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Los intereses de la clase política vasca

La clase política vasca, o al menos la casta formada por los políticos profesionales con cargo, muestra públicamente un grado de sintonía respecto a los grandes temas del país que parece superar cualquier tipo de lucha partidaria. Algo que sería encomiable si tuviese en cuenta los intereses de los gobernados y no exclusivamente los de los gobernantes. En varios temas importantes, como son la organización socioeconómica del país en estos tiempos de crisis y la situación del conflicto político vasco, los matices que los portavoces del PSOE, del PNV y del PP se empeñan en subrayar suenan teatrales, sobre todo si se tiene en consideración el grado de acuerdo que en el fondo muestran unos y otros. Algo que además no hace sino acrecentar su falta de credibilidad ante la sociedad.

Durante los últimos días, desde López hasta Sanz, pasando por Urkullu, Basagoiti y Jiménez han coincidido en plantear como prioridades de este momento el apuntalar un modelo de fiscalidad basado en gravar las rentas de trabajo y la apuesta por invertir gran parte de las energías políticas, sociales y económicas del país en reprimir al independentismo. Ese acuerdo muestra hasta qué punto confluyen los intereses de los dirigentes de esos partidos. Para colmo, el resto de fuerzas se muestra incapaz de salirse de ese guión impuesto.

En definitiva, los intereses de la clase política se contraponen a la propia realidad y a los intereses de la ciudadanía vasca. A una gran mayoría de trabajadores -y cada vez más parados- que se identifica con posiciones progresistas y soberanistas la gobierna una minoría de conservadores que ejerce de delegación provincial. Minoría que además vive con obscena holgura gracias al dinero que abona esa mayoría. El sistema parece creado para reforzar ese círculo vicioso. Desde esta perspectiva, sólo aquellas fuerzas que desde un punto de vista ideológico de izquierda sean capaces de hilvanar una práctica y un discurso coherentes, establecer alternativas viables y mostrar un compromiso a la altura de la situación política y económica podrán romper esta dinámica.

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