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Belén Martínez analista social

Berlusconiadas

 

Antonio Gramsci no soportaba la indiferencia, a la que describe como «el peso muerto de la historia... la materia inerte en la cual frecuentemente se ahogan los entusiasmos más esplendorosos». La indiferencia conlleva la pérdida de la conciencia cívica, política y moral. La indiferencia es contrarrevolucionaria.

Gracias a la indiferencia de una Europa agonizante, Il Cavaliere Berlusconi puede afirmar que es «el mejor presidente del Consejo que haya podido tener Italia en 150 años de historia». Para reforzar su argumentación, alude al 68% de confianza recabada en las urnas. ¿Algo tendrá que ver su holding mediático, no? En una comparecencia durante la cumbre bilateral entre los estados español e italiano, el inquilino de Quirinal se jacta de ser un conquistador y fanfarronea sobre la paridad haciendo referencia a la patria de Casanova y los playboys, de la que se considera digno representante.

Il Cavaliere puede permitirse el lujo de ejercer de sexista, clasista y xenófobo full- time, puesto que tiene inmunidad e impunidad absolutas. ¡Suerte que tiene! Si llega a ser un tal Nazin de Turquía, seguro que se monta una buena trifulca diplomática.

Zapatero, sonriente, excusa y exculpa al Primer ministro: «Siempre ha tenido buen sentido del humor y una actitud de deferencia hacia nuestro Gobierno, lo saben también las ministras».

La indiferencia de ZP me hace recordar los siguientes versos pertenecientes al Canto III de «Las cenizas de Gramsci», de Pier Paolo Pasolini: «Vivo en la apatía de la eclipsada postguerra: amando el mundo que odio - en su miseria despreciable y perdida- por un oscuro escándalo de la conciencia».


 
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