Raimundo Fitero
Otros mundos
Existen otros mundos y están a golpe de ratón en Internet o de mando a distancia en el electrodoméstico esencial. Otros mundos que acaban siempre describiéndonos las otras realidades que son llamadas vida y según como las mires parecen infiernos o paraísos limitados al valor de una oferta. Los menos exigentes pueden considerar que todo lo que se produce alrededor de los programas televisivos del corazón nos reproducen otros mundos paralelos. Es una teoría deficiente. Son mundos virtuales salidos del laboratorio de las chacinerías humanas. Es muy difícil detectar sin ayuda de las últimas maquinarias de escaneo lo que forma parte del deterioro genético y lo que es fruto de la investigación en tres dimensiones. Son tan increíbles los autoproclamados periodistas y presentadores como sus animales fantásticos que exhiben como reclamo.
Indaguemos en esos rincones de la realidad que parecen pertenecer a otros mundos. Y ahí nos encontramos con un caso aleccionador. En un torneo de grandes maestros de ajedrez, un jugador ruso se presentó con tal borrachera que se quedó dormido en la partida, pasó el tiempo y perdió. Abramos una interrogación, ¿existe control anti-dopaje en el ajedrez? Todas esas propuestas que nos anuncian por televisión de concentrados vitamínicos, de activadores de la memoria, además de todos los productos químicos que se utilizan para otros menesteres, ¿pueden ser considerados dopaje en una partida de blancas contra negras? ¿El alcohol está en esa lista o por el contrario es un eximente?
Otro ejemplo de extrañeza sobre la auténtica procedencia de algún individuo lo tenemos en las carreras de motos. Casi todos los jóvenes que se montan en esas máquinas tienen rasgos similares, una morfología condicionada por su vestuario, hablan, en un inglés macarrónico, suficiente para cubrir las necesidades televisivas y de entre ellos hay un auténtico ser extraño. Se llama Valentino Rossi, subido en su moto corre más que nadie, es seguro, eficiente, serio y espectacular, pero cuando gana se convierte en un showman. En un artista. Ayer se puso unas orejas de burro para subir al podio. Un mensaje para los habitantes de su planeta.