Cronología desobediente de la Euskal Herria «noviolenta»
La no violencia activa o, simplemente, «noviolencia», es un tipo de lucha que ha tenido una serie de referencias o hitos clave en Euskal Herria y en el mundo. Sabino Ormazabal publica en euskara y castellano un repaso de los más representativos, una recolección de actos de protesta y de desobediencia civil que ofrece una novedosa revisión histórica de los movimientos sociales.
Aritz INTXUSTA
La desobediencia civil y las protestas no violentas forman parte de la historia reivindicativa de Euskal Herria y, en general, de todos los movimientos alternativos de hoy día. Sin embargo, el conflicto vasco aparece en los medios reducido a una confron- tación violenta. Bajo estas premisas nace el libro `''500 ejemplos de no violencia'' del activista vasco Sabino Ormazabal. En él se enumeran, sin juzgarlos, los principales hitos y actos reivindicativos llevados a cabo sin violencia, pese a que algunos de ellos «no fueron concebidos bajo la filosofía de la noviolencia por quienes los programaron». La recopilación, en la que se relatan los hechos por orden cronológico, aglutina desde el movimiento de insumisión y el de los Solidarios con Itoitz hasta la acción mítica de las giraldillas o cuando el sindicalista Fede García fue a pagar una deuda a la Caja de Ahorros Municipal de Bilbao con un cerdo vivo en 1982.
Porque ejemplos hay para dar y regalar en esta tierra. Ya por el siglo XIV, los vecinos de Monreal le dijeron al gobernador español que a la guerra no pensaban ir de ninguna manera. En el XV, son los de Tafalla y Olite los que se niegan a acoger tercios irlandeses en sus pueblos. Los alcaldes de estos pueblos acabaron presos en Madrid. Pocos años después, en 1653, será toda Nafarroa la que se niegue a guerrear contra Catalunya. El Estado, finalmente, reunió 500 hombres a duras penas, pero «se reconoció desde las primeras marchas la fuga de la mayor parte, de manera que no tuvo efecto el servicio», escribió después la propia Diputación. Según el libro de Ormazabal, al año siguiente el rey español se comprometió a perdonar a todos los desertores si volvían a enrolarse. Nadie le hizo caso.
El primer boicot
De los más de 500 actos que se recogen, unos 400 tienen lugar en Euskal Herria o los responsables son vascos. El resto, son hitos sobre desobediencia y la lucha pacífica. Uno de los más curiosos transcurre en Irlanda entre 1870 y 1890. El capitán Charles Cunningham Boycott administraba las fincas del conde de Erne. Los jornaleros que las trabajaban pidieron una rebaja en los costes de arrendamiento. Boycott no les hizo caso y les echó de las tierras del conde. Los jornaleros respondieron suspendiendo todo tipo de tratos con el capitán, se negaron a trabajar sus tierras o en su casa. Después, los comercios decidieron no venderle comida e incluso el cartero local no le dejaba el correo en casa. Boycott acaba huyendo con su familia a Inglaterra.
Sabino Ormazabal y el grupo Bidea Helburu defienden que estos métodos son muy eficaces para «cambiar la correlación de fuerzas» mediante la «humanización del conflicto para sumar más gente a fin de alcanzar un nuevo acuerdo con el otro». El periodista (finalmente absuelto en el proceso 18/98) sostiene que de todas las acciones recopiladas puede nacer «una generación capaz de enfrentarse al Estado sin tener miedo a la cárcel. Sin miedo, sin obedecer, este pueblo es imparable». Bidea Helburu hace suya la premisa de Jean Marie Muller: «Si utilizo la violencia no provoco en la opinión pública un debate sobre la injusticia contra la que lucho, sino sobre la violencia que cometo».
La desobediencia civil, como tal, nace oficialmente con Henry David Thoureau, que en 1842 decide no pagar sus impuestos al Estado de Massachusetts por su postura contraria a la guerra de México. Acaba encarcelado. Hoy, sigue habiendo insumisos fiscales en Ondarroa. Pero quizá no haya mejor ejemplo de desobediencia que la practicada por los primeros objetores e insumisos. El libro pone fecha y lugar (Tolosa, abril de 1977) al germen de los primeros Comités Antimilitaristas. En menos de dos años, el movimiento estuvo lo suficientemente maduro para que 70 objetores marcharan desde Santurtzi a Bilbo. Cuando los policías vinieron por ellos, los objetores se sentaron encima del coche. En el libro, todas estas acciones antimilitaristas se cruzan, además, con otras contra las centrales nucleares: boicot de trabajadores portuarios a las descargas de material para Lemoiz, encerronas en la Diputación de Gipuzkoa y Bizkaia en 1980... La recopilación recoge también cuando en Donostia cambian los nombres de las calles con denominación franquista por «Askatasunen Kalea, Presoaren Enparantza, Iheslarien Kalea».
Los actos de noviolencia también se cobran sus primeras víctimas, como la ecologista Gladys del Estal, muerta en Tudela por una bala del guardia civil José Martínez Salas durante una sentada en 1979. En 1992, el guardia civil recibirá la medalla al mérito militar. Cuatro años después de este homenaje, fallecían en prisión dos insumisos: Unai Salanueva y Kike Mur Zubillaga.
``500 ejemplos de no violencia. Otra forma de contar la historia'' relata también cómo surgen los primeros grandes héroes de la noviolencia. El más emblemático apareció en China en 1989. Un hombre con dos bolsas de plástico se planta frente a una hilera de tanques al día siguiente de la matanza de Tiananmen, «El blindado que va encabeza trata de sortearlo, por la derecha y por la izquierda, pero este valiente se interpone una y otra vez en su camino, hasta que el convoy tiene que detenerse», recuerda Ormazabal.
itoiz, espectacularidad
Los ecologistas han apostado siempre fuerte por las acciones noviolentas. La pauta la marcaron los antinucleares. Greenpeace impuso su propia marca: golpes de efecto muy visuales y arriesgados. Nace en 1971 con críticos con la guerra de Vietnam. Ese mismo año viajan en un pesquero a una isla de Alaska donde iban a explosionar una bomba nuclear. Con sus propias vidas «logran retrasar las pruebas durante dos días y su acción activa un importante e imparable movimiento». Su barco más famoso, el Rainbow Warrior, acabará hundido por los franceses en Nueva Zelanda en 1985.
Si alguien recogió el testigo de espectacularidad y riesgo de estas acciones de Greenpeace fueron los Solidarios por Itoitz. Su andadura arranca en 1995, cuando «ocupan el despacho del director general de Medio Ambiente de Nafarroa». Y sólo es el comienzo. Un año más tarde, «Deconstrucciones Itoitz» corta los cables principales de la presa y paraliza las obras durante un año. Y en 1999, tiran la casa por la ventana: se encaraman a la Noria del Milenio de Londres, suben al tejado del Palacio de la Paz de La Haya, escalan hasta la cúpula del Vaticano...
Del olentzero a la giraldilla
«1998. Víspera de Nochebuena. Miembros de Presoekin Elkartasun Taldea realizan su primera acción llamativa en la cárcel de Algeciras», escribe Ormazabal. Un Olentzero escenifica que rompe con un pico los muros de la prisión, y es detenido por la Policía española, pero las «giraldillas» tardarán menos de un año en aparecer.
En agosto de 1999, en plenos mundiales de Sevilla, dos activistas disfrazados de mascotas con mapas de «Euskal Presoak Euskal Herrira» se cuelan en el escenario principal y bailan durante 20 minutos con el presentador. Sesenta televisiones lo retransmitieron. Olentzero volverá a los pocos meses a Algeciras con la rotaflex. Esas Navidades 727 presos se ponen en huelga de hambre durante una semana. «Daniel Derguy deja la huelga el 27 de febrero de 2000, después de 63 días», recuerda Ormazabal. Dos años más tarde Olentzero y Papa Noel se cuelan otra vez en la cárcel. En esta ocasión, en La Santé.
En el apartado de detenciones, el libro menciona además la entrega pública en el frontón de la Esperanza de Bilbo de 18 jóvenes condenados a seis años de cárcel por el «caso Jarrai-Haika-Segi». Ellos eligieron el momento, el lugar y la foto «para mostrar que el juicio contra ellos era político».
Una de las protestas más curiosas que recoge el libro de Sabino Ormazabal tiene lugar en el pequeño pueblo de Bi'lin, en plena Cisjordania, donde cada viernes y desde hace más de cuatro años los vecinos se manifiestan contra las obras del muro del apartheid. Esta vez tenían un apoyo especial. El zanpantzar gasteiztarra de Judimendiko Momotxorroak decidió sumarse a la marcha y agitar las colas de caballo en los mismos morros de los soldados israelíes «ahuyentando a los malos espíritus». Sobra decir que poco después, y bajo un calor asfixiante debajo de las pieles, tuvieron que salir corriendo (con jaleo de cencerros) para huir de las balas de caucho y los gases lacrimógenos.
Según se relata en el libro, uno de los vascos aseguró que «la experiencia adquirida en las calles de Euskal Herria te sirve para estar más tranquilo y no perder los papeles». Este acto solidario y arriesgado se decidió sobre la marcha, ya que el zanpantzar de Judimendi había acudido sólo para actuar en Ramala. Sin embargo, ante la grave situación de los palestinos decidieron convertir su ancestral espectáculo en una moderna protesta que provocó esta imagen absolutamente irrepetible. A.I.