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ANÁLISIS La evolución de varios conceptos

La bicicleta y la silla, el paisaje y el Mont Ventoux

Partiendo del hecho de que hoy se disputa una de las etapas míticas del Tour, el arquitecto Iñaki Uriarte une en este análisis hechos aparentemente tan inconexos como son la evolución de la bicicleta, la silla, el concepto de paisaje o la cima del Mont Ventoux.

Iñaki URIARTE Arquitecto

Hoy es 25 de julio, festividad en el calendario cristiano católico de Santiago el Mayor, el apóstol, con todas sus otras formas Jago, Jakes, Jakobe. En su conmemoración miles de personas de múltiples procedencias y creencias a lo largo de la historia han cubierto el largo itinerario que conduce hasta la capital espiritual de Campus Stellae: Santiago de Compostela, en la nación gallega. También otro largo peregrinaje, esta vez de ciclistas profesionales -asimismo de variados lugares y animado colorido- alcanzará la cima del Mont Ventoux en una de las etapas míticas del histórico Tour de France, en esta edición de 2009. Con dicho motivo parece oportuno relacionar una serie de hechos aparentemente inconexos como el título del artículo anticipa.

La bicicleta que tuvo su origen como un velocípedo con dos ruedas enfiladas evolucionó drásticamente desde el primitivo tipo, conocido como Draisina (1817), hasta el que se podría considerar como referencia de la configuración actual: la conocida «Rover» por James Starley (1885). Posteriormente, en 1890, adopta como elemento estructural fundamental un rombo rígido de tubo metálico. Se desechaba así todos los demás precedentes, hierro y madera, para poder soportar el peso de una persona sentada sobre un pequeño sillín con dos livianas ruedas. Continuó con progresivas mejoras de comodidad, racionalización productiva y estética, características muy apreciables en los primeros años del siglo XX, momento en que alcanzó una gran difusión.

La simplicidad de su configuración, rotundamente funcional, es un evidente ejercicio de lo que hoy denominamos minimalismo: la forma al servicio de la función. Su estructura fue evolucionando con aleaciones metálicas ligeras y otros avances para evitar peso, siendo finalmente el cuadro un fino tubo de acero. Se convertía así en un vehículo sencillo, ligero, veloz y silencioso, sin excluir la comodidad. En los años entorno a 1920 existía una gran pasión social por la bicicleta, evocada con admiración como un objeto práctico, contemporáneo y bello. Era un momento de gran expansión como modo de transporte especialmente por motivos económicos e industriales tras la I Guerra Mundial.

En 1926 el diseñador holandés Mart (Martinus Adrianus) Stam (1899-1986) proyectó la famosa silla S33, hecha con un tubo de acero forjado al fuego, reforzado con anillos metálicos y plegado sucesivamente hasta unir sus extremos. Dotada de respaldo y asiento con franjas de cuero, y también en textura calada de mimbre, fue fabricada por la famosa empresa Thonet como un objeto rotundamente sorprendente por su originalidad y calidad.

Algunos expertos discrepan y atribuyen la novedad de la utilización del tubo en la historia de los muebles a la famosa butaca Wassily. Esta silla con brazos fue diseñada en 1925 por el notable arquitecto húngaro Marcel Breuer (1902-1981). Estaba destinada a la casa de su colega, el pintor Wassily Kandinsky (1888-1944), en la famosa escuela de la Bauhaus en Weimar. En esta butaca había en tubo de acero y complementos de cuero o tela tensionados. Fue, al parecer, su propia bicicleta la referencia de inspiración. Se trataba de configurar una butaca de modo más compacto. Para ello, empleaba un cubo mediante el desarrollo continuo de un tubo con giros y angulaciones levemente curvas en los vértices en horizontal y vertical. A pesar de su aspecto industrial es sumamente cómoda.

El prestigioso arquitecto Ludwig Mies van der Rohe (1886-1969) reconoció a Stam el mérito de la primera silla sin patas posteriores. Pero se atribuye para sí el descubrimiento de la elasticidad del tubo de acero, de 24 mm. de diámetro y delgadísimo de espesor 2 mm., sin soldadura, tirado en frío y plegado. El objeto fue la la silla basculante (modelo 533) que desarrolló en 1927 con acabado en cromo plateado. Sus soportes curvos, únicamente frontales, evocan indudablemente a la rueda delantera de la bicicleta.

La idea común en ambos casos era experimentar con las posibilidades de emplear el tubo metálico, utilizado también en las conducciones de gas, plegándolo y juntándolo como un todo consecutivo para conseguir la estructura portante de una silla que no se apoyase sobre cuatro patas, sino en forma de U extendida. La parte superior, en coherencia con este criterio constructivo y formal, exigía un final acorde. La resolución llegaba con una barra horizontal que unía y rigidizaba los extremos laterales y giraba hacia detrás. Es en esta parte donde mejor se expresa la referencia y fascinación ejercida por el manillar elegantemente curvado de la bicicleta.

Estas sillas, junto a otros muebles de similar estructura metálica, anticipan la modernidad y todavía sorprenden a muchísimas personas cuando conocen la época de su creación, estando en total vigencia tanto por su diseño como funcionalidad.

También Francesco Petrarca (1304-1374) se anticipó a la historia en el concepto de paisaje como testimonio transmitido. Lo hizo con las reflexiones que ple rodujo en su escalada al Mont Ventoux, en la Provenza, cerca de Avignon el 26 de abril de 1336. Cuando alcanza la cima de 1.909 metros de altitud, escribe en latín: «Primum omnium spiritu quodam earis insolito et spectaculo liberiore permotus, stupendi similis steti. ...,quo magis inclinat animus».

Que podría expresarse como: «Primero, debido a cierta insólita sutileza del aire y a la visión de aquel vasto espectáculo, me quedé como pasmado. Miro hacia atrás: las nubes estaban bajo nuestros pies, el Athos y el Olimpo empezaban a hacérseme menos increíbles, al ver en un monte menos famoso lo que había oído y leído sobre aquéllos. Dirijo después la mirada hacia tierra itálica, a donde más me inclina mi ánimo...».

Petrarca percibe y goza del paisaje desde un punto de vista estético: en un contexto espiritual, personal, profundo. En sentido literario, comenzará la atención por la naturaleza en cuanto paisaje. En el histórico, comenzará la atención por la naturaleza en cuanto paisaje. Su presencia hace 673 años, está recordada por una lápida situada, posteriormente, sobre la fachada del observatorio.

Actualmente, especialmente en los centros de muchísimas ciudades europeas -con las progresivas restricciones del tráfico automovilístico privado-, el éxtasis paisajístico de Petrarca tiene un gran sentido en su traducción práctica. Para ello son útiles los dos medios más eficaces para recorrer y percibir el paisaje urbano: paseando caminando y rodando en bicicleta. Los planes estratégicos de movilidad urbana más avanzados por progresistas y ecológicos, contemplan la bicicleta como medio de transporte individual habitual, no sólo deportivo o festivo.

Los corredores que hoy alcancen la cima del Coloso de la Provenza, si pudiesen disponer después de la enorme fatiga de unos instantes de reflexión, compartirían con su antecesor aventurero un enorme goce espiritual. Especialmente el vencedor.

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