Ante cualquier suceso del rango que sea, dos individuos que lo hayan presenciado, y ya no digamos, vivido, tienen versiones diferentes de los hechos acontecidos. Es el principio de toda ficción dramática, el protagonista y el antagonista. Roles que no son inmutables. En el diseño de las democracias formales, lo que desean los grandes comisionistas es el bipartidismo. Se ahorran intermediarios y subalternos. Por eso vamos aprendiendo a ver una imagen y de manera automática nuestro cerebro crea su antagonismo, lo contrario, para intentar en la confrontación de esas dos virtualidades crear otra nueva que si bien no es la realidad, tiene algo más de verosimilitud.

Parece ser que se han roto definitivamente las negociaciones entre Cuatro y La Sexta para fusionarse. Y aquí es cuando las filtraciones interesadas nos ofrecen unas motivaciones contradictorias sobre las causas de esta más que inminente ruptura. Lo único que no se puede esconder es que todo viene por discrepancias económicas y unos dicen que la inmensa deuda de Prisa es el elemento insuperable, mientras otros aseguran que la asimetría de activos es lo que no ha podido equilibrarse. De confirmarse este desacuerdo podríamos augurar una temporada futbolística con guerra total en las ofertas de retransmisiones por pago mínimo. Quizás uno de los problemas pueda haber sido que Canal plus ya lleva semanas ofertando un producto al respecto.

Los responsables de «Vaya semanita» hacen unas declaraciones donde expresan entre otras muchas cosas, su visión de su oficio, del programa y del mundo televisivo, una afirmación que no acabo de asimilar. «El cambio político representa para nosotros un filón». ¿A qué se refieren? ¿No decían que hacían una radiografía de la sociedad vasca? ¿Qué cambia en esa radiografía por el cambio de partido gobernando algunas instituciones? Se les entiende algunas de sus sensaciones, es una nueva motivación para buscar más rendijas donde encontrar las versiones de la realidad, aunque en esta sociedad vasca, al menos en su sección política, los asuntos clásicos se vuelven en tragicomedia con una facilidad exasperante. Esperemos que el filón no sea de más autocensura.