Raimundo Fitero
Vendedores de tila
N o es raro que Mariano Rajoy hable de vendedores de tila. Quizás sea una de las pocas cosas en las que es capaz de tomar una decisión: la tila sola o con azúcar. En el resto de los asuntos que le conciernen políticamente aparece siempre como un bulto sospechoso, o como un cómplice necesario. Sabe bastante de tilas y otras hierbas saludables por propia experiencia consumidora. Camina por la historia sin saber si existe un más allá del próximo telediario o de los considerandos de los jueces «algo más que amigos» de sus soportes territoriales. Lo malo es que desde este momento puede subir el precio de la tila.
Lo de los regalos, su calificación por precio, las conexiones con las concesiones administrativas y todo el entramado de corrupción tan documentado y tan extendido, es un asunto que no entra ni siquiera en el código ético. Se da por supuesto que los súbditos ofrecen regalos y prebendas a los que mandan, sean civiles, reales o militares. ¿Quién no recuerda cuando las familias llevaban en navidades un pollo al cuartel de la Guardia Civil y/o al maestro de escuela? ¿Quién no sabe que a los médicos de cabecera rurales se les ayudaba a sobrevivir con un jamón, unos tomates recién cortados o unas alubias?
Así ha sido siempre, y así sigue. ¿O es que Juan Carlos de Borbón y Borbón paga alguna cacería, alguna comida? ¿Nadie recuerda que una serie de empresarios le pagaron el nuevo yate? ¿Cómo les ha ido a esos empresarios en su vida profesional desde entonces? Y así sucesivamente. Es más, seguro que a Mariano algún vendedor de tila le manda una cestita repleta para agradecerle el anuncio publicitario, que seguro él sabrá cómo repartir entre sus correligionarios, ahora muy embravecidos, pero pendientes de si al tesorero del PP lo imputan o lo empapelan de verdad.
Cuando alguien va a los entes públicos de televisión a intervenir como invitado sin cobrar en ciertos programas recibe un presente, un regalo, una atención. Generalmente con la marca, es decir para que uno siga haciendo publicidad del propio ente. Si estos regalos se hacen a los políticos, algunos deben tener una tienda de regalos empresariales, porque parecen más que fijos, perennes.