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ANÁLISIS

Las horas más bajas del ministro más longevo

Alfredo Pérez Rubalcaba, que fue campeón de 100 metros antes que político, responde con sprints verbales a una ofensiva de ETA que ha dejado su credibilidad en las cotas más bajas. Pero sus declaraciones de los últimos días pueden leerse también como el enésimo servicio de un maratoniano de la política a quien Zapatero mantiene en el cargo pese a una falta de resultados cada vez más evidente.

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Ramón SOLA

Varios medios han destacado que el ministro de Interior vive sus peores horas tras la ofensiva de ETA materializada en Burgos y Mallorca. Al impacto general provocado por la imagen del cuartel castellano y por la muerte de dos guardias civiles se le suma un factor personal: Rubalcaba lleva meses ejerciendo como portavoz exclusivo de la idea de que el final de ETA está próximo. Así se lo dijo incluso a los representantes del Comité Olímpico Internacional en la visita a Madrid del pasado 8 de mayo: «Quien ocupe el Ministerio del Interior en 2016 no tendrá que preocuparse por la banda terrorista». Una aseveración de riesgo que queda en entredicho ahora, en vísperas de que Madrid se someta de nuevo al test del COI. Hace cuatro años, en julio de 2005, la actividad de ETA ya fue el factor clave para que Madrid fuera batida por Londres en el último test para decidir la sede olímpica de 2012.

Tras los atentados de la semana pasada, Rubalcaba no sólo no ha cambiado el discurso, sino que lo ha endurecido. Primero lo hizo con la afirmación del domingo -sin precedentes en el PSOE- de que el final de ETA no será dialogado. Y ayer, con la amenaza de que Batasuna no sería legalizada ni aunque se dirigiera a la organización armada -con la que se contradice a sí mismo-. ``El País'' descodifica así este tipo de mensajes: «Rubalcaba escribe en el friso del Estado de Derecho la misma frase que Dante colocó a las puertas del infierno: `Abandonad toda esperanza'». En otras pala- bras, lo sustancial no es el contenido (la declaración), sino el tono (la dureza). Hasta Juan Carlos de Borbón ha contribuido a este objetivo con la estrambótica afirmación, también sin parangón, de que «hay que darles en la cabeza». Y Patxi López ha asegurado que «éste será el infierno más frío de sus vidas».

Pero es Rubalcaba quien asume el liderazgo de este acelerón verbal y desahoga así a José Luis Rodríguez Zapatero, que en varias ocasiones ha dicho que el mayor error de toda su etapa de gobierno es el cometido el 29 de diciembre de 2006 al augurar que «el año que viene estaremos mejor». Quizás por ello el presidente del Gobierno mantiene su confianza en un ministro que empieza a ser cuestionado cada vez con más intensidad por quienes creen esas declaraciones y se encuentran después con la crudísima realidad.

Pese a la evidente falta de resultados, Rubalcaba acumula varios récords de longevidad. Es el segundo ministro de Zapatero que más tiempo lleva en el cargo (desde abril de 2006), sólo superado José María Moratinos (Exteriores). Ha sobrevivido a las crisis de gobierno posteriores y al cambio de legislatura. Los 40 meses son mucho tiempo para un Ministerio que devora a sus titulares: en el posfranquismo, sólo tres le superan (José Barrionuevo, diciembre de 1982 a julio de 1988; José Luis Corcuera, julio de 1988 a noviembre de 1993; y Jaime Mayor Oreja, mayo de 1996 a febrero de 2001). No gozaron de tanta confianza Alonso, Acebes, Rajoy, Belloch, Asunción, Rosón, Martín Villa ni Fraga.

Tras la «defenestración» fáctica de Ramón Jáuregui con el envío a Estrasburgo, Rubalcaba es también el único dirigente del PSOE que sigue en primera línea desde las fases más oscuras de los años 80, cuando ostentaba responsabilidades en Educación. Y ya era ministro hace casi dos décadas, en 1992. Una trayectoria de auténtico maratoniano para un político que antes era velocista y del que se dice que corría los 100 metros lisos en 11.1 segundos con la camiseta del club Celta de Vigo.

Cuando ascendió al cargo de ministro de Interior, en abril de 2006, hasta en la izquierda abertzale se hicieron lecturas positivas de su nombramiento, ya que se entendía que con ello Zapatero colocaba en la torre de control del proceso a alguien de quien se sabía que estaba antes en la sala de máquinas. Sin embargo, la línea de acción de Rubalcaba -empeñado en mantener la ilegalización como mo- neda de cambio- no sirvió más que para acelerar el fin. Luego ha seguido jugándolo todo a la misma carta de la dureza -amenazó en el ámbito internacional con hacer pagar el fin del alto el fuego con 200 detenciones y lo ejecutó con precisión-. Pero han pasado tres años y la afirmación constante de que ETA «está derrotada» se vuelve contra él.

Las últimas declaraciones parecen propias del sprinter que fue, pero también del maratoniano que se deja el resuello en llegar a la meta sin reparar en que está en otra dirección.

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