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La muerte de Ted Kennedy marca el fin de una época en la política de EEUU

Con el fallecimiento de Edward Kennedy se cierra la página de toda una dinastía en el Partido Demócrata estadounidense. «El león del Senado», como se le conocía, murió en la madrugada de ayer a causa de un cáncer cerebral contra el que luchaba desde junio de 2008. La clase política de EEUU se vistió de luto para despedir a uno de sus senadores más veteranos y con mayor influencia en la Cámara Alta.

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El senador estadounidense Edward Kennedy, patriarca de la familia demócrata más importante del país y figura clave dentro del partido, falleció ayer en Massachusetts, a los 77 años, víctima de un cáncer cerebral.

Ted Kennedy era el último superviviente de una dinastía familiar que dominó la política de los años 60. Era hermano del presidente de EEUU John Fitzgerald, muerto en atentado en 1963; del senador Robert Kennedy, muerto a tiros durante un mitin preelectoral en 1968, y de Joe Kennedy, un piloto fallecido durante la Segunda Guerra Mundial.

El veterano político, que desempeñó su cargo de senador durante 43 años, fue operado de un tumor cerebral maligno poco después de que se le detectase en mayo de 2008. Desde entonces, se vio obligado a alejarse de la vida política.

Pese a su enfermedad, tuvo una sorpresiva aparición en la Convención Demócrata de Denver, hace justo un año, en la que fue proclamado candidato Barack Obama, a quien respaldó frente a la ex primera dama Hillary Clinton. Posteriormente, también defendió a Obama en su candidatura a la Presidencia en los comicios del pasado 4 de noviembre.

De esta manera, Kennedy se convirtió en uno de los principales pilares de la carrera del entonces senador de Illinois hacia la Casa Blanca.

«Defensor de sus sueños»

Nada más tener conocimiento del deceso, el presidente de EEUU ofreció una rueda de prensa, en la que destacó su dilatada carrera política. «Para su familia, fue un guardián, para Estados Unidos, un defensor de sus sueños», aseguró Obama.

Asimismo, reconoció el legado político que deja tras de sí Ted Kennedy, cuyo nombre «es sinónimo del Partido Demócrata», y resaltó que pese a defender con intensidad sus ideales de justicia y ecuanimidad, logró tender puentes de acuerdo y entendimiento en el Senado, por encima de las diferencias ideológicas y de partidos.

Su labor, afirmó Obama, alcanzó a «millones de vidas, a los jubilados que ahora viven con mayor dignidad, a familias que ahora tienen nuevas oportunidades, a los niños que ahora conocen las promesas de contar con una educación, y a todos aquellos que persiguen su sueño de una América más justa e igualitaria, incluido yo mismo».

Para muchos analistas estadounidenses, su muerte marca el fin de una era y el crepúsculo de una dinastía política.

Pese a las críticas de quienes le acusaban de haber llegado al Senado (en 1962, apoyado por su hermano, entonces presidente) como maniobra para alcanzar fama política, en los últimos 50 años, se convirtió en uno de los senadores más influyentes.

Mayoría perdida

La muerte del senador demócrata ha supuesto que su partido pierda la mayoría de 60 escaños necesarios en la Cámara Alta para sacar adelante sus planes eludiendo el rechazo republicano.

Dicho desequilibrio tardará en subsanarse entre 145 y 160 días, plazo que establece la ley electoral de Massachusetts (Estado por el que era senador) para celebrar las elecciones de las que saldrá su sucesor.

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