Tras una pérdida importante llega el duelo: proceso largo y personal
La muerte es parte irremediable de la vida pero no por ello el ser humano está capacitado para superar con facilidad la ausencia del ser querido. Tras el primer impacto llega el duelo, fase en la que cada persona intenta asimilar lo ocurrido y adaptarse, a su manera, a la nueva situación.
Oihane LARRETXEA
Muchos antropólogos, sicólogos y sociólogos opinan que hablar de la vida es hablar de la muerte. En palabras del etnólogo Louis Vincent-Thomas, la muerte es natural, cotidiana, aleatoria y universal y, a pesar de todo, sigue inquietando dada su improvisación. Durante tres días, en un curso de verano ofrecido por la UPV-EHU se ha hablado de todo ello en una reunión de expertos, donde cada cual ha aportado su punto de vista mediante experiencias propias y ajenas.
A pesar de que cada muerte esconde detrás su propia historia, con sus propias circunstancias, el dolor que surge a consecuencia del fallecimiento es casi exacto en todos los lugares, siendo la exteriorización del mismo lo que varía.
La muerte hoy en día
Las creencias y religiones, y el desarrollo de las mismas en la historia, ha provocado que la manera de asimilar y entender la ausencia del ser querido se haya ido transformando. Como recuerda el antropólogo Alfonso García, muchos creyentes católicos muestran su enfado con Dios y experimentan al inicio una gran confusión dado que no encuentran respuesta a lo ocurrido.
Una reacción natural e inconsciente tras la pérdida es el sentimiento de rabia y frustración. «La mayoría de los afectados se preguntan por qué les ha ocurrido a ellos y por qué llegó la hora tan temprano», explica García, que añade que la tendencia es vivir día a día como si el universo tuviera un orden sencillo. Por eso, la intrusión de la pérdida traumática en la vida de las personas hace añicos todas las ilusiones y proyectos creados. De esta manera se aprende que la cotidianidad puede verse truncada y que nada está asegurado.
Tras el shock inicial, en el que la persona no es consciente de lo acaecido, llega la fase del duelo, donde ya comprendida la nueva situación, se intenta hacer frente al día a día con la mayor normalidad posible. Precisamente, el duelo es la reconstrucción de un mundo particular de simbolizaciones que la pérdida ha amenazado, de modo que será de vital importancia la lucha del doliente a la hora de readaptarse al mundo. «Se trata de construir, deconstruir y reconstruir», concluye García.
Informar con un lenguaje claro
Pero no son las personas adultas las únicas en sentir y mostrar el dolor ante una muerte cercana. «Los niños son muy observadores y, y como tales, se dan cuenta de todo lo que ocurre alrededor», opina Concepció Poch, escritora barcelonesa que se acercó a Donostia para hablar del duelo en la escuela.
La mayoría de las personas adultas -ya sean madres, padres o profesores- no sabe cómo explicar o tratar el tema de la muerte con los más pequeños para que éstos sufran lo menos posible. Poch insiste en la necesidad de emplear un lenguaje claro, sencillo y sin metáforas extrañas, ya que a veces se puede crear más confusión. «Pero sobre todo hay que explicar lo ocurrido inmediatamente, o al menos lo antes posible, ya que de nada sirve posponer las respuestas a las preguntas que nos haga la hija o el hijo».
Otro factor a tener en cuenta es el deseo que pueda tener el menor de asistir, por ejemplo, al funeral. «Si el niño o la niña dice que así lo desea, lo mejor será cumplir con ello, ya que ésa será su manera de mostrar el dolor y el amor que siente hacia la persona ya ausente». También es habitual que las personas adultas dejen al margen de las conversaciones sobre el tema a los más pequeños. «Siempre y cuando el fallecimiento se aborde con delicadeza -añade Poch-, no hay por qué apartar al niño, ya que seguramente quiera expresar sus sentimientos, y de esa manera no se le da la oportunidad».
Sólo el tiempo se ocupará de transformar el dolor porque, según indicó Alfonso García, nunca desaparece; dar y recibir abrazos ayudará a curar antes el corazón.
«Si la muerte se construye de alguna manera, se construye socioculturalmente», expuso el profesor Alfonso García en el curso de verano de la UPV-EHU. Según comentó, todas las culturas construyen el significado de la muerte y los rituales que lo asimilan. En muchas comunidades, durante un tiempo a partir de la muerte, se cree que el fallecido oscila entre los dos mundos. Por ejemplo, en Indonesia, en las islas Célebes, se construye el ataúd con un árbol autóctono y lo llevan en procesión por distintos lugares; y se considera que está del todo muerto al colocar el cuerpo de oeste a este. En la sociedad occidental en cambio, se evacua el cadáver en un plazo de apenas 24 horas. O.L.