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Las llaves del gas

Depender directamente de Rusia e indirectamente de Ucrania, o directamente de Azerbaiyán e indirectamente de Turquía, ésta es la cuestión que subyace tras el acuerdo firmado ayer entre Ankara y cuatro estados miembros de la UE -coordinados por la Comisión Europea- para construir el gasoducto Nabucco, que una vez terminado -no antes de 2014- traerá 31 billones de metros cúbicos de gas al año desde el Caspio al centro de Europa. El proyecto atravesará Turquía de este a oeste y, tras cruzar Bulgaria, Rumanía y Hungría, llegará hasta Viena. El volumen previsto reducirá notablemente la actual dependencia europea del gas ruso, que hoy alcanza ya un 30% del consumo total de la Unión. El acuerdo firmado ayer, en todo caso, aún no está totalmente cerrado, puesto que Ankara exige una factura rebajada al acoger en su territorio casi la mitad del trazado total del gasoducto. Pero no es éste su único objetivo, puesto que Nabucco es un buena baza para Turquía en sus inciertas negociaciones de adhesión a la UE.

La Comisión Europea recordó ayer que éste es un proyecto de interés europeo, y apoyó sus palabras destinando 200 millones de euros como «incentivo» para que las compañías implicadas inicien la construcción del gasoducto lo antes posible. Un rápido vistazo a su trazado indica que es un proyecto de interés al menos para una buena parte de los europeos, puesto que podrá alimentar luego a otras líneas ya existentes. Pero Nabucco es más: el Nabucco Gas Pipeline International es un consorcio formado por Turquía, Bulgaria, Rumanía, Hungría, Austria... y Alemania, a través del gigante energético RWE. Berlín juega a dos bandas: con Turquía por el sur y con Rusia por el Báltico, con el proyecto de gasoducto que uniría Vyborg (Rusia) con Sassnitz, en Alemania. De este modo, Alemania se asegura no depender sólo de una llave. Pero, en último término, Nabucco dependerá de Azerbaiyán, y en mucha menor medida de Turkmenistán, países probablemente más «manejables» para la UE que Rusia, aunque igualmente impredecibles, especialmente si las grandes bazas energéticas que maneja la Unión Europea siguen siendo energías no renovables.

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