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Jon Odriozola Periodista

Pintan bastos, para variar

En plena descomposición del capitalismo como el que vivimos, no hay filósofos. Sólo charlatanes y acaso ingeniosos sofistas

A Javier Caño

Es imposible vivir en paz si no hay justicia, se suele decir y, sin embargo, se vive al menos en el sentido existencial como vive una ameba que nace, se reproduce y muere. Se vive, se sobrevive, se malvive, pero se vive. El instinto de conservación es un gran aliado del capitalismo en las sociedades occidentales. El suicidio, por ejemplo, es un tema filosófico en las sociedades opulentas que resultaría impensable en las subdesarrolladas económicamente. Es sabido que para A. Camus es el único asunto del que cabe filosofar, mientras que para Camilo Torres, un cura guerrillero latinoamericano que murió con las armas en la mano, el busilis residía en que mientras unos se la pasaban discutiendo sobre la existencia o inexistencia de Dios, lo cierto y real era que la gente se moría de inanición. Las cuestiones bizantinas sólo surgen en las sociedades ociosas y satisfechas y/o esclavistas, como la filosofía helénica. Por eso el llamado «Tercer Mundo» no «produce» filósofos: porque no tiene ni para comer.

Ocurre que en la llamada civilización occidental ya no se filosofa sino que, simplemente, se miente. Podremos estar de acuerdo o no con Platón, Aristóteles, Parménides, Heráclito, Epicuro, Demócrito o Diógenes, filósofos gandules en el sentido de que no la hincaron nunca y despreciaban el trabajo como algo vil y propio de esclavos, pero jamás mintieron a sabiendas, es decir, construyeron maravillosos sistemas filosóficos en los cuales creían firmemente y que aún siguen sin estar periclitados. En plena descomposición del capitalismo como el que vivimos, no hay filósofos. Sólo charlatanes y acaso ingeniosos sofistas. Ni siquiera voces que claman en sáharas y gobis como areopagitas o estilitas, pues que están espléndidamente remunerados y medran para estarlo vendiendo crecepelos dizque lo políticamente correcto. Éstos jamás se suicidarán en un rapto romántico.

Rubalcaba dice (amenaza) a la juventud vasca, o parte de ella: «sepa aquel que se meta en ETA que firma estar en la cárcel de por vida». Podría haber dicho también: «estudie y, si encuentra algún trabajo, cásese, tenga hijos y muérase como las amebas». O, «si no tiene trabajo, robe, que le detendremos para justificar la propiedad privada. O robe a lo grande y no le detendremos. O, si es rebelde y pasa ese sarampión, véngase a mi ministerio y discutiremos políticamente y trataré de convencerle de lo equivocado de su postura. Pero jamás sea consecuente con su ideología».

La oligarquía ya no es «discutidora», como lo quería Habermas. El fascismo posmoderno se desenmascara y viene a decir: «sabemos de sobra que tenéis razón, joputas, pero va en nuestra naturaleza, como le dijo el escorpión a la rana que le pasaba de una orilla a otra del río, aniquilaros. Si persistís en mantener en alto la bandera de la justicia, caerá sobre vosotros el tópico y la mentira, es decir, el Estado de Derecho y el peso de la ley convertida en una forma de las bellas artes. Si dijéramos la verdad, seríamos filósofos y vosotros esclavos. Ocurre que sois `ciudadanos'». Hasta Maquiavelo se sonrojó.

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