El libre mercado global es sagrado siempre y cuando favorezca los intereses nacionales
La afirmación del Gobierno alemán en el sentido de que sólo apoyará con avales públicos la compra de Opel en el caso de que sea adquirida por Magna viene precedida de otras presiones de ese Gobierno, como la petición del ministro de Exteriores germano a Hillary Clinton para que interceda en la venta ante la falta de clarificación de General Motors, actual dueña de Opel, si bien el Gobierno de EEUU ha rechazado esa posibilidad. La situación de crisis es propicia para que afloren paradojas como la que este caso ha provocado: en un mundo de multinacionales en el que el libre mercado es objeto de adoración, priman los intereses nacionales por encima de todo discurso pretendidamente universalista aun en la lógica neoliberal. Así, en torno a las negociaciones acerca de la venta de Opel, el Gobierno alemán está presionando para que no vaya a parar a manos de la inversora belga RHJI. Al margen del grado de desconfianza, comprensible, hacia un grupo financiero, están en juego los puestos de trabajo de los trabajadores de Opel, cuyo número variaría en un caso u otro. También eso es comprensible; no así la defensa a ultranza del libre mercado... siempre que me favorezca.