Francisco Larrauri Psicólogo
Arenys de Munt no está en Euskal Herria
Cada vez que ojeamos un periódico o vemos un telediario, tropezamos con el gallinero de las sombras y la uniformidad que cimentó Franco sobre miles de cadáveres
Arenys de Munt es un pueblo de seis mil habitantes de la provincia de Barcelona, donde una asociación cívica ha decidido realizar un referéndum el día 13 de setiembre con la pregunta en catalán: ¿Está de acuerdo que Catalunya se convierta en un estado de derecho, independiente, democrático y social integrado en la Unión Europea?
En este pueblecito perdido en las montañas nunca ha existido la violencia política y siempre se ha respetado la ley. Sus gentes son, por tanto, pacífica y democráticamente responsables. Y todo el mundo está seguro que seguirán siéndolo cualquiera que sea el resultado de la consulta. Bien, todos no, porque se han posicionado en contra de este referéndum el PP, la Falange de las JONS y el PSOE-PSC. En definitiva ha habido la misma coincidencia ideológica que se da en Euskal Herria para oponerse a la presencia de la izquierda abertzale en todas las elecciones. La secuencia es conocida. Ciudadanos acude a la Delegación del Gobierno para avisar, el PP exige que el estado de derecho intervenga, el abogado del Estado pone un recurso en el juzgado contra la consulta, los medios adictos a Madrid se posicionan, los dos concejales del pueblo pertenecientes a PSOE-PSC votan en contra cuando sus jefes exclaman que hay que respetar el orden vigente y la Falange solicita manifestarse en el pueblo el día del referéndum. En resumen, vemos cómo pacíficamente y democráticamente en Arenys de Munt no hay modo de eludir el terrorífico y sombrío fantasma del fascismo español invocado al unísono por el PSOE-PSC, el PP y Falange Española. La Constitución y la corrupción política permiten esa comunión de ideas que terminan convergiendo con el fascio de los falangistas.
Los hombres de cuello blanco y camisa azul han intentado deshumanizar a un pacífico pueblecito catalán por atreverse a organizar una consulta popular, y en Euskal Herria quieren convertir en un diablo -utilizando la propaganda política- a quien exige lo mismo. Ambos casos nos ayudan a comprender cómo la autoridad considera amenazadora para su propia integridad la decisión de un referéndum libre y en libertad. La vicepresidenta española, De la Vega, en un ataque de sinceridad, ha dicho para cerrar la controversia de Arenys que el derecho de autodeterminación y la independencia no caben en la constitución. ¡Qué importa la opinión del pueblo en democracia! Ella, que es jurista, tendría que leer los tratados internacionales que ha firmado su país.
El Estado español se ha pasado treinta años en Euskal Herria diciendo que sin violencia todo es posible, que la Constitución era el lado más amable y más bonito de la realidad, a modo de saco de Papa Noel que sólo contenía dádivas y exquisiteces para hacer la vida más agradable a los que eran niños. Nos negaron en su día debatir sobre el contenido real, y ahora se descubre que todo lo que se ha tirado dentro regresa e involuciona a los niños de ayer, mayores hoy. Los aires de la transición han sufrido una regresión, y cuando destripamos el saco no sólo toman un aspecto rudimentario, sino que se muestran con manifiesta hostilidad en Arenys de Munt implantando un recelo como si asomase por el ventanuco una calavera con tricornio.
Este miedo hace que despuntemos únicamente los aspectos socialmente más benignos de nuestra existencia, y si alguien se acuerda del que trafica con armas y habla de paz, de la lengua de serpiente del no a la OTAN, de los beneficios penitenciarios a delincuentes condenados como Galindo, Vera y Barrionuevo, de la tortura sin castigo en Euskal Herria y de la dispersión de los presos vascos, se convierte en un pájaro de mal agüero porque les descubre antes la mentira que el delito. Por eso cada vez que ojeamos un periódico o vemos un telediario, tropezamos con el gallinero de las sombras y la uniformidad que cimentó Franco sobre miles de cadáveres. Allí habita la maldad humana, la que sembró las cunetas de inocentes, la que repintó las paredes de los cementerios y la de los paseos sin vuelta de los campos extrajudiciales. En ese gallinero hoy se juega con nuestro dinero desde las entidades financieras, se vota a conspicuos chorizos para que nos representen y juegan con la brevedad de nuestra memoria porque hoy más que nunca lo que afecta a la colectividad se olvida pronto. Los que nos han forzado a ser testigos de este pútrido ambiente de sombras se valen de un amigable palio y de correajes que no se esfumaron en la transición y que solamente obtuvieron prebendas en lugar de pedir perdón.
Por el destino divino se puede prohibir una consulta popular no vinculante en Arenys de Munt, un campeonato de mus, un partido de fútbol y una exposición de fotos en Euskal Herria. El redentor que quiere transformar nuestra vida y nuestros propios valores es un ser anormal, estigmatizado por un pensamiento de odio que ha quedado históricamente cristalizado. Le gustaría perpetuarse sin que le fastidiasen con el derecho a la autodeterminación y la independencia, para valerse de la totalidad y uniformidad del paraíso que también soñó Franco. Pero ese paraíso que sueña sería terriblemente doloroso. La naturaleza humana también marca su respuesta a la sombra reunida en ese gallinero.