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Rafa Díez Usabiaga sindicalista

«Deslegitimación»

La actualidad de este verano sigue teniendo en la crisis económica una referencia importante en el debate y una gran preocupación política. Otros temas como la interminable cadena de casos de corrupción política, las escuchas y/o espionaje a dirigentes del PP -¡qué diríamos al respecto desde la izquierda abertzale!- o la andadura jurídica del Estatut por los despachos del Tribunal Constitucional van llenando informativamente unas semanas sacudidas, así mismo, por las acciones de ETA y sus graves consecuencias.

Pero en Euskal Herria hay una palabra que ha adquirido centralidad en el planning veraniego tanto del nuevo Gobierno de Gasteiz como del tándem UPN y PSN en Nafarroa: «deslegitimación». Parece que algunos han descubierto en la misma la receta «mágica» para afrontar un conflicto político bloqueado en parámetros de confrontación.

Tras esa llamada «deslegitimación de la violencia», con un hilo argumental pleno de impotencia, unilateralidad e hipocresía, se vienen arbitrando medidas y actuaciones políticas, judiciales y policiales que incrementan, con cotas de discrecionalidad inusitadas, la inercia en la vulneración de derechos fundamentales del Gobierno español y sus sucursales políticas en Hego Euskal Herria. Parece, además, que la sentencia del Tribunal de Estrasburgo se utiliza como soporte para otro golpe de tuerca en la presión represiva contra amplios sectores de la sociedad vasca.

La prohibición sistemática de convocatorias y la persecución judicial y represiva de las fotos de presos y presas, como una especie nueva de «caza» por parte de todos los cuerpos policiales españoles, han sido los efectos de ese discurso de «deslegitimación» que, con el tutelaje del PP, nos ofrece el lehendakari López como gran trofeo en sus cien días en el Gobierno autónomo. Algo que, también, ha contaminado las actuaciones del «unionismo» navarro.

Así pues, este verano se han fusionado la «guerra de las banderas» y la «guerra de las fotos» como particular aportación del «cambio socialista» a la «lucha antiterrorista». Una novedad convertida en serpiente de verano informativa y escape para las impotencias del Estado a la hora de afrontar el contencioso vasco con inversiones estructurales en claves de diálogo y acuerdos democráticos. Un discurso que, tras los precedentes de Jon Anza y otros, alimenta episodios de guerra sucia, como hemos visto en las amenazas contra la txupinera de la Aste Nagusia bilbaina tras su linchamiento político y mediático.

Las consecuencias están siendo muy graves: Remi Ayestaran muerto como resultante de la presión policial, un hombre de 85 años grave por un pelotazo en la cara, cargas policiales con múltiples contusionados de toda edad y condición, numerosos detenidos... y situaciones de ocupación policial y confrontación como «aportación» socialista a los espacios festivos en diferentes localidades. Así pues, bajo el paraguas de la llamada «deslegitimación» de la violencia, más vulneración de derechos, represión y crispación.

Las preguntas son claras: ¿qué están ganado con recrudecer tensión y confrontación, con profundizar las zanjas sociales en una sociedad necesitada de puentes y cohesión para soluciones estables e integradoras? ¿Qué pretenden con esta estéril dinámica política? ¿Cómo quieren abordar una realidad donde, según estudios de la UPV que se harán públicos en septiembre, el 24% de los jóvenes vascos opina que las acciones de ETA están justificadas y, además, un 15% se muestra indiferente ante sus intervenciones armadas? ¿Cómo quieren deslegitimar la violencia desde la vulneración de derechos y con más violencia?

Detrás de los supuestos objetivos de esta acentuación represiva -criminalizar la solidaridad con los presos y presas, borrar del escenario político a la izquierda abertzale y el independentismo y condicionar el debate político para integrar al «hijo pródigo», es decir al PNV, en la estrategia del Estado-,sólo en este último aspecto se perciben avances del pacto unionista ante un partido jeltzale que, como un «zombi» político, se deja arrastrar por la inercia del Estado y sus delegaciones en Gasteiz e Iruñea. En relación a la solidaridad con los presos y presas y/o el debilitamiento del independentismo -más allá de espejismos fruto de la represión y propaganda oficial- no solamente fracasarán en sus objetivos, sino que están creando condiciones para que en los próximos meses la iniciativa política, a modo de boomerang, del soberanismo e independentismo sea, además de necesaria, mucho más fuerte y eficaz.

Análisis preventivos. En el marco de noticias plagadas de prohibiciones, actuaciones policiales... ha destacado, así mismo, la información especulativa vertida por responsables políticos y medios de comunicación. Todos han hablado de la izquierda abertzale y sus previsibles movimientos políticos para los próximos meses. Hipótesis en torno a refundaciones, a desmarques pactados de la violencia para lograr la legalización, al polo soberanista como cobertura para compatibilizar actividad política y permanencia de la actividad de ETA... Es decir, medios de comunicación y dirigentes políticos de casi todos los partidos -especialmente PSE-EE y PNV- especulando y valorando sobre la dimensión y características de posibles iniciativas políticas de la izquierda abertzale.

Estamos, con ello, ante una nueva formula de comunicación. Hasta ahora la estrategia preventiva era conocida en el ámbito de la acción policial, pero ahora se ha manifestado, también, en relación a la actividad política de la izquierda abertzale adelantando e interpretando supuestos escenarios e iniciativas. Y, en esa política preventiva, Rubalcaba y Ares nos han establecido un nuevo e indefinido listón: «la condena de la violencia no sería suficiente para la legalización de la izquierda abertzale». Una frase que, entre otras cosas, evidencia la instrumentalizacion política del Gobierno español de la Ley de Partidos en su estrategia contra Euskal Herria, desnudando con ello la base argumental de la sentencia del Tribunal de Estrasburgo.

Pero así mismo esa polémica testifica que, a falta de propuestas para sacar a Euskal Herria del actual bloqueo, tanto PSE-EE como PNV se dedican a un ejercicio de análisis y contra-análisis sobre lo que puede hacer o no la izquierda abertzale. Algo les preocupa, ¿no? Parece que les ponen nerviosos otros escenarios o perspectivas en la política vasca. Parece que se encuentran más seguros en este bloqueo que ante posibles movimientos. Como acertadamente decía en esta misma sección Joxean Agirre: «Si lo que preocupa a Madrid es la iniciativa política de la izquierda abertzale es preciso articularla de manera contundente y diáfana, sacándola del vertedero argumental del empate infinito y colocándola en el cauce central de toda estrategia nacional: la suma de fuerzas y compromisos políticos y sociales en el camino hacia la independencia». Agirre termina señalando que «es urgente salirse de la espiral a la que nos empujan y poner los dos pies en la idea central: hacer de la suma un ejercicio viable y efectivo». Ésta es la reflexión que, también, sintetizaba la respuesta de la izquierda abertzale a Rubalcaba: «no estamos para regates en corto, movimientos tácticos o sacar conejos de la chistera... el contexto obliga a tener altura de miras y perspectiva estratégica».

Así pues, en los próximos meses la prioridad de la izquierda abertzale es situar una reflexión, instrumentos e iniciativas que permitan modificar radicalmente las variables del debate y la acción política tanto del tándem PSE-EE-PP como del PNV y Aralar. Tenemos que abrir las puertas a una nueva fase impulsando con ello el verdadero cambio político y social que reclama la mayoría de la sociedad vasca. Hay fuerza, militancia y compromiso para constituir un espacio político, sindical y social determinante en la superación del bloqueo actual hacia un escenario de paz y democracia y, al unísono, en la estimulación de las posiciones independentistas y socialistas con una progresiva y ambiciosa acción de masas e institucional.

Escocia, Groenlandia, Irlanda, Nueva Caledonia... avanzan en su debate y posición independentista. En el conflicto del pueblo saharaui se revitaliza la negociación tras las reuniones de Austria. En Turquía, paradigma de la represión y conculcación de derechos, se está abriendo una alternativa de negociación tras la propuesta del PKK y la hoja de ruta elaborada por Ocalan. E incluso en Colombia se inician nuevamente gestiones embrionarias con participación de la Iglesia.

En Euskal Herria hemos visto pasar varias oportunidades, pero todos sabemos que el conflicto sólo puede abordarse desde un diálogo, negociación y acuerdo democrático donde la izquierda abertzale tiene que jugar un papel dinamizador y determinante. Ese objetivo, con la implementación del independentismo, tiene que marcar la iniciativa de la izquierda abertzale para que, superando una fase en clave de proceso político, el verano del 2010 tenga ingredientes y actores que nos permitan construir el cambio político y social en Euskal Herria.

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