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«No tengo miedo a asumir el mando, pero sí respeto»

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Patrick Alfaya

Director de la Quincena Musical

Patrick Alfaya (Madrid, 1971) es, a pesar de su juventud, uno de los más sólidos valores de la gestión musical en el Estado español, habiendo trabajado ya al frente de las Orquestas Sinfónicas de Galicia y Barcelona, el Festival Mozart de A Coruña o la Asociación Española de Orquestas Sinfónicas. Mañana comienza la que será su primera Quincena Musical como director, relevando a José Antonio Echenique.

Mikel CHAMIZO | DONOSTIA

Alfaya, que estará al frente de la Quincena Musical al menos hasta el 2014, ha afirmado que continuará con el tipo de festival diseñado por Echenique, pero reconoce que la crisis económica traerá consigo una serie de cambios y recortes.

A escasos días de que comience su primera Quincena Musical, ¿cuál es su estado de ánimo?

Mi estado de ánimo es muy bueno, con muchas ganas de que comience ya todo. Y, por muchos motivos, las ganas aumentan según se va acercando el día.

¿No siente algo de pánico al tomar el mando de un festival que ha sido dirigido por la misma persona durante 30 años, y que además cuenta con un público bastante conservador?

Lo que siento es respeto, porque a José Antonio Echenique le tengo mucho respeto además de un enorme cariño, pero miedo, no, porque el miedo no es un buen consejero. Llego a la Quincena con el ánimo de escuchar y aprender: en general no me importa que se me critique si se hace de una manera sana, acepto bien los consejos y me gusta que la gente exprese su opinión, siempre, claro está, dentro del respeto. Así que no tengo miedo a la opinión de la gente, porque la voy a tener en cuenta. Y sí, el público es conservador, pero como lo es en todas partes. Hay ciudades más grandes que, por motivos porcentuales, tienen grupos de público más abiertos, pero la mayoría del público clásico es conservador aquí o en Nueva York.

¿Por qué decidió cambiar la Orquesta Sinfónica de Barcelona por la Quincena Musical? Se dice que Eiji Oue le trajo por la calle de la amargura...

Eso tampoco es cierto. Yo con Oue, por decirlo de alguna manera, me llevo bien. Profesionalmente me remito a una rueda de prensa en la que los representantes de la Generalitat afirmaron que Oue no estaba cumpliendo con su labor, la de una dirección artística que nunca llevó a cabo. Fue un poco decepcionante, porque a Oue yo le conocía desde hace años y él me animó mucho a ir a Barcelona, y luego su actitud fue bastante inesperada. En cualquier caso, la verdadera razón de venir a la Quincena es que yo tenía ganas de coger el mando de un festival, porque el mundo de las orquestas es interesante pero agotador. Tiene una parte creativa, pero es tan solo un cinco por ciento, porque la mitad del tiempo lo dedicas a la gestión pura y dura, supervisando la parte económica, preparando presupuestos, negociando con los sindicatos... un poco mecánico. Aquí, en Quincena, voy a dirigir un equipo de profesionales mucho más pequeño y dedicaré más tiempo a la parte artística y creativa. Es, además, un festival que conozco bien y que me gusta, porque he venido muchas veces como público y como gerente de la Sinfónica de Galicia.

Ha declarado que su intención es seguir la línea iniciada por Echenique. No obstante, hay también un sector del público que opina que la Quincena lleva unos cuantos años anquilosada y que le vendría bien un cambio más profundo. Se dice que se ha alejado un poco del espíritu de lo «extraordinario», que está implícito en el concepto de «festival» y que en últimamente acuden demasiado a menudo a las mismas orquestas e intérpretes.

No te lo podría decir, porque de momento desconozco esas críticas y tendría que analizarlas más detalladamente. Quizá haya habido cosas que se han repetido de forma concreta, pero yo no he tenido para nada la sensación de hastío. En cualquier caso, yo no comparto la visión del cambio radical para la Quincena. Es obvio que tenemos que modernizarnos, cambiar y traer cosas extraordinarias que no están presentes en la ciudad el resto del año, pero con los festivales siempre existe el mismo problema: hay que comprar por catálogo porque en el mes de agosto casi todas las orquestas están de vacaciones y no podemos contar con ellas. Sólo podemos tirar de orquestas que están en gira por esas fechas, y eso limita muchísimo. Aunque hagas castillos en tu mente con una programación fantástica, al final descubres que no son más que castillos de naipes, porque no puedes acceder a lo que quieres. Hoy mismo he recibido la contestación de un artista que quiere irse de vacaciones con su mujer y su hijo en agosto, y le he tenido que convencer para que venga a la Quincena. Si se desarrollara en cualquier otro momento del año, tendríamos mucha más libertad.

Usted, que viene del mundo de las orquestas, ¿cómo va a revisar este apartado?

Mi intención es negociar con las orquestas para no tener que tirar necesariamente del catálogo de orquestas que están en gira. Hay orquestas muy interesantes a las que creo que podemos convencer para realizar residencias en el Festival. La Orquesta del Festival de Budapest, por ejemplo, que viene este año, o la Sinfónica de Bamberg, son orquestas de mucha calidad a las que se les puede plantear que den dos o tres conciertos en Donostia, aprovechando así para pactar programas que vayan bien tanto a la propia orquesta como a la temática específica del Festival ese año. Es una fórmula que puede funcionar y así complementar la oferta del catálogo. En cuanto a las orquestas de gran renombre, es un disparate lo que han subido los precios en los últimos tiempos. En época de crisis, eso también te limita.

Hablando de crisis... ¿Podría explicar cómo va afectar la crisis a esta edición y la siguiente?

A esta edición, la del 2009, va a afectar poco, porque cuando los presupuestos se aprobaron aún no se había notado la crisis. En el 2010 aún no puedo decir hasta qué punto se va a notar un recorte, porque los patrocinadores ya nos han dicho que la situación económica es tan cambiante que no pueden asegurarnos hasta qué punto llegará el recorte, aunque es seguro que lo habrá. Ante esta situación, hay dos opciones posibles: recortar calidad o recortar cantidad. Yo soy más partidario de recortar cantidad, porque la cantidad la puedes recuperar pero, si bajas la calidad, estás matando al público y te cargas el prestigio del Festival. Recobrar la confianza perdida del público es algo tremendamente duro.

El número de conciertos de la Quincena ha ido creciendo progresivamente. Cada cierto tiempo surge un nuevo ciclo que termina institucionalizándose. ¿Cuál va a ser su actitud al respecto?

Durante esta primera Quincena en que yo voy a estar al frente, me voy a dedicar sobre todo a conocerla mejor, ver qué asistencia tienen los diferentes conciertos, cómo se preparan, comprobar la calidad de todo el proceso... Quiero tener una visión general clara, y a partir de ahí decidiré qué se recorta por razones económicas pero, también, qué se recorta porque ya no es interesante. Por ejemplo, los conciertos en Iparralde: nos hemos arriesgado a ello porque creo que hay un público potencial que puede acercarse desde Iparralde no sólo a la Quincena, si no a Donostia en general, enriqueciendo a la ciudad en lo turístico y en lo cultural. Pero habrá que ver qué resultados obtienen estos esfuerzos. Quizá en un futuro haya que dejar esta iniciativa de lado, de la misma forma que a alguno de los actuales ciclos de la Quincena habrá que meterles tijera. Lo que sí tengo claro es que algunos son intocables, por ejemplo, el de Música Contemporánea.

Echenique siempre tuvo un compromiso inquebrantable con la riqueza del repertorio y con la música contemporánea, aun a sabiendas del riesgo económico que entraña. ¿Cuál va a ser su postura con respecto a esto?

La música contemporánea hay que apoyarla, y no solamente en su ciclo específico, sino en todo el Festival. El público tiene que entender que el dejar de apoyar la creación de nueva música supondría la muerte de toda la música clásica. Una de las funciones vitales del programador es, además de animar al público a asistir a los conciertos de gran repertorio, abrirle los ojos a nuevos campos, nuevos compositores y nuevas formas creativas. Hay que crear en el público un sentimiento de confianza hacia el programador, que digan «este hombre nos puso tal cosa que no recuerdo ni como se llama, pero me gustó. Ahora ha programado otra obra que no conozco, pero bueno, vamos a verlo». Mi intención es ir abriendo camino, aunque manteniendo siempre una base clásica en el repertorio. El arte tiene que seguir adelante, lo mismo pasa con la música, el cine o cualquier otra cosa.

«Las orquestas en gira en agosto sólo llevan consigo el repertorio más comercial»

Dada la antelación con la que se suelen realizar las contrataciones en el circuito de la música clásica, ni ésta ni la próxima edición de la Quincena Musical van a dejar entrever tras ellas la mano de Patrick Alfaya. Pero, interrogado sobre qué le gustaría ver en la Quincena dentro de tres o cuatro años, cuando ya todo esté en sus manos, Alfaya es tajantemente claro: «Me gustaría una mayor presencia del repertorio contemporáneo, pero en el ciclo grande del Kursaal y con una buena aceptación por parte del público». Alfaya opina que «la gente tiene una visión muy limitada de lo que es la música contemporánea», aunque reconoce que mucha gente se ha podido llevar esta impresión negativa porque «hay músicas nuevas que son muy malas, al igual que hay películas y libros muy malos». Lo importante, para el nuevo director de la Quincena Musical, es que el público «tomé con naturalidad absoluta la presencia de la música contemporánea en la programaciones», aunque confiesa que «va a ser complejo, porque nadie tiene la varita mágica para ello».

A Alfaya tembién le encantaría que a la Quincena acudiese más público joven, pero dice haberlo hablado con agentes de todo el mundo y confirma que «nadie posee la piedra filosofal para conseguirlo». Tiene claro que no piensa sacrificarlo todo para lograr estos objetivos, y cuenta la anécdota de un promotor alemán que llenó unos conciertos de música contemporánea a base de regalar cerveza al público. Alfaya opina que «eso no es un éxito» y que hay que lograr que música contemporánea se acepte como «algo natural». Y tiene fe en los melómanos donostiarras, pues afirma que el público de ciudades más pequeñas, como A Coruña, Donostia o Valladolid, está dispuesto a aceptar propuestas nuevas con más facilidad que en Barcelona o Madrid, que tienen un número de abonados que no salen de Beethoven o Tchaicosqui. Confía en que «en una ciudad como Donostia la gente aceptará o no aceptará las nuevas propuestas, pero al menos estará más dispuesta a intentarlo». Y sabe que para ello hay que «envolver las obras nuevas con lo atractivo del repertorio más conocido».

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