ZINEMALDIA
Una tormenta llamada Brad Pitt
«Vini, vidi, vinci». Brad Pitt llegó a primera hora de la tarde a Donostia y se despidió «bailando bajo la lluvia» ante los cientos y cientos de fans que se amontonaron en las inmediaciones del hotel María Cristina y el Kursaal. En las pocas horas que estuvo en la capital guipuzcoana para presentar su película «Inglorious basterds», junto al director Quentin Tarantino, revolucionó la ciudad. Con él arrancaba la 57 edición del Festival Internacional de Cine de Donostia.
O.L.-A.B.-A.A. |
El chaparrón que descargó hacia las 22.00 h. en Donostia no hizo retroceder ni un paso de la valla a los cientos de fans que, desde media tarde, guardaban ansiosos su ansiado puesto para disfrutar en primera fila de los cuarenta metros que recorrerían Quentin Tarantino y Brad Pitt desde el hotel María Cristina hasta el teatro Victoria Eugenia, donde anoche se estrenaba su película «Inglorious basterds». Fueron, probablemente, los cuarenta metros más cotizados de la historia de Zinemaldia y también el cúlmen de una jornada marcada por la intensa lluvia y la visita de la estrella cinematográfica al festival.
Antes de las 14.30 h., hora en la que estaba prevista su llegada en avión privado a Zinemaldia, los fans, sin hacer caso al chaparrón que caía, esperaban cercados por grandes vallas metálicas y rodeados por una decena de «hombres de negro» ante el hotel María Cristina. «Yo ni siquiera iba a venir, pero estando aquí el ambiente te invade y es imposible mantener la calma», reconocía una joven desde la primera fila. Con una amplia mayoría de mujeres -y de todas las edades-, también se veía algún hombre que otro, aunque decían estar allí de acompañantes o por casualidad: «A mí aquí me han plantado, como un seto. Creo que no aguantaré la espera y me iré a comer un pintxo», decía resignado y con humor uno de ellos. Su mujer le miraba con expresión de haberse ofendido por el desinterés mostrado y al fondo empezaban a oírse los primeros gritos. Cada coche que pasaba, aunque fuera el de los mecánicos del hotel, provocaba la euforia y, como si del «efecto dominó» se tratase, todo el mundo gritaba sin saber muy bien por qué.
Así, entre gritos y espera arribó Brad Pitt y todos comenzaron a gritar... incluído el hombre que iba a comer un pintxo. Escondiendo sus ojos tras unas grandes gafas y vistiendo unos vaqueros, el actor dedicó un buen rato a firmar autógrafos, dar la mano y sonreir, y todo eso hizo que fuera aún más aclamado. «¡Mira que guapo, que simpático: si es que es perfecto!», gritaba una mujer.
La fama y los amigos
El tono irónico y cómico con el que se trata la invasión nazi en el Estado francés y la venganza de los judíos en «Inglorious Bastards», se vio reflejado en el «buen rollito» que mostraron el director y el actor protagonista en la multitudinaria rueda de prensa que siguió a la proyección ante la críticia, ayer por la tarde, de «Inglorious Basterds». Desde que entraron a la sala -junto a un acompañante, a quien, al pobre, se le hizo un vacío completo- no pararon de sonreír y saludar -«¡Hola, hola, gracias...!»- a pesar de la avalancha de fotógrafos y periodistas -algunos trabajando, otros muchos con la pequeña cámara digital o el teléfono móvil- que, subidos a las sillas, quisieron tomar la mejor imagen de las principales estrellas de la jornada inaugural. Entremezclados con los habituales periodistas y críticos de estos festivales, el glamour atrajo a otra serie de personajes, como una reportera vestida con un buzo amarillo en honor a «Kill Bill» u otro, que quiso regalar un consolador a Tarantino.
«¿Cómo lo lleva?», le preguntaron a Brad Pitt. «Al principio era muy complicado y me ocultaba, pero ahora lo entiendo. Busco tiempo para los niños y equilibramos lo público con lo privado», se sinceró el actor estadounidense. Tras la insistencia de los agobiados moderadores pidiendo que se sentaran los asistentes pudo empezar la ronda de preguntas. El actor interpreta al teniente Aldo Raine, un militar de Tennessee y nieto de un indio apache, que está al mando de un grupo de soldados judíos que no piensa en otra cosa que vengarse de los nazis. «Es verdad que hay una música en mi acento. Mis hijas ahora copian ese acento y es muy curioso ver a una niña asiática con acento de Tennessee», bromeó. Tarantino quiso aclarar que aunque él sea de Tennessee, «no es un personaje autobiográfico, pero sí que tengo algo de indio en la sangre». Y es que en la película toman especial relevancia los acentos y los distintos idiomas como el inglés, el francés, el alemán o el italiano. «Es un mundo multilingüe y creo que las películas se deben hacer así, sin que sean únicamente para tu país», dijo Pitt.
El actor estadounidense ha compartido reparto con actores franceses y alemanes y quiso destacar el trabajo de todos en esta película coral: «Lo que me gustó es que todo el mundo tenía algo que aportar. Eran actores que no conocía, pero de tan alta calidad que fue como si fuéramos hermanos. Fue muy interesante cómo el reparto alemán asumió la película. Fue difícil para ellos, pero interesante a la vez».
Tarantino, Dios
Cómodo con el reparto y también muy cómodo con el director, con quien no paró de bromear durante la media hora que duró el pase. «El rodaje fue divertidísimo y con la energía que tiene Quentin era imposible dormirse. Su plató es como una iglesia y él es Dios. Y siempre aprendes algo de Dios», alabó en más de una ocasión al director. Éste le devolvió las flores y confesó que desde el principio pensó en Pitt para la película. «Creí que me diría que no, que andaría metido en mil proyectos, pero lo que me dijo es que estaba disponible para cuando llegara un buen guión. Y eso me gustó». A lo que le añadió el actor: «Hacer este papel fue perfecto para mí. Al igual que con los hermanos Coen, no quieres cambiar ni una coma del guión».
El actor, que además de arrasar con el público femenino ha demostrado sus dotes para la interpretación, afirmó que ha tenido mucha suerte en su carrera profesional. Nominado al Óscar por «El curioso caso de Benjamin Button» y ganador del Globo de Oro por «Doce monos», atraviesa uno de los mejores momentos de su vida. «Intento buscar siempre papeles diferentes. Ahora mismo trabajo con gente que respeto y que hace buenos guiones». Confesó, a su vez, que, una vez finalizada la película, no le importa lo que piense la crítica. También adelantó sus nuevos proyectos, como «Money ball» y «La ciudad perdida de Z».
Durante la película, en la que el cine se convierte en ocasiones en protagonista se juega con la frase «ésta será mi obra maestra» pero Tarantino declaró que «espero que ésta no sea mi gran obra maestra y vengan muchas más detrás. Quizá volvamos a trabajar juntos en la precuela», bromeó.
El estreno
La última cita del día y la más esperada, no en vano suponía la inauguración de Zabaltegi, era la presentación por parte de Quentin Tarantino y de Brad Pitt de su trabajo ante el público donostiarra. Hacia las 21.30 h. salió del hotel en dirección al teatro Victoria Eugenia el director, sonriente, pero con paso ágil. Posó a modo de robot ante los cámaras, que también peleaban por obtener un buen sitio.
Mientras se esperaba la salida del actor estadounidense, el público ataviado para la ocasión, aunque muchos con su cámara de fotos al cuello, iba llegando al teatro escalonadamente. Y hacia las 21.45 h., por fin, salía la gran estrella. Aprovechando una tregua en la lluvia que no paró de caer durante gran parte del día, Brad Pitt se paseó por la alfombra roja, saludando a la gente y firmando autógrafos. Incluso llegó a saltarse el protocolo y abandonó la alfombra para saltar a la carretera y enloqueciendo, aún más, el ambiente.
Tras la presentación de la película ante el público del teatro, al poco tiempo, la estrella volvía a salir a la noche inclemente y esta vez sí que llovía con ganas. Un hombre trajeado se ofreció rápidamente a tapar con un paraguas al actor y éste, como premio, no dudó en demostrar sus dotes de baile emulando el clásico «Singing in the rain». Un final de lo más cinematográfico.
«Con la energía que tiene Quentin era imposible dormirse. Su plató es como una iglesia y él es Dios. Siempre aprendes algo de Dios», afirmó Pitt demostrando su buena sintonía con el director.
Aprovechando una tregua en la lluvia, el actor se paseó por la alfombra roja. Incluso llegó a saltarse el protocolo y abandonó la alfombra para saltar a la carretera, caldeando aún más el ambiente.