El Caúcaso es una región pauperizada y totalmente periférica, tanto para la Europa occidental como para Rusia. Como tal, las potencias continentales no tienen ningún interés particular en el desarrollo de sus países, menos aún en el bienestar de sus habitantes o en el respeto de la voluntad de sus pueblos. Sin embargo, el Caúcaso tiene un gran valor geoestratégico. Toda la región funciona como frontera real entre ambas potencias, y la influencia en los distintos países que componen el Caúcaso es una de las batallas políticas y militares centrales, especialmente desde el derrumbe de la Unión Soviética. En ese contexto hay que entender la guerra desatada en Osetia del Sur entre Georgia y Rusia hoy hace un año.

La guerra emprendida por Georgia supuso un gran fiasco para las posiciones atlantistas en la zona. Al igual que en otras zonas periféricas en liza, los Estados Unidos habían promovido durante años el alineamiento de Georgia con las posiciones atlantistas. Al mismo tiempo, los intentos por llevar la OTAN hasta la frontera rusa, con el proyecto del escudo antimisiles como punta de lanza, encendieron las alarmas en Moscú. Georgia era una pieza importante en ese rompecabezas, y prueba de ello era el importante apoyo militar y financiero que la Administración Bush daba al Gobierno de Tbilissi. Mijail Saakhasvili, el presidente georgiano, es el típico producto de la política exterior de EEUU. Pero en un momento dado cometió el error de pensar que por ello podía aplicar una política de hechos consumados que los Estados Unidos apoyarían sin mayores problemas. Ese error de cálculo tuvo trágicas consecuencias para los soldados georgianos que fueron enviados a una misión imposible y para la población oseta que fue bombardeada. Pero además ofreció a Moscú la oportunidad de oro para ganar dos batallas: la armada por un lado y la política por otro.

En todo caso, un año después de la victoria rusa y tras la declaración de independencia de Osetia del Sur todos los cronistas coinciden en señalar que, más allá de vencedores y vencidos, los verdaderos perdedores han sido los habitantes de la zona que siguen siendo los parias de este juego de guerra entre potencias.