos. Quedan bien en las fotos y en los reportajes previos de las televisiones. Pero en cuanto suenan los clarines, la fama se desinfla. Y es imposible dar un par de pases decentes.

Es lo que le pasó a Padilla. Inició su faena sentado en el estrado, movido por su inacabable gana de dar espectáculo. Se ve obligado a aprovechar las escasas embestidas y logra firmar una buena serie por el lado derecho. Por el izquierdo, no se puede, su embestida es corta. En las banderillas, el jerezano consigue estar espectacular.

El problema llegó a la hora de matar. Falló en el primer intento con la espada, logrando clavar la estocada en el segundo. Una verdadera pena, porque consiguió sacar petróleo de un toro que sólo valía para estofado y contando con el favor del público, tenía la oreja en el bolsillo.

En el cuarto, escenario similar. Padilla insiste, insiste e insiste. El miura no tuvo ni una sola embestida franca. Se paraba en la muleta y buscaba al torero con presteza.

Rafaelillo también le puso ganas, pero tampoco pudo triunfar. También brindó al público su primero y hasta logró dar algunos pases sueltos a base de firmeza e inteligencia, ya que supo dar con la clave del morlaco. Quizá se confió y el astado le levantó por los aires, sin herirle. Lo peor llegó al matar. Estocada al segundo intento. Aviso y descabello al primer intento. Ovación del público.

En su segundo, quiso calentar al público con el recibimiento de dos largas cambiadas de rodillos y un quite meritorio por chicuelinas. Firmó series notables, una sobre la mano derecha y otra al natural. El toro se lastimó una mano cuando Rafaelillo se disponía a entrar a matar y también hubo que descabellarlo. Una pena, con lo bien que íbamos. Vuelta al ruedo.

Con Jesús Millán, tres cuartos de lo mismo. Intentos, intentos e intentos de hacer algo con un material cárnico imposible. Pundonor, pundonor y más pundonor para nada. Silencio y silencio para el diestro aragonés. Y gracias. Esperemos que el estofado salga bueno.

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