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Fede de los Ríos

«Dumbo» es la monda

Decididamente, Antonio Basagoiti «Dumb», para mi gusto, es uno de los políticos más divertidos. Quizás haya alguno al que no le haga gracia, fruto ello de un resentimiento y una maldad intrínseca, pero los más, con el verbo fluido de su oratoria, como diría él: «nos partimos el culo» de tanto reír

Cuando niño, a Basagoiti, en los colegios madrileños del Opus Dei, Retamar y Aldovea, donde estudiaba y donde empezaron a modelar su espíritu, a su paso los demás niños decían: «ahí está el etarra». Se le dirigían con un «¡eh, tú, etarra!». Pobrecico mío, con lo que eso marca de por vida. Como era vasco, pues ya se sabe. Aunque él afirma que era «de buen rollo».

Cuando se trasladó a los Agustinos de Bilbo, lo apodaron Dumbo, como el elefantito azul. Él cree que debido a sus apéndices auditivos, aunque en inglés «dumb» puede significar tanto «mudo» como «tonto». Qué mala baba la de los niños de los agustinos.

Tengo la absoluta seguridad de que el sentido del humor tan campechano con que nos regala nuestro Dumb fue desarrollado en los colegios de la Obra. Ese hablar joven del que hace gala: «a mí no me importan las luchas identitarias, a mí lo que me importa son los miles de `tíos' que se han quedado sin trabajo». Obsérvese el acercamiento tan familiar de la acepción «tíos» frente a la de trabajadores, viniendo de un sujeto que ha recibido, por cuna, una exquisita educación. Así son de cercanos los populares. Ese meter entre palabra y palabra algún que otro taco. «Joder» y «coño», sus preferidos. Y decirlos con sonrisa picarona buscando la complicidad del auditorio. Decididamente, Antonio Basagoiti Dumb, para mi gusto, es uno de los políticos más divertidos. Quizás haya alguno al que no le haga gracia, fruto ello de un resentimiento y una maldad intrínseca, pero los más, con el verbo fluido de su oratoria, como diría él: «nos partimos el culo» de tanto reír.

Cuando lo ves por televisión, en un principio pareciera que fuesen tomas falsas, ahora tan de moda al final de las series, o la dicción propia de un oligofrénico. Pues no. Lo que ocurre es que el tío es gracioso de cojones. Ese juego de no concordancia entre sujeto, verbo y predicado tan imposible de conseguir para otros; esas entrevistas del tipo «¿De dónde vienes?» «Manzanas traigo». Es un hombre hinchante, como diría mi amona.

Tiene, como humano que es, sus filias y sus fobias.

Don Manuel, el gallego, es uno de sus ídolos; los hombres de Paco, la Oreja de Van Gogh y, por supuesto, como vasco, a España la lleva en el corazón. Hasta tal punto que declaró hace unos días: «cuando recibí mi primer beso, el de una francesa, dije `joder, cuántas babas'». Y es que ya se sabe lo guarrillas que son las francesas. Sólo la española besa de verdad. ¿Algo mojigato?, podrá pensar el lector. En absoluto, un individuo abierto a experiencias: «Quizá lo nuestro sea más sexo que amor», afirmó en relación a su pacto con Patxi López. Claro, como no es francés... Y puntualizó: «No llegamos a matrimonio, somos pareja de hecho». Patxi es el ratoncito Timothy que acompañaba a Dumbo. No es cierto, pues, que los elefantes se asusten de los ratones; a quien teme Toñín es al kiliki negro y a los que él llama «batasunos etarras», esta vez de mal rollo. Los fantasmas infantiles nos acosan aún de adultos. Por eso, queridos niños, no hay que reírse del débil, y mucho menos maltratarlo, aunque sea el más tonto de la clase.

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