Fallece el escritor Pablo Antoñana
«Tenía una prosa violenta, escrita por alguien que sufrió mucho»
A. BILBAO | DONOSTIA
Pablo Antoñana mantuvo una fructífera relación con la editorial Pamiela, que publicó varios de sus libros, como “ Extraña visita y otros relatos” o “De esta tierra y otras guerras perdidas”.
Según declaraba ayer el editor Pello Eltzaburu, «por decirlo de alguna manera, Pamiela también se formó gracias a Pablo Antoñana». A principios de la década de los 80, la actual editorial «era una revista literaria» en torno a la librería Auzolan de Iruñea. «La revista decidió publicar un monográfico sobre Pablo Antoñana», un escritor por entonces «condenado al ostracismo y no reivindicado».
Según declaraba ayer el editor Pello Eltzaburu, «por decirlo de alguna manera, Pamiela también se formó gracias a Pablo Antoñana». A principios de la década de los 80, la actual editorial «era una revista literaria» en torno a la librería Auzolan de Iruñea. «La revista decidió publicar un monográfico sobre Pablo Antoñana», un escritor por entonces «condenado al ostracismo y no reivindicado».
Ese fue el punto de partida para, entre otros trabajos, se editasen sus obras. “Pequeña crónica” fue así «el primer libro en castellano que publicó Pamiela», que en la misma época «publicó un cuento de Pello Lizarralde, con título en italiano, en euskara», recuerda Eltzaburu. «Después han llegado casi cuatrocientos más». Entre ellos, un buen puñado escritos por el puño de Antoñana. «Siempre existió una fuerte relación entre Pablo y la editorial», agrega.
El escritor de Viana «fue el eslabón entre la literatura de la generación previa a la Guerra del 36 y las nuevas generaciones» –después llegaron Sanchez-Ostiz y los demás–, el único que «cultivaba una tradición liberal y progresista». En definitiva, resume el editor de Pamiela, «Pablo ha sido un gran referente para todos nosotros».
Otro navarro admirador de la obra de Antoñana es Asisko Urmeneta, a quien la admiración por la prosa del escritor navarro le llegó a forjar una buena amistad con él. Cuenta el dibujante que le conoció «como escritor, por medio de sus textos en prensa. Hace tiempo ya, leía cada semana sus escritos, que me parecían excelentes, en el periódico de los sábados».
Pablo tenía, prosigue Urmeneta, «una prosa muy violenta, escrita por alguien que sufrió mucho y además desde Nafarroa». Después, gracias a Pamiela, «descubrí su primera novela (primera para mí), me gustó y lo abordé por la calle para decírselo». El irundarra aún recuerda cómo Antoñana le dijo: «¿Te ha gustado ‘No estamos solos’? Pues ahora escribo mucho mejor», refiriéndose a su obra posterior. Después, los dos artistas se convirtieron en buenos amigos, llegando a formar un cuarteto, junto a José María Jimeno Jurio y Jorge Cortés Izal, que se citaba en Iruñea para aprender euskera mediante mintza praktika.
Para Urmeneta es importante «la obra ingente que escribieron durante el franquismo los arrinconados». Entre ellos Antoñana, «largamente condenado al olvido por el sistema», al que se descubrió, en sus propias palabras, quizás demasiado tarde. Si en su día hubiera tenido el impulso que se merecía o los puentes necesarios para ello, opina Urmeneta, «hubiera tenido otra producción literaria y otra repercusión internacional».
El escritor de Biana fue «muy maltratado», pero, como respuesta, su material no destilaba amargura. «No escribió literatura de venganza, respondió muy elegantemente al olvido al que fue sometido». Urmeneta resume: «Para mí, Pablo Antoñana es uno de los principales escritores en lengua castellana».
Pablo Antoñana «euskaraz»
Pablo Antoñana «euskaraz»
El cuarteto formado por Jimeno Jurio, Cortés Izal, Antoñana y Urmeneta para la práctica del euskera sorprende, y merece un capítulo aparte. «Cada cual tiene sus mitos. Yo admiraba a Jorge Cortés, Jimeno Jurio y Pablo Antoñana», cuenta Asisko Urmeneta. «Ellos habían estudiado euskera por su cuenta», con viejos libros. Conocían verbos complicadísimos pero les costaba desenvolverse en conversaciones cotidianas, «por lo que les propuse ayudarles» por medio de unas mintza praktikak.
Para el artista irundaarra «fue un privilegio impresionante». Tenían pocas armas para desenvolverse en euskara, y llegados a un punto «abrían paréntesis en castellano». Asisko Urmeneta les ayudó con el idioma «y, a cambio, ellos me ofrecían clases magistrales», despotricando sobre el obispo o, también, «hablando de geopolítica».