Maite SOROA | msoroa@gara.net
Las maravillas de López en «El País»
Leo «El País» y tengo la impresión de vivir en el maravilloso mundo de Alicia. Con la diferencia de que el papel de Lewis Carrol corresponde al panegirista de ZP: Luis Rodríguez Aizpeolea. En su balance de los primeros meses de gobierno de López, Aizpeolea sentencia que «parece historia lejana que en Euskadi había un Gobierno que retaba al Estado con planes soberanistas, como los del lehendakari Juan José Ibarretxe en sus diez años de mandato. ETA, más débil que nunca, está al acecho pero no marca la agenda». Mira qué contento está el tío.
Y es que, según nos cuenta el fabulista, «ahora, hay un Gobierno que en cuatro meses ha puesto a Euskadi rumbo a la normalidad. Coloca la bandera española junto a la vasca y la europea en las instituciones. Retira de las calles fotos de presos condenados por terrorismo. Hay protagonismo de las víctimas de ETA. Se ha recuperado el 25 de octubre, aniversario del referéndum del Estatuto, como día de Euskadi (...) hay un acercamiento a Navarra y comunidades vecinas y una normalización de las relaciones con el Ejecutivo central con el desbloqueo de traspasos pendientes desde hace 30 años». O sea, chachi piruli. Y hay más: «Los intentos que hubo en Euskadi por parte de los sindicatos abertzales ELA y LAB de complicar la vida al recién constituido Gobierno de López, con la convocatoria de una huelga general a los 15 días de su toma de posesión, fracasaron». La convocatoria, olvida Rodríguez, era anterior.
La fantasía que López ha instalado en la CAV no tiene límites: «La gente del PNV comprueba con sorpresa cómo muchos de nuestros cargos hablan euskera (...) en la Ertzaintza apenas han surgido resistencias al cambio (...) la decisión de Patxi López de retirar los carteles de presos condenados por terrorismo no ha encontrado resistencias en los ambientes nacionalistas moderados (...) el Gobierno vasco está encontrando buenos aliados en la generación joven del mundo cultural»... Y todo en ese plan.
Y guarda su joya para el final: «La izquierda abertzale está en el desconcierto, tras el fracaso de su estrategia». Más que en el desconcierto, servidora piensa que está en la clandestinidad. Porque en el país de las maravillas de López no todo el mundo puede participar en la política. Lo olvida Rodríguez.