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San Fermin 2009 Sale el sol por la mañana... ...y por la noche salgo yo

Sprints en busca del katxi de oro

 

Aitor MENTA

Son muchos los llamados, pero pocos los elegidos. Y sólo uno de ellos merecería el katxi de oro, una mera idea planteada como experimento sociológico pero que el año que viene debería adquirir rango oficial, como el Gallico de Oro de Napardi, el Guiri Day de Kukuxumusu o el Premio Karrikiri al Toro más Bravo de la Feria.

Este año nos limitamos a lanzar un globo sonda y probar. En un momento en que agonizaba ya el día 12, un jurado provisional se reunió en la noche del domingo, mientras afuera de Arrano Elkartea sonaba Bizardunak. Ahí se analizaron en primer lugar, de modo somero, los porqués de algunos pinchazos sonoros. Gentes de las que se esperaba mucho pero que llegaron al 6 de julio auténticamente fuera de forma. Gentes que un día dijeron que no a una entrada para el tendido de sol, o bien subieron a casa a tomar café y cayeron sin solución sobre el sofá, o bien no fueron vistas por testigo alguno en una noche (Y no sirven excusas tan peregrinas como tener que trabajar al día siguiente).

Descontados todos ésos (quizás haya que pensar también en un katxi de hojalata para ellos y ellas), quedaba un elenco todavía importante de candidatos. Se hizo un alto en la deliberación para pedir más «priva» y para escuchar a Bizardunak entonar «Gora Nafarroa» o «Salud y Fueros». Y entonces apareció él, el candidato con mayúsculas. Un candidato forzosamente anónimo cuando hay antecedentes penales de por medio.

Él salió del Arrano y se abalanzó literalmente sobre un compañero de fatigas. Fue como si saliera en ese momento de la prisión que en realidad dejó atrás hace ya unos cuantos meses. Hay comportamientos que no pueden justificarse ni siquiera por los durísimos embates de la represión. Después de estamparle unos sonoros ósculos en recuerdos de tiempos pasados, él se tambaleó durante unos segundos interminables y finalmente se desplomó patas arriba sobre el asfalto, quien sabe si por efecto de la emoción del momento o del alcohol ingerido, o si de ambas cosas a la vez.

Ocurrió todo esto mientras Bizardunak atacaba con otra de los Pogues y mientras el cantante se jactaba de no dar entrevistas (pero lo de los plantones a GARA está muy feo, ¿eh?) y mientras se le lanzaban también un par de tiradillas al Athletic. Pero lo importante no es esto, sino que la espectacularidad de la caída sobre el adoquinado despejó las últimas dudas que podía tener el jurado.

Un testigo presencial aportó un dato añadido, que servirá para adornar el curriculum que se entregará a toda la prensa internacional: «Esta noche pasada ha dormido en el bar de enfrente. No lo pudieron despertar y ahí se quedó». Se hizo un silencio de admiración y uno de los miembros del jurado adelantó el veredicto: «Un puto crack»

Él será el katxi de oro de 2009 salvo que alguien esta pasada madrugada haya pegado un demarraje tan espectacular como inesperado a estas alturas de la fiesta.

Por el camino se quedan otras jóvenes promesas que nunca terminan de explotar, perfil Julián Gorospe. Es el caso de quien se pega todo el año planificando con mimo un día entero de juerga y luego huye como siempre, argumentando que ha cogido frío en el estómago, que no se la termina de pillar, que está lleno de mocos y tiene que echarse suero de mar por las narices, o que la abuela fuma.

También se han quedado relegados veteranos ilustres a quienes les traiciona esa fase de exaltación de la amistad y pasan la barrera de graciosos a pesados. Por ejemplo, decir cosas como «cada vez estoy más enamorada de mi novio» tras tomarse diecisiete martinis no tiene mérito. Es más, resta bastan- tes puntos.

El katxi de oro parece visto para sentencia, pero hay fiesta, luego hay vida. Hoy, por ejemplo, se puede aprovechar para hacer todas aquellas cosas que estaban en la hoja de ruta inicial pero que luego han ido cayéndose por fuerza mayor. Ir al encierro a la Plaza de Toros, tomarse un chocolate con churros, volver a almorzar esos callos picantes, pillar una txaranga a media mañana con la calle todavía despejada, conseguir que alguien nos prepare un Bloody Mary, ver a ese amigo que siempre está viniendo pero nunca llega, despedir a los gigantes, echar una pequeña siesteca, ver el final de la etapa del Tour con un cubatica en la mano, vibrar con la salida de las peñas... y, quién sabe, quizás el katxi de oro aún cambie de manos.

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