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Golpe de estado en Honduras

Punto muerto en un país quebrado por la asonada

La marcha llega a dos cuadras de la casa presidencial, donde hace justo un mes los soldados realizaron la segunda ráfaga de los disparos del golpe de Estado. Los primeros sonaron de madrugada en la casa del presidente, José Manuel Zelaya.

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Arturo CANO

«La Jornada»

Antes de llegar al cruce donde se instalan, los marchistas escuchan el anuncio desde el camión de sonido: «¡Última hora, última hora, Estados Unidos acaba de cancelar las visas de los golpistas!». Hay algarabía, y los líderes declaran enseguida que esa determinación aumenta la presión sobre los golpistas. Una formalidad, si se considera que en los últimos diez años Estados Unidos ha cancelado las visas de más de cien políticos hondureños por presuntos actos de corrupción. En septiembre de 2006, por ejemplo, el ex presidente Rafael Leonardo Callejas fue devuelto de Miami, luego que le avisaron, al bajar del avión, que su visa había sido cancelada por cinco años.

El hecho no trajo ningún descrédito local a Callejas, una de las figuras más influyentes del Partido Nacional: actualmente encabeza la Federación Hondureña de Fútbol, en un país que concede gran importancia al deporte de las patadas.

Con todo, los opositores celebran que entre los mencionados como castigados por el Departamento de Estado estén, según trasciende gracias a fuentes del propio Gobierno de facto, Tomás Arita, el funcionario de la Suprema Corte que firmó la orden de detención de Zelaya, y Alfredo Saavedra, quien sustituyó a Roberto Micheletti en la presidencia del Congreso.

No se da cuenta, oficialmente

Poco después, en los jardines de la casa presidencial, Micheletti habla sobre el aumento de la presión de Estados Unidos: «Oficialmente no me doy cuenta».

La semana pasada, durante varios días, la radio y televisión transmitieron repetidas veces la convocatoria de Micheletti a una jornada nacional de oración, para conmemorar su arribo al poder.

Sin embargo, y pese a que se anuncia rezadera en los templos evangélicos, el acto con la prensa extranjera es una entrevista banquetera, en medio de pisotones de callos de camarógrafos y reporteros.

«La decisión (de retirar las visas) es muy de ellos (Estados Unidos), nosotros vamos a ir a elecciones libres y transparentes en noviembre y yo me voy el 27 de enero de 2010», sigue Micheletti, quien, según la leyenda popular, pasó de cobrador en autobuses urbanos a magnate del transporte, posición desde la cual hizo una carrera de 34 años en el Congreso nacional. En la pasada elección interna del Partido Liberal, el mismo de Zelaya, el presidente de facto quedó en la tercera posición.

Aunque de dientes para afuera le tiene sin cuidado la cancelación de las visas, Micheletti suelta su enojo cuando afirma que «el embajador estadounidense aquí, Hugo Llorens, cometió la irresponsabilidad de no reportar al Departamento de Estado lo que estaba ocurriendo la víspera del golpe de Estado. Ahora da igual, porque así como Estados Unidos puede dar o retirar visas, aquí ningún gringo, venezolano, boliviano o ecuatoriano, va a venir a dar órdenes».

«¿Estados Unidos pretende debilitar a su Gobierno?», le pregunta un reportero. Responde un Micheletti ya en plan de peleador callejero: «Bueno, vamos a ver, el pueblo tiene la última palabra».

Poco antes de hablar con los periodistas, Micheletti recibe a las fuerzas vivas de la segunda ciudad en importancia del país, San Pedro Sula. Empresarios, líderes sindicales, políticos, le aplauden casi cada frase, parados todos sobre una lona llena de firmas y con la leyenda «Seguimos firmes».

Aplauden con más ganas cuando explica qué habría pasado sin golpe de Estado: «Si hubiéramos permitidos la cuarta urna, en este momento seríamos chavistas, seríamos esclavos del socialismo del siglo XXI, seríamos esclavos de un trastornado. Y aquí, injerencias, ¡sólo la del Supremo Creador!».

Nuevas incursiones

Mientras el presidente depuesto Manuel Zelaya anuncia en Nicaragua que en los próximos días hará algunas incursiones en la frontera, su familia puede al fin avanzar hacia el cruce fronterizo de Las Manos, luego de permanecer retenida, desde el viernes, a medio camino.

La mayoría de los medios hondureños dicen que el Gobierno autorizó a Xiomara Castro, esposa de Zelaya, y demás familiares, a viajar hasta la frontera, pero en realidad es resultado de un recurso interpuesto ante la Corte Suprema de Justicia por el Comité para la Defensa de los Derechos Humanos en Honduras (CODEH), gracias al cual un juez ordena a la Policía y al Ejército permitir a la familia Zelaya llegar a la frontera.

Sin embargo, al llegar a unos 12 kilómetros, al punto conocido como Alauca, la familia Zelaya se topa de nuevo con un retén, donde los militares dicen que sólo pueden pasar Castro y los familiares más cercanos del presidente, y no las personas que los acompañan en más de 50 vehículos: «La familia de Zelaya no acepta pasar porque teme por su vida», dice Xiomara Castro, a través de Radio Globo. Impedido para rencontrarse con su familia, pero al parecer decidido a permanecer en la zona fronteriza, Zelaya organiza a sus simpatizantes, muchos de los cuales llegaron a Nicaragua luego de penosos trayectos por las montañas, para romper el cerco.

Esto significa que los zelayistas harán el camino de regreso, a la espera de que haya suficientes personas para cruzar al lado hondureño con todo y el presidente. Los seguidores de Zelaya se organizarán en grupos de 20 llamados «milicias populares de resistencia» y actuarán pacíficamente.

Apoyo a medios de comunicación

Además de marchar, un grupo de simpatizantes de Zelaya permanece desde hace varios días frente a Radio Globo debido a que sus directivos han denunciado amenazas de cierre, y también porque ahí han llegado centenares de ciudadanos a romper las tarjetas SIM de sus teléfonos celulares contratados con la compañía Tigo, propiedad de la trasnacional Millicom y del magnate local Antonio Tavel Otero, luego de que la compañía retirara la publicidad a la radioemisora. Las compañías de telefonía celular se cuentan entre los principales anunciantes de los medios hondureños.

Radio Globo y el canal 36 de televisión han denunciado que Tigo, City Group y el Banco Ficohsa pretenden asfixiarlos financieramente. Los zelayistas señalan a Tavel Otero como uno de los instigadores del golpe. En la víspera de la consulta sobre la cuarta urna, y a pesar de declararse apolítico, Tavel declaró que se trataba de un intento desesperado, por parte de un pequeño grupo, «de imponer un criterio que no va a prosperar».

Otro destacamento se sostiene frente a la embajada de Venezuela, cuyo personal permanece en el país pese a que el viernes pasado se cumplió el plazo que les impuso el Gobierno de facto para abandonar Honduras. Ayer, el Gobierno de Micheletti anunció que los venezolanos son considerados «extranjeros indocumentados».

En el frente fuera de la capital, y tras cuatro días de mantener más de una decena de retenes en la Carretera Panamericana, así como presencia en pueblos y ciudades aledañas, las fuerzas del orden hondureñas parecen haber logrado limpiar de zelayistas la ruta asfaltada hacia la frontera. En la madrugada, las Fuerzas Armadas desalojan el plantón de Alauca, el punto más cercano a donde lograron llegar miles de simpatizantes del presidente y donde permanecieron durante cuatro días los que aguantaron. Unos 60 manifestantes que se habían acercado más al puesto fronterizo Las Manos son aprehendidos y subidos a un trailer que parte con rumbo indeterminado. Según una denuncia de la Organización Fraternal Negra de Honduras, sus compañeros fueron subidos al vehículo con matrícula AAK 8106, sin que pudieran conocer a dónde serían llevados. Son garífunas, misquitos y lencas que no conocen la zona.

Historias así se han repetido una y otra vez a lo largo de los últimos cuatro días. Ayer, por ejemplo, las madres de Brian Avila y César Matute buscaban por todos lados a un abogado porque sus hijos, menores de edad, se fueron hacia la frontera y los tenían detenidos. «Nos habló la Policía para que fuéramos por ellos porque son menores, pero hay toque de queda y no nos dejan llegar», manifiestan.

Una mujer menudita mira las fotografías del cuerpo lacerado del joven Pedro Magdiel Martínez, muerto el sábado luego de ser detenido por la Policía, según testimonios de sus compañeros: «Creímos que nunca íbamos a volver a denunciar cosas tan brutales», remarca Nora Cortiñas, de las Madres de la Plaza de Mayo-Línea Fundadora, quien forma parte de una misión internacional que acompaña a defensores de derechos humanos hondureños en su tercer intento por llegar a los poblados cercanos a la frontera con Nicaragua.

Luego de un día en el país, la misión internacional adelanta haber recibido un sin número de denuncias de detenciones ilegales, torturas, persecución de paramilitares y militares en contra de manifestantes que se desplazan por las montañas del oriente del país, violaciones, hostigamientos e intimidaciones perpetradas por los aparatos militares y policiales del país que actúan al servicio de los golpistas.

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