Raimundo Fitero
Los paranoicos atacan
Entre la neurastenia y la paranoia los lindes del camino se van poblando de helechos secos. A veces crece un sauce pero no es llorón, aunque parece muy gritón. Cuando el fútbol se convierte en banderizo, las selecciones se conjuran, Madrid lee los informes olímpicos con olímpica categoría capadora del mínimo análisis y lo que es un claro varapalo lo convierten en un premio, las alusiones al dopaje alcanzan el nivel de absolución universal y todo para que no decaiga el espíritu nacional. Insisten en crearse mundos paralelos. Luego, cuando la realidad ataca, se hace presente, se vuelven paranoicos.
Los paranoicos abundan. Si miro alrededor encuentro a un gato panza arriba que no se defiende sino que llama a su gata que está triste y azul acariciando a un gatazo molón. Las hemerotecas parecen haberse convertido en una fuente de conflictos y no en un archivo de una realidad contada con demasiados tintes y neurosis individuales y colectivas. Los paranoicos acuden a ellas para confirmar sus alucinaciones. Los jueces de la Audiencia Nacional son una colección de magistrados que aprobaron sus oposiciones todo con notas excelsas menos el test psicotécnico. Por eso llevan chófer. Y esas carteras tan inmensas con las que aparecen subiendo y bajando escalones están llenas de prejuicios, paranoias y apuntes contables.
Lo del juez Grande-Marlasca que prohíbe un campeonato de mus popular, partidos de fútbol entre solteros y casados entra en la historia de la paranoia, en el descenso de los autos judiciales a la categoría de jaimitada de Risto Mejide, compitiendo directamente con ese encumbrado chota, Roberto Savianno, que quiere hacerse notar y reincide en sus acusaciones bien pagadas sobre el tráfico de drogas y ETA. Anuncia que va a mostrar las pruebas. No merece mucha confianza este turbio señor de derechas. Si esas pruebas que asegura poseer son como las que utiliza en su libro súper ventas, está la cosa clara: toda su investigación se basa en copiar atestados policiales y sentencias judiciales y hacernos creer que tiene información de primera mano. Otro que rentabiliza muy bien su paranoia impostada. Los paranoicos atacan.