Koldo LANDALUZE

El cine es un medio obligado a reinventarse y no ha autocopiarse. Lamentablemente, para los mandamases de Hollywood la primera máxima sigue siendo un riesgo no calculado y, por consiguiente, extremadamente arriesgado. Por ese motivo, la segunda opción sigue siendo la más viable pero no por ello, la más rentable.

En esta bifurcación, el recurso del remake es la opción más recurrida. La falta de ideas y de valentía a la hora de encarar proyectos «visionarios» provoca que la industria eche mano de su almacén y rescate propuestas que en su día tuvieron una respuesta comercial más que aceptable.

Siguiendo la estela de proyectos similares, nos llega esta variante de la magnífica «Pelham 1, 2, 3» de Joseph Sargent: un efectivo thriller setentero sustentado en el cínico cara a cara subterráneo que protagonizaron Walter Matthau y Robert Shaw.

En esta ocasión, se han sacado de la chistera un producto cortado a la medida de un Tony Scott que vuelve a recurrir a su repertorio de efectos pirotécnicos a la hora de planificar las aceleradas escenas que pretenden dotar de brío a una narración que arranca bien y que deriva hacia un nudo y un desenlace que prometen más de lo que finalmente aportan.

Colocados a ambos lados del tablero, Denzel Washington y John Travolta protagonizan un duelo tibio que progresivamente resulta poco estimulante debido a que la palabra siempre está por debajo de los fogonazos y la acción desenfrenada. Ni siquiera los atinados apuntes que el guionista, y cineasta ocasional, Brian Helgeland incluye en la primera parte del filme consiguen mantener el interés de una trama que se diluye entre el frenesí de los raíles y un duelo dialéctico monocorde que pocas veces engancha al espectador. Esta nueva «Pelham 1, 2, 3» es un duelo de poses y no de palabras calibradas a contrareloj, tal y como se mostraba primero en el original literario de John Godey y, posteriormente, en la película de Sargent. Esta nueva versión es la enésima explosión de fogueo que adolece de encanto y apuesta por el recurso fácil de invitar al espectador a subirse a una montaña rusa mareante.