Berna Gómez Edesa Comparsero
Politización de la fiesta: protagonistas y consecuencias
Todo iba extrañamente bien, llevábamos cinco días de fiesta en su máxima expresión, hasta que llegaron los guardias, los «horribles» que dice Bonasso. Imponentes con sus trajes «beltzas» y capuchas, con sus bocachas y porras en la mano, en número inmensamente superior a quienes a esas horas del mediodía iban de retirada de la gaupasa y a quienes nos afanábamos en dejar limpias las txosnas para el nuevo día de fiesta
Balance positivo a pesar de esta gente que intenta destrozar siempre Bilbao». Frase del alcalde Azkuna que asumo plenamente. Y es que la fiesta ha ido bien a pesar de la fortísima campaña que contra buena parte de sus elementos principales han lanzado quienes, desde siempre, están en guerra contra la fiesta más popular de las capitales vascas. Estas fuerzas políticas y mediáticas han aprovechado el «cambio» en Ajuria Enea para dar nuevos pasos en su cruzada de cambiar el espíritu de la fiesta en Bilbo, su riqueza y dinamismo.
Esa campaña de politización y ataque se ha desarrollado desde semanas antes de la propia fiesta, siendo el boicot a la inclusión en el programa festivo de los payasos Pirritx eta Porrotx uno de los elementos destacados. Azkuna, siguiendo la línea inquisitorial de aquel otro alcalde, también de Bilbo, y de su partido (el que hizo una pira con libros que no le gustaban), ha quemado en la hoguera de la no contratación con el dinero público, la ilusión y la felicidad de miles de niños bilbainos y de otros pueblos que esperaban una gran actuación del que, seguramente y en proporción al país al que se dirige, es el mayor fenómeno de estas características del mundo.
La elección de la txupinera, elemento simbólico clave de la fiesta, hacía subir el tono de politización de esas fuerzas contrarias al actual modelo festivo. PP, PSOE y sus altavoces mediáticos ponían en la diana, a través de la persona concreta elegida para esa tarea festiva, a la propia existencia de la Bilboko Konpartsak. Esta gente, en su afán carca de destrozar Bilbo y su fiesta popular, politiza ésta saltándose los derechos básicos de las personas; la txupinera, para ellos, no tiene derecho a su propia personalidad, a su independencia, a sus propias ideas, al amor a los suyos, a la solidaridad, a la participación activa en la fiesta a través de su comparsa. Pero ni la bala amenazadora pudo con la razón y la fiesta, y Sonia Polo es hasta hoy la txupinera más conocida y querida de las habidas en la historia de Aste Nagusia.
Y para contrarrestar ese su fracaso, las fuerzas contrarias a la fiesta popular dieron un paso más contra la misma, rompiendo el consenso a la hora de la elección del pregonero. Pero una vez más, la sabiduría comparsera y la capacidad festiva de las gentes de Bilbo ganaron para la fiesta a quien aquellas habían destinado a ser cuña contra la misma. Mi reconocimiento a Joseba Solozabal por su integración y aportación a la fiesta en las «extrañas» circunstancias en las que le ha tocado vivirla.
Y, cómo no, tenía que llegar la politización de la fiesta a su máximo nivel. Todo iba extrañamente bien, dadas las amenazas previas de intervención y las experiencias de otros sitios como Donostia y Gernika. Llevábamos cinco días de fiesta en su máxima expresión, hasta que llegaron los guardias, los «horribles» que dice Bonasso. Imponentes con sus trajes beltzas y capuchas, con sus bocachas y porras en la mano, en número inmensamente superior a quienes a esas horas del mediodía iban de retirada de la gaupasa y a quienes nos afanábamos en las tareas de dejar bien limpias las txosnas para el nuevo día de fiesta que prometía. Calles cortadas, empujones, porrazos, imposición... lo normal, porque ¿qué se puede esperar de los guardias? A ellos no les da para más, se quedaron en un peldaño anterior de la evolución social.
El caso es que arremetieron contra todo tipo de expresión en paredes, andamios y txosnas que les sonara a subversivo. Y luego, su objetivo principal del día: las fotos. Se acerca el guardia de paisano con capucha, te exige identificarte, intentas razonar que la persona de la foto es miembro de la comparsa, que la foto con el icono del mapa y las flechas significa la exigencia del reagrupamiento de los presos y presas en Euskal Herria, que cientos de organismos, asociaciones, miles de ciudadanos lo exigen, que hasta el propio Parlamento de Gasteiz tiene aprobada esa petición; na de na, es como si hablas con una pared; se va, vuelve con tu DNI y te comunica que tienes una imputación por enaltecimiento del terrorismo, por negarte a quitar la foto; alucinas, por un momento quedas descolocado, hasta que por los altavoces de las txosnas, también de la tuya, suena la canción de Aste Nagusia y te enfrentas a los guardias, a su bestialidad y la politización de la fiesta que hacen a través de ellos los gobernantes de Gasteiz, con la mejor de las armas: fiesta.
Imagen espectacular, alucinante, mágica, de dignidad, de futuro esperanzador la de un grupo de comparseras, jóvenes, neskas bailando encima de la barra de la txozna de Kaskagorri frente a los horribles y sus bocachas. La luz del futuro frente al lado oscuro de la fuerza. Impotentes, los guardias quitaron las fotos, tiraron de porra y se retiraron en orden militar entre los compases de la consigna de los ciudadanos: «así, así, así hasta Madrid» (que conste que no me parece bien fuera de lo simbólico, pues ninguna persona de bien, y en Madrid también las hay, se merece sufrir a esta gente).
Así que, un año más, Marijaia, la fiesta popular, ha ganado la partida a las fuerzas que maquinan contra ella. Pero hay quienes no dan la guerra por perdida y vuelven a la carga. El consejero de Interior, Ares, y quienes le hacen el coro ya han comenzado a politizar de nuevo la fiesta con viejas ideas y nuevos matices. Mala cosa cuando en vez de dirigentes para la paz nos gobiernan amantes de la guerra. Pero hay esperanza si, como cantan Pirritx eta Porrotx, actuamos con el corazón y la cabeza.