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Belén MARTÍNEZ Analista social

Sospechosos habituales

Asistimos a un (re)surgimiento de viejas representaciones de un nosotros construido sobre la angustia y el temor a que nuestro estado de bienestar se derrumbe ante un aumento progresivo de la «población extranjera». Parece que las y los inmigrantes que viven en nuestro barrio vienen a perturbar «nuestra» paz. Los menores extranjeros tutelados se han convertido en la encarnación por excelencia del peligro que nos acecha. Es decir, han dejado de ser aquellos adolescentes víctimas de numerosos traumas personales y sociales en sus países de origen, para pasar a ser sospechosos habituales.

Estamos cada día más cerca de defender el fenómeno de la inmigración por razones estrictamente económicas, adhiriéndonos al utilitarismo neoliberal obsceno, por el que la población inmigrante se asumiría siguiendo criterios como: utilizables, servibles e integrados. Eso sí, siempre que demuestren que están con nosotros y que tienen todo en regla, que son de fiar. Sólo posicionándose en `nuestro bando' dejan de ser sospechosos.

No debería de extrañarnos tanto que esos menores se hayan convertido en seres errantes. Sin vínculos familiares cercanos, subsisten cada día en una especie de no man's land social y cultural. La identidad de las y los adolescentes es una identidad casi volátil. ¿Por qué proyectamos nuestras obsesiones, llegando a etiquetar a esos jóvenes como un lastre de miseria moral que debe ser expulsado de nuestro territorio protegido? La cosmovisión securitaria que nos lleva a protegernos de los otros: los no integrados, los bárbaros de los que hay que defenderse, explotar y/o civilizar, no produce otra cosa que barbarie e impotencia. No tracemos más fronteras interiores. Sólo la convivencia y el diálogo permiten alumbrar la diversidad.

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