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Ainara Lertxundi Periodista

Micheletti no quiere guayabas

En las estanterías de los supermercados, en la zona de los dulces, se puede encontrar una lata redonda con la etiqueta de «Pasta de dulce de guayaba». Se trata de una especie de mermelada con sabor a esa fruta típica del otro lado del Atlántico. La guayaba fue protagonista de uno de los momentos más mediáticos, y a la vez desconcertantes, de la crisis hondureña. El presidente depuesto, Manuel Mel Zelaya, acababa de llegar al paso fronterizo con Honduras desde Managua. Sus seguidores habían tenido que sortear un control tras otro y muchos optaron por echarse al monte para librarse de los militares golpistas, que habían blindado la frontera.

La situación no podía ser más tensa, a tenor de las imágenes retransmitidas en vivo por la cadena Telesur. Arropado por sus seguidores, en un todoterreno negro y con una legión de periodistas como testigos, Zelaya pedía hablar con el mando de los uniformados, quienes se mostraban herméticos, mientras que en otro escenario próximo, en el municipio de La Esperanza, cargaban contra un grupo de manifestantes. Las conexiones se intercalaban, la crispación crecía, olía a momento histórico. Las pelotas de goma y gases lacrimógenos se encadenaban con la rueda de prensa de Zelaya. Y en ese contexto, crítico y caótico, hizo aparición la guayaba. Una guayaba que pareció circunstancial, pero que quizás ya estuviera prevista en el guión. Quienes a esas horas de la noche seguían los acontecimientos por la pantalla no pudieron ocultar su desconcierto cuando Zelaya pidió con toda solemnidad un receso para comerse una guayaba y beber una coca-cola porque llevaba tiempo sin comer. Ahí empezó a acabarse lo que parecía una reconquista popular y legítima del poder.

Como las latas de guayaba que se han ganado un espacio permanente en las estanterías del supermercado, el Gobierno golpista de Roberto Micheletti parece afianzarse en su puesto contra «la expansión marxista en Centroamérica y América», según palabras del ministro Rafael Pineda. Está claro que no tienen tiempo para guayabas.

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