Arranca en París «el juicio de la década» sobre el caso Clearstream
Un ex primer ministro, Dominique de Villepin, en el banquillo de los acusados y el actual presidente, Nicolas Sarkozy, en el de las víctimas. El caso Clearstream, cuyo juicio arrancó ayer en un tribunal parisino, confirma el nivel de canibalismo que se estila en las altas esferas de la clase política francesa. Todo ello en un marco en el que no se sabe dónde comienza la maquinación política y dónde acaba la corrupción.
GARA
Juicio de la década o proceso fuera de toda norma: un tribunal de París comenzó ayer a juzgar el affaire Clearstream, la historia del odio visceral entre el ex primer ministro Dominique de Villepin, acusado de una sombría maquinación política, y el actual presidente francés, Nicolas Sarkozy.
Si el recurso de los acusados no lo remedia, el abogado del inquilino del Elíseo se sentará en el banquillo de las víctimas, un hecho rarísimo que se explica porque Sarkozy se ha personado como parte civil.
Tendrá en frente a De Villepin y a otro cuatro acusados, entre ellos Imad Lahud, un genial matemático acusado de realizar falsos listados informáticos, y Jean-Louis Gergorin, ex vicepresidente del grupo EADS.
Desfilarán, entre otros, como testigos un maestro de espías retirado, un ex jefe de los servicios secretos y probablemente un policía del servicio de Renseignements Generaux, institución que conoce los grandes y pequeños secretos de la clase política francesa.
«El affaire Clearstream no es una película, es la realidad podrida y lamentable de una clase política amante de los golpes bajos y de las maniobras más retorcidas», deploraba estos días el editorialista de la revista «L´Express», Christophe Barbier.
En ella se narra la historia, a partir de 2003, de dos pesos pesados de la política, dos hombres de la derecha gaullista a los que separa todo menos la pertenencia a un mismo gobierno y la ambición de suceder a Jacques Chirac al frente del Elíseo en mayo de 2007.
Todo comenzó con una falsificación de listas de la sociedad financiera luxemburguesa Clearstream. El objetivo de la manipulación es desacreditar a los destinatarios de cuentas haciéndoles pasar por beneficiarios de comisiones por una venta de armamento a Taiwán en 1991.
Un juez que investiga estos casos de corrupción recibe estos listados, expedidos anónimamente. Se abre una investigación por denuncia calumniosa. Entre las muchas personalidades que aparecen en las listas Clearstream -industriales, políticos...- , surge Nicolas Sarkozy. La vertiente política del affaire está ya lanzada.
Sarkozy promete «colgar del gancho de un carnicero» al autor de «semejante maquinación», informa la prensa. Y apunta rápidamente como sospechoso a Dominique de Villepin, ministro de Interior y luego primer ministro, a quien acusa de utilizar las listas para entorpecer su camino al Elíseo.
Los investigadores analizan los apuntes del general Philippe Rondot, antiguo agente de los servicios de inteligencia, en los que consigna reuniones secretas con De Villepin consagradas a las manidas listas. ¿Estamos ante un gabinete a la sombra para destruir a Nicolas Sarkozy? Rondot testificará en el proceso.
Sarkozy derrotará finalmente a su rival en el terreno político. Llegó y permanece en el Elíseo y si De Villepin es condenado por complicidad en denuncia calumniosa, podría ser condenado a hasta cinco años de cárcel y 445.000 euros. La victoria de Sarkozy sería entonces total.
De Villepin niega toda implicación en la falsificación y no deja de denunciar el desequilibrio creado por el peso de la Presidencia en este proceso.
Un periodista de investigación, Denis Robert, y un antiguo auditor de la firma Arthur Andersen, Florian Bourges, sospechosos de haber compartido las listas, completan la lista de acusados en un proceso que durará hasta el 23 de octubre y que incluirá 18 testimonios.
«Estamos ante un juicio que marcará época, porque muestra cómo el aparato judicial está instrumentalizado por los poderes políticos», asegura Robert.
Fiel a la estrategia según la cual la mejor defensa es un buen ataque, De Villepin arremetió contra Sarkozy. «Estoy aquí por la voluntad de un hombre, estoy aquí por el ensañamiento de un hombre, Nicolas Sarkozy, que es también presidente de la República», declaró De Villepin, quien auguró que «saldré libre y limpio en nombre del pueblo francés». «Algunos querrían creer que en nuestro país no hay lugar para procesos políticos. Yo también quiero creerlo y sin embargo aquí estamos en 2009 y en Francia», para insistir en que a suya «no es una lucha personal, es la lucha de todas aquellas y todos aquellos que luchan contra la injusticia (...), que son víctimas del abuso de poder. La Justicia es un bien precioso pero es también un bien frágil que reclama el compromiso de todos. Sé que la verdad triunfará», remachó antes de entrar en el juzgado.
La defensa del ex primer ministro ha interpuesto un recurso contra la personación del presidente en el caso, lo que a su juicio supone «la ruptura del principio de un proceso justo». Y es que mientras el inquilino del Elíseo tiene asegurada la inmunidad durante su mandato gracias a la Constitución, esta misma no le impide personarse en una causa.
Si el tribunal rechaza el recurso de los letrados de De Villepin, Sarkozy será representado por su abogado durante el proceso.
El juicio arrancó ayer entre una expectación inusitada. Decenas de periodistas pugnaban por entrar en la sala de vistas, donde casualmente fue condenada a muerte Maria Antonieta el 16 de octubre de 1793, hecho que marcó la Revolución Francesa. GARA
Michèle Alliot-Marie, ex ministra de Defensa y ex alcaldesa de Donibane Lohitzune, no ha sido llamada como testigo pese a que el general Rondot aseguró que la tuvo informada sobre el affaire y fue llamada a declarar en audiencias preliminares