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Los últimos reductos de la rana

Casi media mañana y un sonido metálico parte de la zona anexa al Arriaga. Algunos tiradores calientan muñecas. Es el juego de la rana, una práctica, principalmente, de mayores, porque las ranas han ido desapareciendo de los bares. Estos campeonatos son su reducto.

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Joseba VIVANCO

A éste no hay quien le gane en toda Bizkaia y parte de Deusto», comentaba en un corro un veterano aficionado al juego de la rana, después de no perder ojo de la tirada ganadora de Humberto Pérez, en la que ficha que no impactaba contra el morro del `anfibio', iba adentro: en total, ocho ranas. «Pasan los años y sigue igual. Los demás venimos de reservas», le asentía otro de los que esperaba su turno. Al final, tras casi tres horas de golpear a la rana, la lógica se imponía. Humberto, campeón ya hace dos años -el año pasado sólo metió dos ranas- se llevaba la txapela, trofeo y los cien euros de premio que le llegarían, y sobrarían, para la comida.

Nada menos que 75 inscritos -hubo 24 en la tirada infantil- mostraron su temple y desigual acierto en un juego que desde hace años no falta en el programa txosnero de Aste Nagusia. Bajo la carpa de la comparsa Pa...Ya, y promovido por la de Arrainak, curiosos y tiradores se arremolinaban desde las once de la mañana. «Cuando desaparezcamos los cuatro viejos que quedamos, se acabó la rana», profetizaba otro veterano del juego, Joselu, «de Algorta», a secas. Y es que aquí, los tiradores tienen nombre y, de apellido, el pueblo de origen. Y hasta Bilbo vienen de Lemoa, de Bedia, de Erandio, de Abadiño... «Los de Sestao son buenos», confesaba este jugador de 78 años, que esta vez se tenía que conformar con dos ranas.

Hablamos de un juego que ya los egipcios practicaban o con el que, seguramente, en la cubierta del malogrado Titanic ya pasaban el rato, pero que, cómo iba a ser de otra manera, «se dice que lo inventaron los curas vascos y luego empezaron a jugar los aldeanos», comentaba Tomás, miembro de Los Amigos de la Rana, con sede en Trapaga. Quizá porque Alejandro Caverivière, cocinero en jefe de la Sociedad Gastronómica Bilbaína, ya a principios de siglo creó la receta del Bacalao al Club Ranero, como homenaje a los socios del entonces Club de Jugadores de Rana de Bilbo.

Cualquier tiempo pasado fue mejor

Pero hoy este juego ha perdido mucho gancho. «Recuerdo que a Gernika íbamos diez o doce veces al año, porque había campeonatos en cada barrio», apuntaba Joselu, que lamentaba que hace años en Algorta llegara a haber hasta cinco o seis ranas en los bares; hoy, ni una. «Hubo una época en que en la cuadrilla estábamos hasta diez que no fallábamos una. ¡Pero de pasarnos dos horas jugando y metiendo 30 ó 40 ranas!», rememoraba su colega y, ayer, rival Humberto.

La realidad es que la rana que antaño custodiaba la entrada de cada bar, hoy es un recuerdo. «Las han sustituido por máquinas tragaperras», lamentaba Tomás. Por fortuna, en los campeonatos que en algunas localidades tienen lugar en verano se juntan entre 15 y 30 aficionados, conocidos ya entre ellos, que mantienen viva la afición.

La de ayer -este martes también habrá prueba, pero por parejas-, es una de las tiradas preferidas por los aficionados vizcainos. En Bilbo no faltaron los recientes ganadores de las tiradas en el Puerto viejo de Algorta y en Romo. Pero no pudieron con la muñeca de Humberto. Desde 3,5 metros de distancia, la ficha de 60 gramos de peso raspaba la garganta de la sufridora rana hasta en ocho ocasiones, tras cinco tiradas. «Y eso que no ando fino, porque me duelen los músculos del brazo y la vista también falla», se quitaba mérito, a sus 73 años, este gallartino de nacimiento y sestaorra de adopción.

«Puedes meter o no meter, depende de qué día tengas o la suerte, pero al que se sabe se le ve rápido, porque siempre ronda los morros de la rana», proclamaba Tomás. Y a fé que ayer se vieron buenos jugadores o, por lo menos, postura pusieron.

 

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