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Maite SOROA

El euskara y el fantasma

Cuando los argumentos propios son más débiles que la famélica Babieca, algunos tratan de revestirlos con ropaje pseudocientífico. Ayer José Luis Barceló, en «El Semanal Digital» lo intentaba: «científicos de todo el mundo están alarmados por la pérdida galopante de la diversidad lingüística, aquella que, según la tradición bíblica, fue una maldición de Dios ante las ambiciones de la Humanidad ante la mismísima Torre de Babel. Es verdad que la lengua puede ser una barrera si no se conoce la del prójimo, pero también es cierto que su uso puede derivar en intereses políticos bastardos cuando lo que se pretende es fomentar y sustentar las diferencias entre las personas».

El asunto consiste en que, dice el autor, «para muchas personas el idioma supone uno de los rasgos de su nación. Seguramente simplemente se trate de uno de los rasgos integradores y a la vez diferenciadores más importantes a la hora de construir una nación unida. Algunos pueblos como los alemanes, han logrado conformar su unidad nacional casi exclusivamente por razón de una lengua única, aunque existan diferencias culturales, religiosas e incluso étnicas entre todos sus habitantes». No hace falta ir tan lejos, ¿verdad?

El hombre ya sabe dónde quiere terminar, pero se acerca poco a poco, como un explorador apache. Empieza por tierra palestina: «Hay, sin embargo, otros ejemplos muy interesantes que nos ilustran sobre la artificialidad de los estados-nación modernos. Israel, por ejemplo, se conformó como un Estado unitario bastante integrado tras el final de la II Guerra Mundial bajo el postulado de un pueblo único, el elegido de Yavéh (...) El yidish, lengua de los actuales hebreos del Israel moderno, es en realidad una lengua coiné artificial que se creó a propósito de darle unidad e identidad nacional al nuevo estado israelí». Ya está a punto de dar el salto.

Y llega el gran momento: «Igualmente ocurre con la actual lengua vasca, un idioma artificial inventado para dar carácter a la nueva autonomía vasca surgida tras la muerte de Francisco Franco. Este nuevo vasco nunca jamás existió antes -como tampoco la nación vasca-, pero es el idioma que se enseña en las escuelas para `uniformar' a la población. Un legado nefasto y erróneo que solo el tiempo y la Historia podrán colocar en su debido lugar». El que no existe es él. Es un fantasma.

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