Maite SOROA | msoroa@gara.net
La unión, al garete
Ya se han puesto en plan catastrofista. El Estatut de Catalunya, que parece que va a quedar seriamente tocado por el Tribunal Constitucional, les ha roto los nervios a los megaunionistas españoles y tocan a rebato para despertar las conciencias adormiladas.
Ayer Agapito Maestre, en «Libertad Digital» ponía el grito en el cielo: «La suerte está echada. El Estatuto de Cataluña consolidará el Estado de las 17 Taifas (...) se trata, simple y llanamente, de la destrucción de una nación para `gobernar' más fácilmente sobre la desvertebración de sus territorios. Ahí están de acuerdo obviamente los nacionalistas y los socialistas, pero, si me apuran, también muchos peperos se acercarían a esa concepción de la política que mata la tradición de la nación española». O sea, algo parecido al Apocalipsis.
Maestre vive sin vivir en sí, como Santa Teresa de Ávila, porque quienes deberían resolver la cosa, no lo hacen: «todo el mundo sabe que la mayoría de la elite política catalana no se considera española, pero necesita expoliar a España para su supervivencia. Cataluña vive de lo que mata. Es la comunidad parasitaria por excelencia de Europa; otro tanto, naturalmente, se podría decir del País Vasco y Navarra». Ya apareció la bicha.
El angustiado amanuense lanza sus quejidos y embiste: «las elites políticas de esos territorios sobreviven de ese asunto clave, a saber, la destrucción de España lenta y parsimoniosamente sin que el personal del resto de España se percate del doloroso acontecimiento. Por lo tanto, nadie se llame a engaño sobre el rollo del Estatuto de Cataluña y el Tribunal Constitucional. Este último organismo es sólo una figura, un paso sin mayor importancia, para consolidar lo ya existente: la desaparición de la nación española sin que el populacho se entere, sin que los mejores ciudadanos tengan que sufrir más de la cuenta. El Tribunal Constitucional es un adorno ajado e inservible siquiera como elemento decorativo». Ya me empieza a interesar lo que dice Agapito.
Lo mejor se guarda para el final, cuando el augur de la España eterna proclama sin pudor alguno: «la Constitución del 78 es una de las peores escritas en toda nuestra historia, especialmente sobre la cuestión de la unidad de España». ¡A ver si me va a empezar a gustar ahora!