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Análisis | Las claves del nuevo curso político (y IV)

Que las ramas no impidan ver el bosque que busca el PSOE

El PSE combina movimientos como los de las fotos o el mapa de ETB, de alto voltaje mediático, con otros más sutiles con los que contenta a sectores que antes dependían del PNV La posición del PSE y del PSN ofrecen al PSOE la oportunidad de llevar a la práctica el pacto contra el abertzalismo firmado con el PP en 2000. Otra cosa es acertar

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Ramón SOLA- Iñaki ALTUNA- Iñaki IRIONDO

Cuando el PSN se echó en brazos de UPN hubo quien habló de suicidio, y los deslices de aprendiz del Gobierno del PSE han dado para algunos chistes, pero ni estas ramas ni otras que agitan deliberadamente desde el Departamento de Interior de Lakua deben impedir que se vea el bosque del PSOE, que es el de asentar el marco actual mientras se va españolizando con normalidad el ecosistema vasco. La fuerza de la represión se combina ahora con otros resortes más sutiles que facilita el poder institucional autonómico.

La trampeada llegada de Patxi López a Ajuria Enea, llevado bajo palio por Antonio Basagoiti, y la operación puesta en marcha en agosto de 2007 en Nafarroa de la mano de Miguel Sanz daban al PSOE la oportunidad histórica de poner en marcha los principios acordados con el PP en el Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo de diciembre de 2000, que el nacionalismo vasco en general interpretó más como una maniobra contra las bases del Acuerdo de Lizarra-Garazi que contra ETA, aunque su desarrollo posterior se centró fundamentalmente en el castigo de la izquierda independentista. Cuestión muy distinta es que, teniendo esa oportunidad histórica, el PSOE vaya a dar con las formas oportunas para hacerla efectiva, de igual modo que no es lo mismo auparse a Lehendakaritza que acertar a gobernar.

En cualquier caso, conviene huir de análisis superficiales y de las caricaturas más fáciles. Si bien es cierto que tanto el PSN en su día como el Gobierno de Patxi López ahora han dado sobrados motivos para la crítica feroz e incluso la chanza hiriente de sus opositores por actitudes y poses que cualquier analista objetivo interpreta como errores de bulto, hay indicios que apuntan a que sus posiciones -el objetivo de la estrategia de Estado- se van consolidando.

Hoy es evidente que, pese a las suposiciones de algunos, la entente José Blanco-Miguel Sanz de agosto de 2007 no sólo no le supuso un coste electoral acusado al PSN, sino que ahora se pretende mantener como un valor hasta tratar de llegar a una fórmula de bipartidismo cuyo único fin sería garantizar el marco actual de Nafarroa (o uno todavía más blindado) gobierne el partido que gobierne. Y por mucho que las fotos de Patxi López en «Vanity Fair» sean motivo de rechifla para una parte sustancial de la ciudadanía vasca y algunos expertos en imagen se echen las manos a la cabeza, no conviene olvidar que la estrategia de fondo del PSE en esta primera legislatura (en la que le acompaña el PP) es la de demostrar que no pasa nada por que el PNV no esté en el gobierno, que nada se hunde sin la presencia jeltzale en el poder (o, al menos, que no se hunde nada que no se fuera a hundir también con el PNV), mientras se avanza en la españolización del conjunto del medio ambiente político, social y mediático.

El Ejecutivo de Patxi López está teniendo un arranque balbuceante y descompensado. Desde el primer momento dio muestras de no estar suficientemente preparado para la responsabilidad institucional de gobernar. Parece que ni siquiera ellos hubiera creído en sus propias posibilidades de llegar a Ajuria Enea o quizá sea que se habían centrado en cuestiones estratégicas, dejando de lado otras más prácticas.

Las primeras medidas -como el cambio de imagen corporativa de Lehendakaritza o la apertura de una nueva página web- tuvieron que ser anuladas al instante porque no se habían atenido a los principios normativos que rigen la actuación gubernamental. La primera gran reunión con las diputaciones, que debía servir a un tiempo para inaugurar la imagen de un gobierno que actúa contra la crisis y lo hace además de la mano de los poderes forales, se convirtió en sí misma en un objeto de controversia porque desde Lakua no se atuvieron ni siquiera a los mínimos de cortesía interinstitucional. Hay otros datos que sugieren el alto grado de improvisación en el arranque de la «nueva era» y que no han trascendido tanto, como que personas que acababan de ser nombradas para un cargo fueran a los pocos días cambiadas a otro. A lo que habría que añadir la instauración de sagas familiares dentro de la Administración, con la colocación de consortes e hijos. Y es evidente que la maquinaria todavía no está engrasada, porque ayer mismo la portavoz del Ejecutivo autonómico, Idoia Mendia, tuvo que matizar algunas afirmaciones hechas la víspera por el consejero de Economía y Hacienda, Carlos Aguirre, en una rueda de prensa convocada con antelación y donde cabe suponer que llevaba su discurso y sus respuestas debidamente preparadas.

Además, resulta llamativo que en estos primeros meses, el peso de la imagen gubernamental haya recaído en el Departamento de Interior y su campaña contra las fotografías de los presos políticos vascos. Los resultados prácticos, en lo concerniente a hacer desaparecer de las calles los testimonios de solidaridad con los encarcelados, han sido nulos (de hecho es probable que haya habido más fotos que nunca) y en ningún caso justifican el abuso de recursos personales y económicos que se han utilizado. Sin embargo, con la corriente favorable creada por la mayoría de los medios de comunicación, ha tenido un rédito propagandístico y táctico. Por un lado, en prensa, radio y televisión, por tierra, mar y aire, se ha extendido la imagen de que este Gobierno sí que actúa con firmeza contra «los violentos». Por otro lado, ha obligado al PNV a responder y posicionarse en diversas ocasiones en contra de las actuaciones de Rodolfo Ares y situarse, por tanto, en el lado de «los malos» o «los dudosos», lo que permite al PSE reforzar ante su electorado la sensación de que la sustitución de los jeltzales era una obligación, aunque ello les llevara a tener que ir de la mano del PP.

Pero, pese a lo anterior, el PSE no ha entrado en todos los aspectos del Gobierno como un elefante en una cacharrería. Hay determinados asuntos, a los que no se les ha dato tanta publicidad, en los que el Gabinete de López está actuando con guante de seda. Pregunten en algunos ámbitos educativos y del mundo del euskara qué hay de lo suyo -sobre todo en aspectos subvencionales- y les contestarán que, al menos por el momento, no pierden dinero con respecto a ejercicios anteriores.

Recordemos que el objetivo del PSE es normalizar su presencia en el Gobierno y normalizar la presencia de España en la CAV. Y buen ejemplo de ello es lo acontecido en EiTB. Dejémonos de tonterías: el cambio en el mapa del tiempo es prácticamente imperceptible y en su centro se sigue viendo nítidamente el conjunto de Euskal Herria. Y es cierto que han rodado algunas cabezas, pero muchas menos de las que algunos esperaban. El PNV habrá visto su tiempo de presencia en las cámaras notablemente reducido, pero ello ha sido debido a que ya no gobierna y, por lo tanto, ni da ruedas de prensa institucionales, ni inaugura nada ni firma convenios. Ahora eso lo hace el PSE y por eso sale más.

Los verdaderos cambios en EiTB son dos. El primero, que ahora la izquierda abertzale aparece casi tan pocas veces como antes, pero al menos los actuales directivos lo reconocen. Y dos, que a la cuota de presencia que de por sí tienen PSE y PP en las instituciones vascas, se le añade un acercamiento del eje informativo hacia Madrid. Las actuaciones del Gobierno español y de lo español en general -con la utilización del término «nacional» en lugar de «estatal»- tienen hoy más presencia en los medios públicos de la CAV. Pero que tampoco los anteriores gestores jeltzales de EiTB intenten ahora hacer creer que durante su mandato el ente era mucho más plural y reflejaba planteamientos nacionales vascos muy avanzados.

De cara al futuro, hay que tener en cuenta que las elecciones europeas ya demostraron que el electorado del PSE estaba eufórico y respondió muy bien. Quien piense que la crisis económica va a ser un elemento de desgaste debe tener presente que -si no hay imprevistos que fuercen un adelanto y que podrían ser en sí mismos determinantes del resultado- las próximas elecciones autonómicas serán en 2013, para cuando todos deseamos que las actuales penurias no sean ya más que un recuerdo.

La estrategia de «acabar con los espacios de impunidad» de la izquierda abertzale puede tener algún efecto bumerán en determinados casos, pero es difícil que afecte al electorado unionista. Por lo demás, si el independentismo tuviera la capacidad y eficacia para darle la vuelta al escenario, seguro que no sería Rodolfo Ares el último en adaptarse.

Habrá que ver, por otro lado, en qué acaban los flirteos entre el PNV y el PSOE, sobre todo en Madrid, y cuál es el encaje final que encuentran al puzle presupuestario. Lakua tiene atado lo suyo, pero no están tan seguras ni las diputaciones ni el Ejecutivo de Rodríguez Zapatero.

Mientras tanto y pese a todo, el PSE tratará de seguir demostrando que ni el PNV es imprescindible ni sin él se hunden las ikastolas, el mundo del euskara o los servicios públicos en general. Todo ello con el fin de que un sector de quienes antes votaban al PNV porque era el que mandaba aquí, lo hagan en adelante a Patxi López, a pesar de que sepamos de él más sobre sus aficiones musicales que sobre su eficacia como gestor de lo público.

Un PS muy tocado

La cita electoral de las regionales de marzo próximo en el Estado francés serán un buen test para saber si la recuperación del PS, tras los últimos batacazos, es posible, aunque no podrá llegar, ni en el mejor de los casos, a los buenos resultados de las regionales anteriores.

De hecho, están lanzando guiños al MoDem para intentar construir una posible alternancia y sumar fuerzas al objeto de conservar la presidencia en los consejos regionales, también en el de Aquitania, actualmente en manos de Alain Rousset. En ese objetivo, habrá que ver el camino por el que optarán Los Verdes, que incluso llegaron a adelantarles en las pasadas europeas. Un entendimiento entre esas fuerzas puede tener consecuencias también en el debate entre los abertzales. ¿Se podría repetir el apoyo a Los Verdes de determinados sectores si eso supone también apoyar al PS?

Con la precaria situación de los socialistas, los representantes de la derecha parecen estar tranquilos. En Ipar Euskal Herria, la cuestión seguirá centrada en el equilibrio de fuerzas entre el centro-derecha, tradicionalmente muy importante por estos pagos, y la derecha, que con el éxito en el conjunto del Estado por parte de la UMP parece haber aumentado su influencia. Bien es cierto que, en el trabajo cotidiano, sus cargos electos tienden a evitar las discusiones más ideológicas y políticas.

Entre los debates a los que ni el PS ni la derecha quieren entrar se encuentra el de la institucionalización de los territorios vascos. Una de las pocas noticias en ese sentido fue la iniciativa del presidente del Consejo de Electos, Jean-Jacques Lasserre (MoDem), que encabezó la delegación que se reunió con la comisión Balladur antes de que entregara al presidente Sarkozy el informe que sobre el modo de abordar la reforma de la estructura institucional del Estado le había encargado. En dicha reunión, solicitaron que fuese tenida en cuenta la especificidad vasca, delimitándola expresamente a los tres territorios.

La otra gran cuestión de la que nadie podrá abstraerse será, está siendo ya, la Línea de Alta Velocidad, sin obviar el peso que tendrán también las cuestiones sociales influenciadas, además de por la crisis, por la política de reformas que está llevando a cabo el Gobierno en los últimos años y que están siendo fuente de conflicto por las restricciones de servicios públicos en determinados sectores y zonas del interior de Ipar Euskal Herria.

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