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Los incendios cercan Atenas

«Los bomberos nos dejan solos ante el fuego»

Los bomberos «nos dejan solos ante el fuego», se queja un habitante de un gran suburbio de Atenas, presa desde hace cuatro días de violentos incendios que ayer continuaban su avance tras haber alcanzado el domingo las puertas de la capital griega.

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Philippe PERDRIAU - John HADOULIS | France Presse

Llamamos a los bomberos, vienen con un camión, riega algunos árboles y se vuelven a marchar. Algunos minutos más tarde, el fuego se reanuda y entonces nos encontramos solos ante el fuego y debemos hacer lo más duro del trabajo», indicó a France Presse un habitante de Stamatas, localidad cercana a Agios Stéfanos, a 40 kilómetros al norte de Atenas. Pinares próximos a zonas de viviendas acababan de consumirse bajo una espesa humareda que, a pesar de las incesantes ráfagas de viento, ocultaba el sol.

Muchos habitantes de este gran suburbio de Atenas se plantaron la noche del domingo ante sus casas para regar con mangueras de jardín los setos y el césped con el fin de intentar impedir el avance de las llamas. Otros retiraban con ayuda de rastrillos las capas gruesas de pinocha que cubrían los tejados de sus viviendas y depositaban decenas de sacos de basura repletos de estas hojas muy inflamables en la aceras de las zonas periféricas de Agios Stéfanos, esperando su hipotética retirada por parte de los bomberos.

Parcelas dispersas de esta zona o pinares y viviendas aisladas calcinadas se mezclaban con restos de vehículos aún humeantes.

El fuerte viento que no amainó desde que se desataran los incendios explica la propagación de las llamas desde los pinares a las pequeñas parcelas y jardines que rodean las casas, según los bomberos.

El domingo, agentes motorizados de la Policía recorrieron la región de Agios Stéfanos, poblada por alrededor de 10.000 personas, pidiendo a sus habitantes que evacuaran la zona, consejo que sólo siguieron algunos.

«Ayer -por el domingo- nuestra casa se libró, pero el fuego se ha reavivado hoy», indicó Theofania Kassimati, una mujer de 53 años que huyó de su domicilio. «Gente que circulaba con altavoces nos conminaba a marcharnos, entonces embalamos algunas pertenencias, cogimos a nuestro pequeño perro y nos fuimos», relató.

Ante las barreras instaladas en las carreteras del perímetro amenazado, policías impedían a los curiosos que se acercaron en gran número desde Atenas acceder a la zona. PAl rato, la mayoría estaba ya de vuelta para intentar proteger sus bienes. Otros, obviamente, eligieron ignorar el peligro, como dos ancianas que tomaban café en la terraza de su casa, a apenas un centenar de metros de un pequeño valle en el que sólo había cenizas de lo que la pasada semana era aún un pinar de árboles centenarios.

Entristecidos y fatalistas

Ocultos por una gruesa humareda, los habitantes de Pikermi, municipio situado bajo el monte Pentélico y la última defensa antes de los suburbios de Atenas, se limitaban ayer a observar con fatalismo el trabajo de los hidroaviones que lanzaban su carga de agua sobre árboles en llamas para proteger sus casas. Alejados por la Policía por su propia seguridad, decenas de habitantes de esta localidad de 1.300 personas permanecían agrupadas cerca del cementerio municipal, esperando ser informados sobre la evolución de los incendios.

«Mi casa está al otro lado del pico, mi hijo está dentro y no puedo contactar con él, su teléfono móvil no funciona ya», se lamentaba entre lágrimas una mujer de 40 años.

«Mi marido está en nuestra casa y no me dejan contactar con él», añadía otra mujer vestida de negro que agitaba una gavilla de ramas de higuera con la que el domingo que afanó en apagar las llamas.

A pesar del esfuerzo incesante de los bomberos en la zona, del lanzamiento de agua y del trabajo de los voluntarios, decenas de fuegos seguían activos, aunque controlados, en las colinas circundantes y en los olivares.

En un pequeño valle al norte de Pikermi, dos bomberos quincuagenarios acababan de regar un campo de hierbas secas, donde las llamas se reactivaban antes de que pudieran abandonar el lugar. «De verdad que ya no tengo edad para esto», decía uno de ellos, mientras reanudaba las tareas de extinción.

Unos kilómetros más al sur, habitantes de Nea Makri se subían al tejado de su vivienda para observar a un helicóptero apagando sobre una colina el fuego que poco antes había amenazado el monasterio de Ephraïm.

Un grupo de marineros movilizados para trabajar en la extinción de los incendios esperaba más abajo a recibir órdenes. «No pienso que el fuego vaya a prender en el mar, pero si lo hiciera, estos marineros no harían nada», bromeaba Nikos Contellis, un pensionista de 60 años subiendo a una colina para evaluar la situación. «Se les manda aquí para que se les vea, se arriesgan a terminar quemados vivos; a mí también se me envió a una situación parecida cuando estaba en la aviación y no sabíamos qué hacer», indicó.

«No podemos hacer un milagro»

Mientras, cientos de bomberos luchaban sin descanso desde el viernes por la noche contra varios frentes que ocupan una zona de 30 kilómetros al noroeste de Atenas.

Los alcaldes de varios municipios afectados por el fuego no dejaron de reclamar la ayuda de medios aéreos y muchos residentes de la zona se quejaron de haber sido dejados solos antes el fuego por los bomberos.

«No podemos hacer un milagro», declaró uno de ellos a la radio griega Skai. «No hemos vuelto a casa desde el viernes, nuestras familias están preocupadas y pedimos a la gente que no nos insulte», sostuvo. El descanso para ellos podría estar cerca, ya que la intensidad de los fuegos era ayer menor, según el portavoz de los bomberos, Yannis Kapakis, quien, no obstante, recordó que siempre existe el riesgo de reactivación de las llamas, por lo que el despliegue se mantiene.

Las llamas seguían especialmente activas en Oporto Germeno (Beocia), mientras se lograba detener el avance del fuego hacia Pikermi y se controlaba totalmente en incendio de Agios Stéfanos. Los bomberos, con apoyo aéreo internacional, lograron también contener la progresión del fuego en Nea Makri, Ekali y Daou Penteli.

Expertos medioambientales constatan un «desastre ecológico»

Los incendios que devastan desde el viernes la región de Atenas constituyen un «desastre ecológico» que va a afectar durante años a la calidad de vida de los aproximadamente 4,5 millones de habitantes de la capital griega, aseguraron expertos medioambientales.

«No es la primera vez que el Ático se quema, pero un incendio de tal dimensión no se ha visto jamás en la región», aseguró a AFP Dimitris Karavellas, director de WWF (Fondo Mundial para la Naturaleza) en Grecia.

Una parcela de las zonas quemadas en el Monte Pentélico había sido oficialmente recalificada en 1998 como zona urbanizable. Pero ante una opinión pública que ha descubierto la conciencia ecológica, «es más difícil para las autoridades engañar, aunque sigan cerrando los ojos a casos aislados de construcción ilegal», señaló.

La capital, que ya sufre una elevada contaminación atmosférica y carece zonas verdes «pierde un filtro precioso para purificar su aire, que tendrá también repercusiones sobre el clima, con una subida de las temperaturas que va a afectar a la calidad de vida de los atenienses», añadió.

Para los expertos, la poca consideración que los dirigentes políticos tienen respecto a los imperativos medioambientales explica también la amplitud de los daños causados por los fuegos.

«Se autoriza la construcción en zonas fuera de los planes de ordenación del suelo, que no va a acompañada de las infraestructuras necesarias, y el resultado es que este fuego ha arrasado, por ejemplo, zonas enteras sin terminales de incendio», afirmó Christina Théohari, doctora en medio ambiente y consejera de la Cámara técnica de Grecia. Además citó el «riesgo de desertización. Va a ser necesario realizar inmediatamente trabajos de contención para impedir que el agua de lluvia descienda sin penetrar en el suelo y ser retenida por la tierra».

«Va a llevar años encontrar un equilibrio ecológico. Los atenienses van a tener que estar muy vigilantes para que las zonas siniestradas se protejan, tal y como prevé la ley, y no terminen como solares, como ha ocurrido en el pasado a menudo», concluyó. C. BOITARD

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