Tras su decepcionante paso por Hollywood con “Invasión”, fallido remake del clásico fantástico “La invasión de los ladrones de cuerpos”, Oliver Hirschbiegel ha retornado a Europa para rodar esta interesante crónica irlandesa que sorprende por la originalidad de su planteamiento. Cuando son muchos los que vaticinan que todo está dicho y que muchas cosas más pueden ser contadas acerca del llamado conflicto irlandés, nos llega esta perspetiva novedosa que ahonda en las profundas heridas sin cicatrizar de una sociedad que debe aperender a convivir con sus fantasmas del pasado.

Liam Neeson y James Nesbitt son los encargados de personificar los dos bandos enfrentados en este cara a cara que Hirschbiegel sabe dosificar y prolongar hasta un último y definitivo instante. En este duelo, a Neeson le corresponde meterse en la torturada personalidad de un hombre que en el pasado formó parte de un grupo paramilitar protestante que asesinó a un joven católico, y a Nesbitt le ha tocado en suerte el rol del no menos torturado hermano del asesinado. La escenificación del primer cara a cara entre ambos cobra forma en lo que pretende ser la grabación de uno de esos realitys a los que nos tiene tan acostumbrados la televisión moderna. Se nota que al autor de «El hundimiento» le van los espacios cerrados porque se desenvuelve con soltura creando una atmósfera angustiosa en la que quedan atrapados sus dos protagonistas. Colocados en habitaciones distantes antes de su encuentro ante las cámaras, ambos personajes nos descubren las pesadillas con las que han convivido demasiado tiempo y las intenciones que han movido a cada uno de ellos para aceptar el reto que supone verse las caras. Nesson y Nesbitt no han desperdiciado la oportunidad que les ha brindado un guión que perfila con mucho detalle las complejas personalidades de estos dos hombres marcados y sacan toda su fiereza interpretativa en la única escena que comparten. Ojalá, algún día, la cinematografía vasca cuente entre su filmografía trabajos tan serios y precisos como éste.