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Iulen Lizaso Aldalur Colaborador social

El espejo

Un sistema de libre mercado y políticas no intervencionistas, permisivo con las élites que aplican márgenes comerciales abusivos (alimentación, telefonía, vivienda...) conlleva sobrerrecaudación de IVA (práctica antisocial)

Asomaba la crisis y, entre tanta especulación, el profesor del Instituto de Automática Industrial del CSIC, Domingo Guinea, daba en el clavo cuando denunciaba una de sus razones: «despilfarramos cinco de cada seis unidades de energía que producimos». ¿Cuál va a ser el impacto de la huella ecológica que dejaremos a nuestros nietos? Una tragedia y seria advertencia a quienes siguen apostando por un sistema de desarrollo polarizador que genera grandes desigualdades socieconómicas y un modelo de crecimiento económico especulativo no sustentable, basado en el consumo inflacionado de productos innecesarios, como tener una vivienda por cada dos personas y miles vacías... cuando los jóvenes no pueden acceder a ellas.

Promover un marketing de consumo compulsivo genera pobreza social (consumir como sustituto afectivo); a su vez genera «riqueza» tributaria, por ser el IVA la fuente de ingreso más importante para el estado. Un sistema de libre mercado y políticas no intervencionistas, permisivo con las élites que aplican márgenes comerciales abusivos (alimentación, telefonía, vivienda...), conlleva sobrerrecaudación de IVA (práctica antisocial). Un sistema que sí interviene pero para regalar dinero público a quienes cuentan con un activo inmobiliario embargado (a ese público) de 20.353 millones de euros (¿de quién son esos pisos? ¿por qué no los truca el estado?), manteniéndo las mismas prácticas especulativas que nos han llevado a la crisis... está condenado al fracaso.

Aquí se justifica la denuncia de Guinea y de quienes auguran una gran crisis irreversible antes de tres años. Crisis de un sistema que, cegado por su codicia, no ha aprovechado la oportunidad de este «brote» pregonero. Oportunidad tiene mucho pelo por delante y es calva por detrás; la puedes tomar cuando viene, pero una vez que pasa... y va pasando mientras «salimos» de la crisis.

Mimo a las élites y muestras de desafecto a millones de ciudadanos desheredados hundidos en la pobreza y precariedad (en el Estado el 11% de trabajadores en activo se encuentran bajo el umbral de la pobreza por sus bajos salarios), a pesar de contribuir con una fiscalidad homologable al resto de países comunitarios. Siendo el tercer PIB europeo, ¿a qué tanto cálculo y justeza en prestaciones y coberturas sociales? ¿a qué tanta improvisación y originalidad, cuando no hay más que mirarse en el espejo de nuestros socios comunitarios y aplicar sus fórmulas de bienestar social, operativas desde hace décadas?

He viajado en bicicleta con cuatro jóvenes europeos; Jonathan (25 años) trabaja 20 horas semanales en una sala de cine en Francia y cobra 672 euros al mes; vive sólo en un piso de alquiler social (sin sorteo) de 55m2, pagando 90 euros al mes; el propietario recibe 425 euros al mes, el resto paga el estado... de bienestar. Es sólo una imagen de ese espejo que no nos quieren mostrar.

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