¿Qué transportaba el «Arctic sea»?
Medios rusos apuestan por el tráfico de armas
El «Arctic Sea» navega ya con rumbo conocido: el puerto ruso de Novorossiisk, en el mar Negro. Pese a que fue la intervención de la Armada rusa la que puso fin a la «desaparición» del barco, no deja de sorprender que el destino de este carguero, propiedad de una empresa radicada en Finlandia y que navega bajo bandera de Malta -dos estados de la UE-, no haya quedado en manos de las autoridades de Bruselas.
Txisko FERNÁNDEZ
La Comisión Europea no hizo ningún comentario oficial sobre la presunta desaparición del «Arctic Sea» hasta el 14 de agosto, cuando el tema comenzó a acaparar titulares en los medios de comunicación. Aquel día, el portavoz del Ejecutivo comunitario, Martin Selmayr, apenas hizo algo más que aumentar la confusión al señalar que el buque «supuestamente fue atacado en dos ocasiones», la primera frente a la costa sueca y la segunda en aguas portuguesas, desde que partió de Finlandia el 23 de julio y que la tripulación había realizado dos «llamadas radiofónicas» para denunciar esos actos. Selmayr también aseguró que se había establecido «una acción coordinada entre los Estados miembros afectados».
Pese a esas declaraciones, en los días siguientes se hizo notorio que la iniciativa había quedado en manos de Moscú, que argumentaba su especial interés porque los quince integrantes de la tripulación son de nacionalidad rusa. Oficialmente, la empresa armadora del «Arctic Sea» tiene su sede en Helsinki, aunque sus propietarios son ciudadanos rusos; la carga que transportaba era madera vendida por una empresa finlandesa con destino a Argelia; y el barco navega bajo bandera de Malta, un pabellón de conveniencia -como el de Panamá o el de Liberia- pero que tras su integración en la UE, en 2004, tiene que atenerse a la regulación marítima comunitaria.
Nada de esto se ha tenido en cuenta desde que el pasado día 17 el Kremlin anunciara que el carguero había sido localizado en aguas internacionales cerca de Cabo Verde. Habían transcurrido tres semanas desde que fuera avistado frente a las costas de Bretaña y de que, en teoría, su señal hubiera desaparecido de los sistemas de seguimiento de navegación internacionales.
A partir de ese momento se fueron «rectificando» las informaciones oficiales previas y la Autoridad Marítima de Malta llegó a afirmar en un comunicado que el «Arctic Sea» estuvo localizado en todo momento desde que partió de Finlandia.
La tripulación, «secuestrada» de nuevo
La corbeta «Ladny» fue la encargada de interceptar al «Arctic Sea», cumpliendo así la orden dictada días antes por el ministro de Defensa, Anatoly Serdiukov, para que toda la flota rusa en el Atlántico participara en la búsqueda. El mismo 17 de agosto y con las cámaras de televisión por medio, Serdiukov informaba al presidente ruso, Dmitry Medvedev, de que los quince tripulantes habían sido rescatados sanos y salvos y de que «no se encontraban bajo control armado». Otra versión oficial que quedaba desmentida poco después, cuando Moscú anunciaba el arresto de ocho presuntos secuestradores -de nacionalidades rusa, estonia y letona- y daba por sentado que serán las fuerzas de seguridad y los tribunales rusos los que se encargarán de investigar el caso. Y ello a pesar de que en todo momento ha mantenido que el secuestro del barco se llevó a cabo en aguas suecas, a la altura de la isla de Gotland, en el mar Báltico.
Más sorprendente es la situación en la que han quedado los miembros de la tripulación. Aunque uno de ellos apareció en imágenes difundidas por la televisión rusa comentando cómo se produjo el secuestro, lo cierto es que han permanecido aislados hasta tal punto que eso ha suscitado las quejas públicas tanto de sus familiares como del Sindicato ruso de Marinos. Cuatro de ellos continúan a bordo del «Arctic Sea» rumbo al mar Negro, mientras que el resto fue trasladado a Moscú, como los secuestradores, en un avión militar. El primer interrogatorio a los tripulantes fue llevado a cabo dentro del «Ladny» en el puerto de Praia, la capital caboverdiana. Según lo que ha trascendido vía oficial, mantuvieron la versión del secuestro y explicaron que los «piratas» se deshicieron de las armas con las que les habían mantenido a raya arrojándolas al mar cuando la corbeta rusa les interceptó.
Entonces, desde Helsinki, Rabbe von Hertzen, responsable del Buró Nacional de Investigaciones, comentó que «pasarán todavía unos meses antes de que sepamos lo que realmente ha sucedido». Escasa aportación cuando teóricamente es la Policía finlandesa la encargada de coordinar el esclarecimiento de los hechos.
Apuntando a Oriente Medio
Desde que la noticia de la «desaparición» del «Arctic Sea» saltó a la opinión pública, las especulaciones sobre la posibilidad de que llevara un cargamento secreto han ocupado mucho espacio en los medios de comunicación. Dando por hecho que era impensable que se llevara a cabo una acción de piratería en mitad del Báltico para apoderarse de una carga de madera valorada en 1,3 millones de dólares, quedaban abiertas otras hipótesis más interesantes periodísticamente: armamento, drogas, material radiactivo... Informaciones desmentidas por las autoridades de Moscú pero que, aún así, cada día ganan más adeptos entre la prensa rusa.
Ayer mismo, el periódico «Moskovski Komsomolets» aseguró que el carguero transportaba armas de contrabando, sin aclarar de dónde procedían ni quién era su destinatario. No obstante, añadía que los presuntos piratas fueron contratados por el servicio secreto de un país miembro de la UE para, tal vez, después chantajear a Rusia o simplemente con ánimo de lucro. Para apoyar su tesis, este rotativo destaca que los familiares de los arrestados defienden que éstos fueron víctimas de «juegos políticos». Así lo explicó a la televisión estonia Alexei Bartenev, hermano de uno de los detenidos: «Creo que les tendieron una trampa, y no es sólo mi opinión, todo el mundo que les conoce también lo piensa». También dijo que los sospechosos deberían ser juzgados en la UE, donde se cometió el presunto delito, aunque el Derecho Internacional contempla que los presuntos piratas sean juzgados en el país cuyas fuerzas les detuvieron. Éste podría ser otro elemento clave a la hora de comprender por qué ningún estado de la UE ordenó que se interceptara al «Arctic Sea» si realmente nunca estuvo en paradero desconocido y la Interpol había alertado del posible secuestro el 28 de julio, cuando el buque navegaba por el Canal de la Mancha.
Por su parte, «Novaya Gazeta» mantiene que el carguero aprovechó una parada en Kaliningrado, puerto ruso en el Báltico, para aprovisionarse de armas con destino a Siria o Irán antes de recoger la carga oficial de madera en Finlandia. Tesis que ya fue difundida por el «Boletín Marítimo-Sovfrakht», el medio que dio la primicia de la «desaparición», aunque «Novaya Gazeta» fue más allá al relacionar este caso con la «súbita visita» que el jefe de Estado israelí, Simon Peres, cursó el 18 de agosto a Medvedev en la residencia estival del presidente ruso en Sochi.
Rizando el rizo, «Nezavisimaya Gazeta» sostiene que los presuntos piratas son miembros del Mossad israelí, que habrían interceptado el buque para evitar que las armas llegaran a Irán. Este diario indicó que la carga que se ocultaba entre la madera eran misiles de crucero X-55 (también denominados Kh-55) de fabricación rusa.
Y, según recogía la agencia RIA Novosti, el tribunal del distrito Basmanni de Moscú, que ha enviado a prisión a los ocho detenidos, sembró más dudas cuando indicó que tres de ellos no tienen ciudadanía regularizada y la de otro aún no se ha averiguado.
El «Arctic Sea» atracó en Kaliningrado, puerto ruso en el Báltico, antes de llegar a Finlandia para recoger el cargamento de madera. Este enclave territorial situado entre Polonia y Lituania acoge una importante infraestructura militar.
El Derecho Internacional permite que los presuntos piratas sean juzgados por el país que les ha detenido. Ni Finlandia, donde tiene su sede la empresa armadora, ni Suecia, donde en teoría se produjo el delito, han mostrado ningún interés.
Aunque en un principio se dijo que los ocho detenidos eran de nacionalidades rusa, estonia y lituania, el tribunal de Moscú que se ha hecho cargo del caso afirma que tres de ellos no tienen una ciudadanía regulada y que aún se desconoce la de otro.
Alexandr Samodaykin, uno de los abogados de los arrestados, informó el lunes de que todavía no se ha presentado una acusación formal contra ellos y que ninguno se reconoce culpable del secuestro del barco.