GARA > Idatzia > Ekonomia

Diamantes y Amberes, una antigua relación que genera aún hoy 200 millones de dólares al día

Amberes sigue consagrada como referente mundial de la distribución de diamantes en bruto. En 2008 las piedras preciosas generaron 200 millones de dólares cada día (alrededor de 137 millones de euros) y eso que la crisis redujo un 60% las exportaciones e importaciones.

p025_f01.jpg

Alicia ALVAREZ I

Los diamantes siguen siendo los mejores amigos de Amberes, la ciudad flamenca históricamente consagrada como referente mundial de la distribución de diamantes en bruto, y donde en 2008 estas piedras preciosas generaron 200 millones de dólares cada día (alrededor de 137 millones de euros).

Tallados en todo tipo de formas: redondos, ovalados, cuadrados o con forma de corazón, estos trozos de carbón cristalizado llevan fascinando al ser humano desde que en el siglo XIII Marco Polo descubriera el primero en China y lo llevase a Venecia. Gracias a las buenas relaciones que mantenía con la ciudad transalpina -el otro gran puerto europeo de aquella época-, Amberes participó ya entonces en la comercialización de estas piedras preciosas, una actividad que con el paso del tiempo se convertiría en indispensable para la hoy considerada como «capital mundial del diamante».

«Quien quiera vender un diamante, encontrará al comprador en Amberes y, quien quiera adquirir uno, hallará también al vendedor aquí», explica el portavoz del Centro Mundial del Diamante de Amberes (AWDC), Philip Claes. De hecho, la mitad de la producción mundial de diamantes en bruto, tallados o industriales, pasa por esta ciudad, un porcentaje que asciende hasta el 80% para las piedras en bruto.

Más de 1.800 empresas

Más de 1.800 empresas internacionales del sector están asentadas en esta ciudad que ofrece, a diferencia de competidores directos en el sector como Tel Aviv o Bombay, la estabilidad política, financiera, social y religiosa necesaria, según recalca Claes.

Una actividad tradicionalmente dominada por judíos -cuya presencia es notoria en las calles de la ciudad (una sinagoga se erige frente a una de las cuatro bolsas de diamantes de Amberes)- pero en la que, en consonancia con la multiculturalidad que predomina hoy en el sector, es la comunidad india la más numerosa.

Desde el hallazgo del diamante hasta que reluce en el escaparate de una joyería, la piedra atraviesa varias etapas de comercialización y retoque durante las que su valor se va multiplicando, un proceso que se realiza en diferentes lugares del mundo, pero siempre pasando en algún momento por Amberes.

Aunque sigue siendo líder en distribución, los fabricantes de diamantes se trasladaron en la década de los setenta desde Amberes hasta India y China, por el bajo coste de su mano de obra. Esto significa que cortar, dar forma y pulir la piedra son tareas que, generalmente, ya no se realizan en la ciudad europea, que hasta hace apenas unas décadas contaba con 35.000 trabajadores dedicados al tallado de diamantes.

Pero la gran experiencia y tradición de los pocos talleres que aún quedan en la ciudad hace que los diamantes más valiosos y especiales sigan siendo los labrados en Amberes.

Es el caso de «La promesa de Lesotho», el decimoquinto diamante más grande jamás encontrado (121 gramos), adquirido en 2006 por 12,4 millones de dólares (alrededor de 8,5 millones de euros) por una compañía sudafricana que, tras estudiar la piedra, decidió dividirla en un taller de Amberes en un total de 26 diamantes que se vendieron posteriormente por 50 millones de dólares (34,3 millones de euros).

Los estrictos controles de seguridad que la oficina de diamantes de Amberes aplica a cada cargamento que entra o sale de la ciudad son, asimismo, otro factor clave en el éxito de esta industria, según explica el portavoz de AWDC. Cada piedra es pesada e inspeccionada para confirmar que, efectivamente, cumple con las características que rezan en su certificado y que, a modo de carné de identidad, indican su peso, corte, color y claridad.

Otro documento, el certificado del «Proceso de Kimberley», asegura que no se trata de un «diamante de sangre» utilizado para financiar conflictos en su país de origen. «Ningún diamante puede entrar en Bélgica sin ese certificado», recuerda Claes, aunque reconoce que ningún sistema es perfecto al cien por cien.

Producto de lujo por excelencia, los diamantes no se han salvado sin embargo de los efectos de la crisis económica, que generó el pasado año un descenso de las exportaciones e importaciones en Amberes de entre el 50% y el 60%. Hoy, las cifras son algo más optimistas, una tendencia al alza que Claes confía que se mantenga y que depende, en buena parte, del comportamiento económico de los Estados Unidos, país que compra una de cada dos piedras que se venden en todo el mundo.

Imprimatu 
Gehitu artikuloa: Delicious Zabaldu
Igo